Desde la creación del Bitcoin y la tecnología Blockchain por parte de Satoshi Nakamoto el 31 de octubre de 2008, son muchos los cambios que esta innovación tecnológica está provocando a nivel global. Y es que la Blockchain posee características que la hacen susceptible de ser aplicada en múltiples disciplinas y áreas. Entre ellas están: economía, finanzas, administración, presupuesto, contabilidad, proyectos, derecho, gestión de la información, medicina, propiedad intelectual y procesos electorales, entre otros. La razón es que permite la organización de los procesos vinculados al logro de un objetivo predefinido en un algoritmo, en función de las necesidades de sus creadores.
En este sentido, el dinero no ha sido la excepción. Luego de miles de años de evolución de este concepto en nuestras manos, la Blockchain ha cambiado cómo nos relacionamos en los mercados de bienes y servicios. Esta tecnología ha transado valor desmaterializado por la satisfacción de necesidades, lo supone un estadio diferente a nivel social. La comprensión del concepto del dinero en términos globales, y su función como medio de intercambio y reserva de valor.
Photo by Icons8 team on Unsplash Si entendemos al dinero como “cualquier mercancía intercambiable en un mercado por los agentes económicos para la satisfacción de sus necesidades, y que es aceptada por un tercero como medio de pago y reserva de valor”, entonces casi cualquier cosa puede ser dinero. Es tan cierto, que también es dinero aquello que por la necesidad, ubicación geográfica, oportunidad, innovación, situación política, razones afectivas, y hasta por imposición, puedan darse formal o informalmente en la sociedad.
De esta manera, hemos transitado del dinero basado en el trabajo y capacidad creadora del hombre, al dinero mercancía.
Quid pro quo, en términos del más elemental trueque o economía de los equivalentes. Llegamos así al dinero de pleno contenido. Este basa su valor de cambio en la cantidad que representa de un metal o mineral escaso (oro, plata, bronce). Su posesión es la razón de la riqueza de muchos a través del tiempo. Esto nos lleva a entender como a partir de 1944 con Bretton Woods, y hasta 1971 con el gobierno de Richard Nixon en los Estados Unidos de América, el oro fungió como patrón de valor y riqueza de los países y sus monedas.
En este tránsito histórico, ya en el siglo XIII los orfebres, herreros, templarios y familias de nobles apellidos habían comenzado a estructurar un sistema de representación de valor con base en metales a su resguardo. Establecieron elementos de intercambio distintos al metal, de fácil traslado y acumulación, así como esquemas de ahorro e inversión basados en tipos de interés. Es cuando el dinero de papel aparece como medio de pago, con problemas de falsificación y reconocimiento de firmas y sellos oficiales de emisión. Pero lo anterior no fue impedimento cuando los gobiernos modernos establecieron los bancos centrales como entes de control y emisión de monedas. Ahora este medio de intercambio sería de obligatoria aceptación y “confianza” por ley y orden superior, creando así el dinero fiat-fiduciario.
En este contexto, el dinero y sus especies fueron transformados dentro del sistema financiero en nuevos vehículos de pago. Surgieron los cheques, tarjetas de crédito (TDC) y débito (TDB), migrando con rapidez a medios desmaterializados electrónicos, bajo la figura de las transferencias de dinero. Dichas transferencias son representaciones del valor del trabajo, o de los bienes y servicios, intercambiados en los mercados por los agentes económicos. Estos agentes utilizan el dinero de obligatoria aceptación, el cual es emitido por los bancos centrales de los países, y que por convención, sea física o inmaterial, se asume como valor de cambio.
Foto por Two Paddles Axe and Leatherwork on Unsplash Producto de la crisis de confianza en las instituciones financieras globales, derivado de la burbuja inmobiliaria de 2008, surge una especie de vehículo de transferencia de valor desmaterializado. Su creador es Satoshi Nakamoto, haciendo uso de los avances de la tecnología, el internet y la computación. Este vehículo no requiere originalmente del dinero de obligatoria aceptación para hacer intercambios entre las personas. Porque no hace falta oro o un producto interno bruto que le dé valor a la información intercambiada entre bloques minados por pruebas de trabajo entre nodos de una red
peer to peer global. De nuevo, la aceptación social y la creencia de intercambio de valor, ahora con base en la tecnología, le otorgan al Bitcoin su estatus de divisa global.
Estamos viviendo un tiempo de modificación en el concepto del dinero y el valor de las cosas. Ahora la posesión de
hashpower o poder de cómputo en una red global colaborativa de validadores de operaciones, crea una nueva especie de riqueza. Y la posibilidad de acumular mayor cantidad de criptomonedas, que representan distintos proyectos y usos posibles. Es un cambio de paradigma en la relación del hombre con el dinero y su uso en sociedad. Ahora las billeteras son aplicaciones digitales que se descargan en teléfonos inteligentes. El valor de las cosas se encuentra en la posibilidad de intercambio de criptoactivos que puedan ser acumulados, segmentados y transferidos a gran velocidad entre personas, con el menor costo posible. Pero ahora, también empresas y gobiernos ven en la tecnología Blockchain una gran cantidad de posibilidades.
Esto deja un gran cuestionamiento sobre la manera como el sistema financiero internacional, los bancos centrales, los bancos públicos y privados de los países, puedan asumir el cambio inminente en la estructura tradicional del intercambio del valor por un dinero que no posee soporte tradicional. En especial, en un sistema económico que está abierto, cada vez más, a mecanismos alternativos de representación de valor. Entonces se hace evidente la necesidad de un nuevo constructo teórico para la comprensión y aplicación de esta nueva realidad económica, política, social e institucional. Realidad que reclama un abordaje diferente y multidisciplinario para su correcta adopción.
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