La COVID-19 derivó como consecuencia un impacto físico y emocional muy fuerte en la población en general. Algunos se contagiaron del virus y luchan por sobrevivir. Otros menos afortunados fallecieron, dejando mucho dolor y vacío en sus hogares.
Un porcentaje de la población acude a su lugar de trabajo respetando el uso correcto de equipos de bioseguridad –guantes, tapabocas y otros–. Otros permanecen en sus hogares, respetando las indicaciones de las autoridades.
En Venezuela, la cuarentena comenzó el 16 de marzo. Llegamos a mayo y se extiende por un mes más. Este confinamiento prolongado impacta en la salud mental de niños, niñas, adolescentes y adultos.
Entretanto, el escenario se hace más complejo debido a la de falta de gasolina, el transporte público precario, el racionamiento de agua y los hijos en la casa por la suspensión de clases, entre otros. Estos hechos están desencadenando mayor ansiedad, dolores musculares y enfermedades, producto del confinamiento.
Todo esto, sumado a los factores externos e internos propios de la dinámica de cada hogar, invita a los líderes de las organizaciones a cuestionarse lo siguiente: ¿Realmente están dadas las condiciones para retomar la actividad laboral? ¿Están preparados para atender las posibles consecuencias de la reinserción laboral? ¿Cómo se van a manejar los cambios?
Estas interrogantes derivan como consecuencia de que toda organización debe prepararse, para que su equipo de trabajo pueda desempeñar sus actividades laborales. Debe ser en condiciones de máxima seguridad, incentivando conciencia sanitaria y ciudadana, para así afrontar tanto los retos como los desafíos que supone retomarlas, y evitar la propagación de la COVID-19.
En este sentido, la psicoeducación en el ámbito laboral debe contemplar los siguientes aspectos:
1. Cultura de prevención sanitaria en cuanto al uso adecuado de equipos de protección –utilizar guantes y mascarillas–, y desinfección del espacio físico.
2. Gestión emocional –atender la ansiedad, incertidumbre, malestares físicos y ataques de pánico, entre otros–.
3. Uso adecuado de la tecnología, en cuanto a higiene de equipos.
4. Teletrabajo, tecnología digital –si se labora desde el hogar–.
5. Flexibilizar la jornada laboral.
6. Salario emocional.
7. Inteligencia colectiva –que los colaboradores planteen opciones para minimizar los riesgos–.En este sentido, urge que los líderes trabajen en el fortalecimiento de la conciencia ciudadana, en sus colaboradores. Entretanto, que la cultura organizacional se respete también en los hogares. No se minimizan los riesgos si se utilizan el tapabocas y los guantes en el lugar de trabajo, pero no cuando se trasladan a sus hogares o cuando van a realizar sus compras.
Entonces, la campaña de prevención y plan de formación de los líderes y colaboradores constituye uno de los ejes convenientes a desarrollar en los actuales momentos.
Para finalizar, se sugiere la lectura del “Protocolo de seguridad empresarial anticontagio COVID-19”, propuesto por Conindustria, que especifica con claridad:
- Los métodos de acceso de proveedores externos.
- Limpieza.
- Precauciones higiénicas personales.
- Equipos de protección individual.
- Gestión de espacios comunes.
- Gestión de entrada y salida de trabajadores, desplazamientos internos, reuniones.
- Gestión de una persona sintomática.
- Vigilancia médica y atención psicológica.
La prevención garantizará el éxito. Crédito Foto:
freepik.es