¿A qué juega mi equipo?
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Ignacio Benedetti
Periodista deportivodedicado al análisis y estudio del fútbol, con experiencia en diferentes medios de comunicación , tanto venezolanos como internacionales. El fútbol como ventana a la vida en sociedad del ser humano.
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@IgnacioABP


¿A qué juega mi equipo?

En el fútbol, es moneda común referirse a los esquemas posicionales para describir y definir a un equipo. No ayuda mucho que algunos, desconociendo el espíritu de este deporte, lo comparen con un duelo de ajedrez, o, en una muestra aún más desligada del carácter humano de la actividad, lo promuevan como una batalla entre entrenadores. Las respuestas sobre cómo y a qué juega un equipo de fútbol no se encuentran en esos atajos.
Marcelo Bielsa, durante una presentación en el año 2010, exponía lo siguiente: “La elección del sistema táctico no es una cosa importante, no es una cosa trascendente. Ha tomado mucha repercusión, mucha resonancia, porque es una cuestión que tiene que ver con la geometría, con el armado de líneas, y es accesible a todo el mundo. Todo el mundo puede opinar cuántos jugadores están a la misma altura; pueden ser tres, cuatro o cinco.

Entonces, como todos aspiramos a poder hablar de lo que nos gusta, hablamos de los aspectos que nos resultan más accesibles o más entendibles. Pero eso no quiere decir que sean los más importantes.”

Los esquemas posicionales no son más que un punto de partida. Constituyen una de las tantas estructuras que adoptará un equipo a medida que se juegue un partido. Es decir, un equipo de fútbol es un organismo vivo, que además de tener un plan, se va adaptando y reorganizando, según sus principios y las emergencias propias de la contienda.

Partiendo del concepto de que los esquemas son apenas una referencia inicial, el descubrir a qué juega un equipo requiere de la contemplación de otros factores.



El fútbol tiene tres ejes fundamentales: el reglamento, las porterías y el balón. El primero enseña cómo se debe jugar a este deporte; el segundo, expone el espíritu del juego, es decir, define que gana aquel que convierta un gol más; el tercero, la pelota, es el factor que explica cómo, para qué y por qué se mueven los futbolistas.

Partiendo de estas raíces, por llamarlas de una manera, el observador atento podrá concluir que el fútbol es una actividad dinámica, cambiante, alejada de la rigidez que expresa la exagerada atención a los esquemas posicionales o a las comparaciones con el ajedrez. Los futbolistas se mueven porque el balón es el elemento móvil de este deporte y en esa dinámica, esa estructura inicial va mutando según cada situación del partido, bajo las únicas
limitantes geográficas del campo, las que ofrece la ley del fuera del juego y la propia ubicación de la pelota.

Para descubrir las señales de identidad de un equipo es imprescindible que el observador se apoye su capacidad de contemplación. ¿Qué debe observarse? Las relaciones de los futbolistas, tanto entre los compañeros como con sus oponentes. Estos vínculos se dan durante las dos fases del juego (cuando se dispone de la pelota y cuando se quiere recuperarla) y van modificándose según el espacio del terreno en el que esté la pelota.

Sin embargo, el arte de contemplar pierde cada día mayor preponderancia. El filósofo surcoreano Byung Chul Han, en su libro La Sociedad del Cansancio (2010) advertía este fenómeno de la siguiente forma:

“Los logros culturales de la humanidad, a los que pertenece la filosofía, se deben a una atención profunda y contemplativa. La cultura requiere un entorno en el que sea posible una atención profunda. Esta es reemplazada progresivamente por una forma de atención por completo distinta, la hiperatención. Esta atención dispersa se caracteriza por un acelerado cambio de foco entre diferentes tareas, fuentes de información y procesos. Dada, además, su escasa tolerancia al hastío, tampoco admite aquel aburrimiento profundo que sería de cierta importancia para un proceso creativo.”



Una de las razones por la que los debates futboleros se apartan del juego, centrando su atención en nimiedades y escándalos sin razón, está en ese abandono al que ha sido sometido el admirar, con pausa, aquello que está frente a los ojos. Se ha impuesto una especie de hipertrofia en la que, más que valorar la capacidad para canalizar un episodio competitivo, vale más la cantidad de partidos que se observan por fin de semana.

La contemplación es la única herramienta que puede llevarnos a una mejor comprensión de un equipo de fútbol. Sin ella, todo se reduce a los esquemas posicionales, a sentencias superficiales (“el equipo es ofensivo” o “defensivo”; “cambios de jugador por jugador”, etc.), o, peor aún, a afirmar, sin mayor temor al ridículo, que un equipo no juega a nada. Un equipo de fútbol es la suma de relaciones entre compañeros y con los adversarios. Esto no se explica a través de esquemas ni numeraciones que solamente cumplen con el objetivo de prolongar la tiranía de la ignorancia, que es la mismo que la dictadura de los esquemas.

En las siguientes entregas de esta colaboración, el lector encontrará una de las herramientas claves para esa comprensión que todo amante del fútbol desea: los espacios de fase.

Hasta entonces...