EL FAIR PLAY TECNOLOGICO
«El fútbol no es un asunto de vida o muerte. Es algo mucho más serio.» Bill Shankly
      A-    A    A+


Por: Ignacio Avalos Gutiérrez 
Sociólogo, egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV)
Profesor en la Escuela de Sociología en la Facultad de Economía y Ciencias Sociales de la
Universidad Central de Venezuela (UCV).
Consultor en el área de políticas públicas en el área de ciencia, tecnología e innovación.
Ex Presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT)
Ex Rector del Consejo Nacional Electoral (CNE)
Miembro del equipo coordinador del Proyecto “Tecnociencia, Deporte y Sociedad” (2010- 2015)
Miembro del Consejo Asesor de la RICYT (Red Internacional de Indicadores de Ciencia y Tecnología).
Articulista en el diario “El Nacional”



Juego fútbol (en modo caimanera) desde los cinco años y desde los diez en el formato que prescribe la FIFA. Me inicié cuando la alineación del equipo disponía un portero, dos defensas, tres mediocampistas y cinco delanteros y yo me desempeñaba como uno de éstos, ocupando el puesto de “interior derecho”. En esa época la noción del juego no trascendía más allá de ideas tales como “, “el balón es redondo”, “cualquiera puede ganar”, “los partidos duran 90 minutos y somos 11 contra 11”. Es largo, pues, el tiempo que llevo pisando la cancha y así mismo como espectador en los estadios y en la televisión, siendo testigo de la evolución que ha ido experimentando este deporte.

Cuento lo anterior anticipándome a que el lector me pueda percibir como un tipo “chapado a la antigua”, que asume la tarea de fotografiar el balompié del Siglo XXI, mediante un relato infiltrado por la nostalgia.



Un poquito de historia

El fútbol es una de las disciplinas más conservadoras dentro del ámbito deportivo. Los ajustes a la regla del fuera de lugar, la definición de las áreas, la inclusión del círculo central y de los semicírculos en las áreas se instauraron paulatinamente y ni hablar del estilo de juego, carente de la más mínima sofisticación. Con el paso del tiempo, a finales de los años sesenta y durante los setenta, iniciada, por cierto, la transmisión de los partidos por televisión, se permitió la sustitución de hasta dos jugadores y el uso de tarjetas para amonestar y expulsar a quienes infringieran las normas. En los noventa los árbitros dejaron de vestir como si estuvieran de luto, se cambió el puntaje por partido ganado, pero se mantuvo la posibilidad del empate, que, si no me equivoco, expresa una característica única dentro de la esfera deportiva.
 
Como se observa, se trató de modificaciones más bien simples, sobre todo si se las calibra con las que han empezado a ocurrir en lo que llevamos del presente siglo. Y no me refiero, por cierto, a reformas más bien “menores”, anunciadas por estos días, tales como reducir los dos tiempos a treinta minutos, aprobar la expulsión por cinco minutos del jugador que reciba una tarjeta amarilla, autorizar la sustitución ilimitada de jugadores, admitir los saques de banda ejecutados con el pie, y así otras cosas, más o menos semejantes

Globalización del plantea

Hoy por hoy no existe un rincón de la tierra en donde no se vea o practique el futbol y para muestra basta tener presente el Mundial realizado en Qatar, un pequeño emirato árabe, visto por más de la mitad de los ocho mil millones de habitantes que pueblan la tierra, entre ellos, una porción considerable de mujeres, demostrando, así, la irrupción del fútbol femenino, así como el éxito con el que ha “invadido” un escenario armado históricamente desde la masculinidad, por no decir el machismo.
 
Según lo han señalado varios autores, el fútbol es un fenómeno cultural que une a personas de todas las edades, géneros y culturas y que aún sigue siendo percibido, como un “simulacro de la vida” y hasta como “una mala imitación de la vida”, quizá, advierten, con un poco menos de intensidad, ello no obstante haberse convertido en un enorme negocio, ampliando la injerencia del dinero en las decisiones que se toman desde las diversas instancias que lo gobiernan.
 
La polémica última copa mundial, que requirió la inversión 229 mil millones de dólares, permite ahorrarse largas explicaciones al respecto, al igual que la disputa entre varios equipos y la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol (UEFA) y otras ligas nacionales, por su determinación de crear una Super Liga, en la que no es fácil adivinar que seguramente sólo podrán participar los clubes más ricos, propiedad de jeques y grandes inversores internacionales, cosa que ya viene sucediendo desde hace unos cuantos años. En suma, el negocio (incluida su dosis de corrupción), se cuela en el balompié, tanto dentro como fuera de la cancha, abriéndole la puerta, a lo que se ha catalogado como “dopaje financiero”.

El dopaje tecnológico

De manera muy general el dopaje es descrito como el empleo por parte de un deportista de una sustancia o dispositivo incluido en la Lista de Prohibiciones de la Asociación Mundial Antidopaje (AMA), con el propósito de incrementar su rendimiento de manera ilícita.

Cuentan los historiadores, que el dopaje existe desde antes de que naciera el deporte tal y como lo conocemos en la actualidad, a través de las hojas de coca, hongos venenosos y sustancias de parecido tenor. Ya instaurado el denominado “deporte moderno”, bajo la sagrada norma del “fair play”, incluida en la carta olímpica redactada por el Barón Pierre de Coubertain a finales del siglo XIX, los analistas del tema sostienen que desde su origen existió la tentación de utilizar medios externos con el fin de aumentar el desempeño del atleta.
 
Entre paréntesis, y si se me permite una anécdota personal, el entrenador del equipo en el que yo jugaba de niño, ya cercano a la adolescencia, nos daba café. Con el tiempo supe que era una manera de estimularnos (¿dopaje?).

La estimulación por diversos medios fue avanzando progresivamente, (anabolizantes, hormonas y sangre, diuréticos, efedrina, anfetaminas, cocaína ….), incluyendo al futbol, por supuesto, pero sin que hubiese una vigilancia sistemática y constante, salvo en ciertos casos que han quedado registrados como excepcionales. En este sentido, uno de los más emblemáticos ha sido el del ciclista Lance Armstrong quien se vio forzado a admitir que utilizaba sistemáticamente testosterona y eritropoyetina (EPO) y se sometía a transfusiones sanguíneas para elevar su rendimiento sobre la bicicleta. Como consecuencia de ello, se le quitaron los siete trofeos que había conseguido en el Tour de Francia y la medalla de bronce que obtuvo en los Juegos Olímpicos de 2000. Y, por si fuera poco, lo suspendieron de por vida.

El “fair play tecnológico”

El panorama se ha complicado ahora, dado que, en los comienzos del presente siglo se han generado transformaciones tecnocientíficas que afectan radicalmente todos los ámbitos por donde transcurre la vida humana. No en vano se describe a la actual sociedad, como la “Sociedad del Conocimiento”, caracterizada por el acelerado proceso de desarrollo y aplicación de las innovaciones.

La ingeniería genética, la robótica en forma de implantes y prótesis, la neurociencia, el big data, la inteligencia artificial y la posibilidad de que haya deportes jugados por robots) son parte del amplio menú tecnológico obviamente también que afecta la manera de concebir y jugar el fútbol, al igual que el modo de verlo, tanto en el estadio como frente a la televisión.

En efecto, el balompié, que se ha venido alterando a tal grado hay quienes aluden al proceso como un “salto cualitativo” salto cualitativo. Al respecto basta con mencionar al VAR, convertido en un instrumento indispensable en el arbitraje del partido, apoyado por un balón capaz de enviar paquetes de datos 500 veces por segundo a las salas de video. O referir, así mismo, los dispositivos especiales (“wereables”), colocados en los futbolistas que recopilan informaciones sobre la distancia recorrida, la velocidad, la frecuencia cardíaca y otros factores, permitiendo a entrenadores y jugadores elevar el rendimiento y reducir el riesgo de lesiones y ya se avizora, incluso, que pronto podría ayudar a personalizar entrenamientos y tácticas para cada jugador. O, por último, mencionar el dopaje genético, descrito como el uso no terapéutico de genes, elementos genéticos y/o células que tienen la capacidad de optimizar el rendimiento deportivo. En suma, estas y otras innovaciones irán variando aún más el rostro del fútbol.
 
Advierten los expertos, entre ellos de manera muy relevante, José Luis Pérez Triviño, que se ha vuelto urgente prestarle más atención al modo como se organizan las competiciones y a los criterios de acceso a las innovaciones por parte de los deportistas, señalando la necesidad de repensar el concepto de “juego limpio”. En este sentido, han acuñado el término del “fair play tecnológico”, cuyo fundamento “…no es la pureza del cuerpo sino la igualdad en el uso a las innovaciones que mejoran el desempeño de los competidores.”

Conclusión

El filósofo Albert Camus, que dejó por escrito lo mucho que le debía al fútbol, solía decir que “el balón nunca viene por donde uno quiere”. Y que “…el pronóstico es siempre que en el partido puede pasar cualquier cosa”.

Actualmente hay el temor de que el futbol se haga cada vez más predecible porque los equipos se van haciendo más desiguales, en buena medida por sus diferencias en el aprovechamiento de los adelantos tecnológicos y, favor no olvidarlo, en el acceso a los recursos financieros. Adicionalmente existe la presunción de que pierda significación y relevancia frente al millonario negocio de los video juegos, en donde el balompié se encuentra muy bien ubicado hace más de una década

¿Seguirá el futbol pareciéndose el futbol? Es una pregunta cuya posible respuesta me angustia. ¡Que vaina con la nostalgia! ¡

Febrero 2024