En nuestra edición anterior, presentamos la primera parte de este artículo de hoy, llamado:
“Las mujeres somos un buen negocio”.
Una de las premisas planteadas fue que es muy importante habilitar los medios para que las mujeres tengan ingresos propios, significativos, no migajas. Medios que les permitan contribuir a su progreso, a instruirse, a reunirse con otras mujeres y a formar una opinión propia en diferentes ámbitos.
En cuanto a tener actividades productivas remuneradas hay mucho que hacer, ya que la brecha de género en América Latina (según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL) es la siguiente:
• En la participación laboral formal:
- Las mujeres trabajan en 50,3 %.
- Los hombres en 75 %.
• Brecha salarial:
- 19 % en favor de los hombres.
• Altos cargos ejecutivos:
- Las mujeres acceden a 30 % de los cargos de alto nivel (en Venezuela 25 % conforme al estudio de Inclusion Consulting y el IESA).
- Los hombres acceden a 70 %.
- Solo 2 % de las mujeres son dueñas de grandes empresas.
- Solo 32 mujeres forman parte de la lista de la revista FORTUNE 500 en los cargos de dirección ejecutiva.
Un alto número de mujeres se desempeña mayormente en los sectores menos remunerados, de baja productividad y calidad, los que requieren menos preparación. Desde que nos incorporamos al mundo laboral formal,
el trabajo no se adaptó a nosotras. Siempre hemos tenido que adaptarnos a él.
A pesar de esto, las mujeres dejamos de representar ingresos complementarios en nuestros hogares para ser, sin duda, una parte significativa —si no la única— del aporte al presupuesto familiar.
Al escuchar estas cifras, podemos pensar que hemos mejorado, aunque muy lentamente. Según el último Índice Global de la Brecha de Género, serán necesarios 202 años para que la brecha económica mundial entre hombres y mujeres se cierre. Así que, si queremos ver los avances y que, al menos, nuestras nietas los disfruten, hay que apurar el paso.
Según el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral aumentaría 34 % el PIB. También incrementaría en 44 % el retorno de capital en aquellas empresas cuya junta directiva cuente con mujeres. Estas empresas estarían menos sujetas a casos de corrupción y se incrementaría la creatividad.
Como apoyo, el Foro Económico Mundial y el BID diseñaron las “Iniciativas de Paridad de Género”, lideradas por representantes del gobierno y del sector privado de cada país. Su fin es desarrollar planes de acción a tres años, con medidas concretas para incrementar la participación laboral femenina, reducir la brecha salarial y promover la presencia de las mujeres en puestos de liderazgo.
Es evidente que, cuando estamos en posiciones de poder (lo que nos permite influir en las materias de nuestro interés), todo mejora para la familia, para los hombres y las mujeres. Estas políticas todavía no se implementan en nuestro país.
En Venezuela aún estamos entendiendo que las mujeres son necesarias para la diversificación de los grupos. Sin embargo, no todas las empresas están trabajando este aspecto. Por eso, hay que seguir insistiendo en adoptar buenas prácticas orientadas a incrementar la participación laboral femenina, reducir la brecha salarial y promover la participación de las mujeres en puestos de liderazgo.
Varias de estas mejores prácticas desde la visual venezolana están disponibles en el portal del IESA, producto del mismo estudio que cité al inicio.
Las mujeres somos agentes de cambio y no podemos esperar que el contexto social sea otro para empezar a actuar con contundencia. Si no nos involucramos en todos los ámbitos la cultura no cambiará. Debemos estar para defender nuestros intereses.
Se pueden lograr avances de varias formas:
1) Impulsando la formación para emprender;
2) Apoyando a las PYMES;
3) Influenciando para tener mayor acceso al financiamiento de los proyectos liderados por mujeres, a los conocimientos tecnológicos y financieros, así como a las garantías.
4) Consiguiendo que ellas se atrevan a arriesgarse y a trabajar con base en oportunidades. No solo a las necesidades que tengan. Esta es una de las más importantes.
También colabora a este fin la creación de redes entre emprendimientos de mujeres. Cadenas de valor en las que se apoyen mutuamente, de manera preferente, como lo hacen personas con una misma nacionalidad o personas de comunidades religiosas.
Como hemos visto —y reitero—: las empresas tienen una gran responsabilidad en actuar para cerrar estas brechas. Para promover el progreso de las mujeres y la inclusión en general, a través de políticas diseñadas a estos fines. Que rompan con estructuras como el techo de cristal, que impide los avances. No solo los organismos internacionales y los gobiernos son responsables.
Cuando me paro un minuto y reflexiono sobre esto, viene a mi cabeza lo siguiente:
La mitad del mundo está formado por mujeres y niñas. No somos minoría. Somos las madres de los hombres. Las hijas de los hombres. Sus hermanas. Sus empleadas y sus jefes, sus parejas y sus socias. Si no podemos hacer que cambien de punto de vista, ¿quién puede?
Pero, definitivamente, todas y todos podemos hacer algo para mejorar el desempeño productivo de Venezuela. ¿Cómo? A través de la participación más efectiva de las mujeres, en igualdad de condiciones que los hombres. No somos actores pasivos en esta historia.
El resultado de la inclusión va más allá de la productividad. Trae mejor calidad de vida. Promueve un reparto más equitativo de las responsabilidades en el hogar. Genera transformación educativa en niños y niñas gracias al ejemplo. Se reduce la violencia de género y se abren espacios de adaptación cultural.
Los beneficios de la participación de la mujer están en muchos espacios:
• En la familia: la mujer siempre trae para la casa.
• En la empresa: las mujeres somos más estables en los empleos, más comprometidas. Aportamos el punto de vista de la mitad de la población.
• A las instituciones: la participación de las mujeres en la política promueve la estabilidad económica y contribuye a fortalecerlas.
• En los parlamentos: una mayor representación de mujeres asegura el avance en las reformas de leyes discriminatorias y un aumento en la inversión en áreas claves como salud, educación y protección social.
Por ello, hacemos un llamado a la sociedad en general y a los decisores políticos para que incluyan proyectos y programas en todos los ámbitos. La idea es fortalecer el rol de las mujeres en el trabajo en el sector formal, para revertir los efectos del desempleo y la precariedad laboral.
Sin duda, al construir más y mejores oportunidades para las venezolanas tendremos un mejor país, fortalecido, más productivo y equitativo.
Las mujeres sacamos fuerzas unas de otras, pero debemos involucrar a los hombres en nuestra lucha. Que vean que los beneficia cuando las mujeres ejercen su poder. Esto deriva en una productiva relación de calidad, de iguales, de socios, ambos involucrados y responsables, mucho mejor en equidad. Todo el mundo gana. La sociedad se beneficia profundamente con la igualdad de género.
En el evento realizado por la Alianza Venezolana de Empresas por el Liderazgo de las Mujeres (AVEM) en noviembre pasado, Eduardo Porreti, Embajador de Argentina en Venezuela, mencionaba que muchos dirigentes de distintas áreas se le acercaban con diversos planteamientos. Pero que, hasta ahora, nadie le había hablado de género.
No se está hablando de género e inclusión.Si nosotras no salimos a realizar los planteamientos que son de nuestro interés, nadie lo hará en nuestro nombre.
Es por ello que creo en seguir trabajando de forma organizada y en distintos niveles, para seguir visibilizando, formando y llevando nuestra voz. Porque cuando las mujeres avanzan, nadie queda atrás. ¿Somos o no somos un buen negocio?
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