Por Junior Almenar. Estamos llamados a ser “buena leña”. La que sirve para encender el fuego, cocinar las ideas y aportar los bienes de consumo que ayuden a Venezuela.
Leña del árbol caído
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La primera vez que escuché esta expresión fue de parte de mi mamá: “Las personas harán leña del árbol caído”. Jamás la olvidé. Era solo un niño –creo que ni llegaba a 10 años–, cuando recreé en mi mente un árbol en el piso. Un puñado de personas lo cortaban para llevarse a casa sus pedazos. ¿Qué iban a hacer con ellos?

En ese instante le hice otra pregunta a mi mamaíta (así le digo con mucho amor). “Mamá, qué es la leña y para qué la querrían las personas? ¿Para llevársela? Ella contestó: “Hijo, la leña son los trozos de madera que se usan para generar energía, como el fuego para poder cocinar”.

Me quede más pensativo, recreando todo el acontecimiento, imaginándome ese gentío cortando y llevándose la madera a casa.

Como verás, apreciado lector, han pasado al menos unos 30 años después de esa extraordinaria experiencia. Caminaba de la mano con la mujer más hermosa que Dios me permitió conocer.

Esa frase sigue en mi cabeza. En los últimos tiempos en Venezuela muchos “árboles” se han caído. Como depredadores, hay quienes opinan y destruyen con la palabra a otra persona. Esto sucede muchas veces desde la comodidad de las redes sociales 2.0, o emitiendo juicios a sus espaldas.


Una anécdota infantil que invita a la reflexión

Ya de adulto, con capacidades analíticas, me doy cuenta de que esta historia recrea un hecho subyacente. La madera podría ser todo aquel que, al igual que el árbol, dio sus frutos, alimentó, brindó sombra. Ahora, por circunstancias originadas y creadas por él, o inducidas por un algún factor externo, lograron doblegar a ese árbol.

Quiero dedicar mi artículo a esos empresarios y empresarias que creen, crean y, además, solucionan algún tipo de necesidad. Es momento de reflexionar. ¿Cuál es tu afán? La respuesta debe ser individual.

Como ocurre con los árboles, no toda la leña sirve para hacer fuego. Estamos llamados a ser “buena leña”. La que sirve para encender el fuego, cocinar las ideas y aportar los bienes de consumo que ayuden a Venezuela. Nuestro país pide a gritos que su comunidad sea atendida, escuchada, que pueda adquirir los productos y servicios que producen estas empresas.

Basta con salir y buscar productos alimenticios, para constatar que algunas empresas nacionales han adoptado nuevas presentaciones. Hay menos cantidad, pero esa existencia le brinda la oportunidad al consumidor de que pueda seguir comprando. Por su parte, él debe aprender ahorrar lo que consume (material para otro artículo).

Este relato pretende realzar lo bueno que ocurre en nuestro país. Sea el tipo de empresa que tengas, sin importar su tamaño, si das algo, haz que ese producto sea bueno. Tan bueno que consigas un lugar, garantizando que seguirás en el mercado.

Esperemos que llegue el llamado “El día D”. El día después de que Venezuela sea libre de las caretas que hoy tienen puesta muchos actores de distintos sectores. Podríamos sorprendernos cuando se desclasifiquen los documentos. Cuando sepamos qué fue lo que ocurrió y el por qué de ese giro –y retroceso– que hoy transitamos.

Afortunadamente, mi profesión me permite descubrir a los emprendedores en franco crecimiento. Los veo volverse empresarios gracias a su creatividad (obligada o no). Sé de coterráneos que han generado fuentes de empleo, que han solucionado un problema e impactan de manera positiva en nuestras vidas.

Les invito a seguirme por las redes sociales. Propiciemos un encuentro para crear “ideas” que sumen voluntades y saquen sonrisas a las personas.

¿Quieres que compartamos una conversación de nivel? Para mí sería genial. Puedes escribirme al correo entreempresariosoficial@gmail.com o en mi canal de la red IG @junioralmenardj. Los invito a seguirme por las redes sociales y a conocer nuestro trabajo en @entreempresarios. Propiciemos un encuentro para crear “ideas” que sumen voluntades y saquen sonrisas a las personas.

Hasta la próxima oportunidad.


Crédito fotos:
Samer Daboul en pexels.com