En Venezuela, son (¿eran?) muy comunes las loterías y las rifas. Era usual que las personas buscaran el significado de un sueño, para luego jugar el número que estaba asociado en el oráculo respectivo (San Cono era el más famoso de estos). En diciembre ni se diga, las famosas cestas navideñas y otros artículos que podían resolver el regalo de los hijos o de la pareja.
Pues bien, ¿estaría usted estar dispuesto a comprar un número para ganar el avión presidencial mexicano? No se trata de un modelo a escala, sino del mismísimo Boeing 787-8 Dreamliner que el presidente azteca Luis Manuel López Obrador está tratando –por todos los medios– de vender.
El Presidente López Obrador consideró, desde el inicio de su Gobierno, que el referido avión es un bien demasiado ostentoso que no encaja con su política de austeridad. Desde que fue adquirido por el mandatario Felipe Calderón, este bien ha recibido numerosas críticas de los mexicanos. Esto, a pesar en estar de acuerdo que debe remplazarse el Boeing 757 del país latinoamericano, que ya tiene 19 años de servicio.
El 787-8 fue comprado en 2015, por 210 millones de dólares, al fabricante Boeing. Pero luego de añadir los elementos propios de un avión VIP, el costo sobrepasó los 500 millones de dólares.
Su entrega fue en febrero de 2016 y su primer viaje oficial fue a Alemania en abril de 2016. Es considerado el avión presidencial más moderno de Latinoamérica. Su autonomía de vuelo es de 11 horas. Puede transportar a 230 pasajeros. Tiene una recámara con baño privado y una oficina presidencial con acabados de lujo.
Fue bautizado con el nombre del prócer mexicano José María Morelos y Pavón. Por su parte, su antecesor, un Boeing 757, fue bautizado como Benito Juárez.
Como avión presidencial, el Dreamliner realizó 214 vuelos, con un recorrido aproximado de 600 mil kilómetros. El último viaje en esta aeronave fue el del entonces presidente Enrique Peña Nieto a la Cumbre G-20 que se realizó en Buenos Aires, Argentina.
El avión que está en el centro de atención de los mexicanosUna rifa complicadaAl primer día de llegar a la presidencia, López Obrador dio indicaciones para la venta de su avión. Aparecieron, se contactaron o identificaron más de 40 potenciales compradores, entre personas y compañías, que al final no se decidieron en adquirir el avión.
Rifar un avión presidencial podría ser parte de una novela de alguno de los premios Nobel: Gabriel García Márquez o José Saramago. Pero es una historia de la vida real, que se ha complicado más de la cuenta, por ciertos detalles que tienen que ver con el uso previo que tuvo la aeronave.
El avión presidencial mexicano salió de la línea de producción de Boeing en 2009, para iniciar vuelos de prueba de este modelo. Este pequeño detalle –avión de pruebas– fue algo que debió tomarse en cuenta, en su momento, por el Gobierno mexicano.
Esta asignación, que se realiza a las primeras aeronaves que se fabrican de un modelo o serie en particular, describe las duras pruebas y exigentes ensayos a los que pueden ser sometidas para determinar sus capacidades y durabilidad.
Boeing descartó para la venta y vuelo al menos cinco de las aeronaves, que junto al Dreamliner mexicano (el sexto y último de esta primera camada), fueron utilizadas como banco de pruebas.
En su momento, el fabricante estadounidense consideró que vuelos tan exigentes pueden producir alteraciones o fallas en la estructura del avión, que comprometen la seguridad de la aeronave. Poner en vuelo de nuevo un avión de este tipo lo encarece y saca de la esfera del sentido común su posible adquisición.
Otro aspecto importante que dificulta su compra o su rifa es que solo estarían interesados millonarios o empresas que necesiten una aeronave en configuración VIP. Cualquier línea comercial no invertiría en configurar una aeronave de lujo, en un avión para pasajeros.
Finalmente, en tiempos de la COVID-19 es complicado adquirir un avión cuando existen restricciones de vuelo, el mundo se hace cada vez más virtual y las aerolíneas enfrentan una crisis con quiebras incluidas.
Por lo pronto, el avión presidencial mexicano permanece en un hangar en California, Estados Unidos, desde hace más de 500 días, a la espera de una decisión. O, en el mejor de los casos, de un ganador de una rifa que, en teoría, se dará a conocer en septiembre 2020.
Como aclaratoria a pie de página, cabe mencionar que el premio gordo de la rifa mexicana no es el avión presidencial, sino 20 millones de pesos libres de impuestos. Son para disponer de recursos para diversos programas.
En todo caso, si se concreta la compra del aparato, lo pagado solo cubrirá una parte de lo erogado anteriormente por el Gobierno Mexicano. Como diría un famoso personaje de la televisión azteca: “Chanfle”.