¿POR QUÉ JUGAMOS AL FÚTBOL ?
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Ignacio Benedetti
Periodista deportivo dedicado al análisis y estudio del fútbol, con experiencia en diferentes medios de comunicación, tanto venezolanos como internacionales. El fútbol como ventana a la vida en sociedad del ser humano.
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@IgnacioABP


Dadas las limitaciones de toda publicación que no tenga como meta considerarse una tesis o un ensayo, las siguientes líneas apenas constituyen una invitación a reflexionar sobre las razones por las que practicamos este juego. En una próxima entrega se revisarán algunas de las causas por las que se es hincha de este deporte.

El ser humano posee un cerebro social. Esto quiere decir que detenta capacidades para relacionarse, comunicarse e interactuar. En ese órgano nacen, se sostienen y evolucionan aquellos afectos que le son naturales al ser. No en vano, Aristóteles se encargó de advertir aquello de que “el hombre es un ser social por naturaleza”.

Estas características permiten que nuestra especie haya desarrollado las herramientas necesarias para coexistir en sociedad. Es gracias a ellas que se han escrito los distintos tipos de pactos sociales que ordenan la vida colectiva, siendo “El contrato social”, escrito por el filósofo francés Jean-Jaques Rousseau (1762), el de mayor difusión.

En él, queda claro que el ser humano nace libre, pero que la convivencia dentro de una comunidad cercena parte de su independencia, con el objetivo de garantizar la sociablilidad necesaria que conlleva la vida en comunidad.

Por ende, no es muy difícil que el ser humano, con la intención de pertenecer, sacrifique parte de su individualidad por aquello del bien común.

El fútbol no es otra cosa que eso, una opción de ser parte de algo que es más grande que el ser-individual. Cuando se integra un equipo, la naturaleza de ese sistema, así como el desarrollo de las habilidades cognitivas, invita al futbolista-humano a convivir bajo esas reglas, que aunque no las tenga del todo claras, se le hacen naturales, ya que éstas son apenas una muestra micro de lo que es su vida cotidiana.

Se juega al fútbol porque durante el ejercicio de este juego somos tan humanos y tan reales como el resto de nuestros comunes en otras actividades. En él se experimentan todo tipo de emociones, pero ese sentir, que comienza dentro del individuo, encuentra en el ecosistema del equipo una sinergia que transforma la experiencia individual en algo más grande, en un hecho colectivo. De ahí que, aunque parezca contradictorio, los lazos que se crean entre los compañeros de equipo superen, en muchos casos, a aquellos que definen el concepto de la amistad.


Por ende, el juego del fútbol cumple con todos los requisitos necesarios para sostener la sensación de pertenecer. Y lo hace en un ecosistema aún más reducido que el resto de otras actividades, ya que rara vez un equipo posea más de veinte integrantes.

También se juega al fútbol porque en él se reconocen una serie de valores que se inculcan desde tempranas edades y que son reconocibles por quienes se sumergen en la práctica de este deporte. Rápidamente, se pueden distinguir la solidaridad, el compañerismo, el trabajo en equipo, la resiliencia, el respeto por las reglas y el oponente, entre tantos otros.

Dante Panzeri (1921-1978) escribió, en su libro “Fútbol, dinámica de lo impensado”, aquello de que “El fútbol es el más hermoso juego que haya concebido el hombre, y como concepción de juego es la más perfecta introducción al hombre en la lección humana de la vida cooperativista”.

Su afirmación, lejos de convertirse en una promoción de la actividad, era un grito de auxilio, una alarma ante la deshumanización del juego que, ya por ese entonces, estaba viviendo el deporte en cuestión.



Crédito: dZoom
Jugar al fútbol no es más que el reconocimiento de la existencia del otro, de que en aras de construir una vida en sociedad justa, estable y evolutiva, el ser humano, sin perder su individualidad, aquello que lo hace único e irrepetible, asume que “debe dejar de ser yo para ser nosotros”.

P.D. Dante Panzeri es probablemente el periodista deportivo más mencionado y menos leído de todos. El uso frecuente del título de su primer libro y no el diálogo con las ideas que plasmó en él así lo demuestran.