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Por Juan Raul Alamo 


Cheo ¡Vivía en solitario! Alguna vez tuvo familia pero fue poco a poco abandonado. No conoció a su padre. Nació en las riveras del Golfete del << Cuare>>, en el mismo lugar donde llegaban todos los años los flamengos anaranjados desde las Antillas Neerlandesas y las garzas granate lugareñas impactaban la retina, en el lugar de los cocoteros que se doblan pero no se amilanan, en la Playa Norte alejada, solitaria e infinita. —La vida no le premió en el sorteo de llegar a una familia dotada. El universo le hizo abrir los ojos en un rancho de “bahareque” y palma. Su existencia le impidió estudiar para poder llegar a “ser alguien” en la vida y lograr lo mínimo para cubrir sus necesidades básicas y algo más… Era como muchos que la han pasado duro; pues Cheo nació en la Venezuela profunda.

Tuvo una niñez sencilla. Su madre “que llegó a los 100 años” le dio mucho amor dentro de las penurias de su crianza. Jugaba con “metras”, “perinolas”, “gurrufíos” y con la verada cortada con machete en las riveras del Rio, construía “papagayos” multicolores, de papel de seda pegado con “mezcolote” de harina de coco, de cola larga de las telas carcomidas por la polilla y que serpenteaban el cielo de las costas falconianas. —De joven conoció a la negra Josefina, ¡el amor de su vida!, con ella engendró 5 hijos, que a duras penas pudieron criar. Pero lamentablemente luego de muchos años por su mala conducta etílica, la susodicha “Cuaima” no lo aguantó más y lo “excomulgó” a su soledad, sin derecho a reconciliación.

Cheo fue un hombre de callos en sus manos y Cayos en su horizonte. Tenía la piel bronceada, generado por su trabajo duro en las playas de occidente. Trepaba los cocoteros con la facilidad que trajeron sus genes heredados de sus ancestros. —Desde la playa donde sobrevivía, se divisaban los Cayos de sus amores; pequeños atolones coralinos, lugares de arenas blancas, salinas rojas, corales multicolores, sol implacable y manglares babosos que alguna vez seguro estuvieron llenos de perlas. 

Cheo era hombre de pantalones deshilachados a rastras y “alpargatas” gastadas de tanto caminar. Deambulaba solo de playa en playa, el, el mar y el sol. Desbordado de conexión con la naturaleza, que tanto escasea entre los seres humanos. —Fue un hombre sin riendas, sin compromisos, libre. Ni el amor lo pudo atar. Puede que algún tiempo sí, ¡pero no más!. Prefirió su libertad, su soledad, su mar. Ya no le dolía la piel por su sol, estaba curtida, muy curada, con olor a mar y sudor, que forman la mezcla perfecta.

¡No tenia reloj y no le hacía falta! Lo despertaba cada día el sol picante que entraba por los huecos del techo de asbesto contaminante, desgastado por la humildad, el tiempo, el salitre y la desidia. —Su caña de pescar con carnada de cangrejo, ataviada con bambú y nylon, siempre amanecía dispuesta a “anzuelar” a algún “Corocoro”, para buscar el alimento y así calmar su hambre acumulada e intentar doblegar sin éxito su resaca taciturna.
—Ni tenía televisión ni conoció el internet y no le hicieron falta…

Se “rebuscaba”, cuidando casas de veraniego playero de gente pudiente de diferentes ciudades importantes. —Era multidisciplinario: “wachiman”, electricista, pescador, cocotero, sembrador, jardinero, albañil, pintor, plomero y pero sobre todo un ser humano de bien, amable y cordial.
Siempre recibía a los que él llamaba sus “Patrones”, con una sonrisa sin igual, acompañada con dulces, agua y carne de coco. A veces en temporada, facilitaba cangrejos y alguna langosta digna de manjares. No faltaban nunca el gesto de instalar los “chinchorros” guindados en el corredor frente al mar y las ventanas abiertas de par en par, para quitarle el olor de salitre a las casas playeras. Era más que un mayordomo, Cheo era el amigo de la playa…

En una época llegó a tener un Jeep Willys destartalado del año 1953, de esos que recorrieron Europa para su liberación durante la segunda guerra mundial, quizás hasta llegó a estar en la resistencia de París con algún Teniente mandón en su volante. —Se oía llegar desde lejos por lo escandaloso de su presencia. No había pieza de la latonería que no tuviera herrumbe producto de la sal marina que a diario bañaba su chasis, sus guardafangos y tornillos clausurados. 
 
En una oportunidad persiguió las huellas de una mini moto “Monkey” minitrail Honda, que estaba siendo reparada por el “Patrón” y por ello no encendía, que fuera sustraída del garaje de la casa por la mano del hampa playera durante una oscura noche calurosa; y cual sabueso “Sherlock Holmes”, logró encontrarla, escondida en un rancho abandonado a más de 5 kilómetros de distancia, gracias a seguir el rastro de las impresiones que los tacos de sus cauchos hicieron sobre la arena caliente.

El fue el guía turístico mayor de las Cueva de la Virgen y la del Indio y siempre mostraba todos sus recovecos y jeroglíficos en la serranía desgastada en su base por las corrientes milenarias y perseverantes del Golfete del << Cuare>>. Nos presentó detalle a detalle a sus consentidos Cayos: Sal, Muerto, Peraza, el chipilín (ya extinto) Pelón, y Sombrero con su laguna interior un poco más alejado, eran como sus hijos de arenas blancas, pero sembrados en medio de la mar de aguas verdiazules en el parque nacional Morrocoy. — Se esmeró en su presentación del más alejado, su preferido, favorito y predilecto “Cayo Borracho”, ¡quizás por la misma afición!, el cual es un bello refugio y criadero de tortugas marinas en peligro de extinción y que por su soledad es aprovechado por los “desnudistas”.

Una vez se le vio en Caracas, alguna cédula de identidad en extranjería se vino a sacar, pero en la misma tarde salió disparado a su tierra falconiana, agobiado por lo urbano y lo ilógico de una ciudad millonaria en desorden, caos y a veces hasta “desamable”, contrario a lo que le enseñaron a tratar sus ancestros. —Mas nunca regresó a la “ciudad de los techos rojos”. 

El compadre Cheo, nos otorgó el honor de correspondernos con el padrinazgo de Gregorio su último hijo, lo cual fue aceptado con cariño y orgullo. —Fue bautizado en la “descascarillada” Iglesia humilde de Chichiriviche por el padre párroco de mal carácter Nicasio, quién le administró el sacramento al Siervo de Dios, invocando a la Trinidad, según el rito de rigor del mandato del Concilio de Nicea: — << Gregorio yo te bautizo en el nombre del Padre, Amén, y del Hijo, Amén, y del Espíritu Santo, Amén>>, haciendo en la Pila bautismal malabares hidratantes en un Bautismo por inmersión, ¡Como Dios manda!.

Cheo se fue a dormir una noche y ¡no despertó!, había decidido morir así inclusive antes de nacer, fue natural, sin resistencia, sin miedo, sin preguntas ni porqués y sobre todo sin culpa. Hizo lo que debía hacer, venir a experimentar la vida con su pasión “El Mar”. Se fue muy joven, a solas solo acompañado de su asbesto resquebrajado, su colchón “empolillado”, sus olas del mar, sus cangrejos encaletados y su botella de aguardiente “San Tome”. —Cheo fue extrañado varios días después, no se mereció la pestilencia y sí un digno funeral. Cheo falleció a los 50`s en 1.999, no dejó un gran legado, pero si mucha cortesía y amabilidad. 

El amigo Cheo lamentablemente ¡No llegó a la edad centenaria de su madre!... ¡Seguro sus lagrimas eran de agua de coco!... ¡Seguro está trepando a un cocotero en el cielo!.

Dedicado a nuestro gran amigo y compadre Jose Gregorio Rodriguez “Cheo” nuestro pana de Chichiriviche. Estado Falcón, Venezuela. En paz descanses y brille para ti la luz perpetua de Dios.

Escrito por: Juan Raul Alamo Lima. Caracas - Venezuela | Categoría: Cuento
Inspiradora: Patricia Alamo Rodriguez - Irlanda
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Juan Raúl Álamo Lima nació en domingo un tres de noviembre de 1957 en la capital de la más pequeña de las Islas Canarias, en Valverde de El Hierro. Su padre Antonio emigró a Venezuela en 1958, tierra de la cual se enamoró y en 1962, Juan Raúl cruzó el Océano Atlántico en el buque Anna C, con solo cinco años de edad acompañado de su madre y dos de sus hermanos a Caracas, donde hizo su vida familiar, académica, profesional, y desde el año 2017 compartida en paralelo en España e Irlanda luego de la diáspora venezolana. 

Estudió en Caracas; su primaria en el Colegio Americano, secundaria en el San Ignacio de Loyola e hizo estudios de Ingeniería Industrial y Maestría en Administración de empresas en la Universidad Católica Andres Bello. Trabajó en el área de Seguros, Reaseguros y desde hace 33 años desarrolla sistemas informáticos en Caracas-Venezuela.

Casado felizmente hace 36 años, con el amor de su vida Marina, hija de inmigrantes portugueses de Madeira, tiene dos hijas, un hijo y cinco nietos, tres nietos nacidos en Caracas-Venezuela, uno en Cork-Irlanda y otro en Valencia-España.

Desde hace un año en julio de 2019, se dedica por vocación, pasión y entretenimiento al arte de la Literatura, habiendo creado hasta los momentos Relatos (16), Cuentos (7), Disertaciones (7), Vivencias (5) y Poemas (33), que le han generado un legado literario.
Gracias por permitirme mostrarle el inicio de mi humilde obra literaria.