Por: Ángela Oráa @angelaoraa
Fotos: Anderson Díaz @andersondiazs Los 365 días que componen un año son insuficientes para acometer las andanzas de un espíritu tan inquieto. De haber sido piloto, correría en la Fórmula 1 con alma de campeón. De haber sido montañista, romper el récord del Everest sería su propósito existencial y si fuese ciclista, cruzaría las cataratas del Niágara en bicicleta tarareando la canción del domicano Juan Luis Guerra.
Su cabeza es como la de un volcán en perenne ebullición. Tiene mil y un proyectos runruneando el cerebro. Necesita de la adrenalina tanto como el aire que respira. Es adicto a los retos.
Chequea la hora a cada rato. Para Olavarrieta perder tiempo es pecado capital. Declara: “hace apenas unos días tenía 25 años, ahora tengo 42”. Pareciera que el tiempo se le escurre de las manos como un reloj de arena. Por supuesto, su agenda está copadísima, eso lo hace lucir escurridizo e inasible. Parece suizo, sabe lo que va a hacer y dónde va a estar los próximos meses con exactitud meridiana.
Mira fijo a los ojos. Habla rápido. Es directo, no anda con rodeos. Si o No. Puede resultar tajante y arrollador sin perder encanto. Una mezcla inusual, así de complejo puede ser el carisma.
Como es sensible al “qué diran” ha luchado por combatir su emocionalidad, amainar lo reactivo e impetuoso que puede ser. En una entrevista concedida para El Nacional (2018) reveló: “más allá de la relaciones de pareja, del contacto con los demás, de la comunicación efectiva, había algo en mí que nunca me permitía estar contento con nada de lo que hacía. Siempre estaba ansioso; estaba comiendo y a la vez pensando en que tenía que volver a comer, o trabajando y pensando en el libreto que debía hacer la siguiente semana. Nunca había tenido un control ni pausa ante nada; incluso, no dormía, no descansaba. Ciertamente, eso me llevó a tener un carácter muy difícil”.
Consciente del torbellino de su existencia, cada tanto, hace una práctica de silencio llamada vipassana, que significa “ver las cosas tal como realmente son”. Se trata de una de las técnicas más antiguas de meditación de la India, redescubierta por Gotama el Buda hace más de 2.500 años y aplicada como un antídoto para males universales. Esta técnica sin distingo religioso, tiene como objetivo la total erradicación de las impurezas mentales y la resultante felicidad suprema de la completa liberación.
Las escapadas a la naturaleza son otro oasis de paz. Subir el Auyantepuy fue algo grandioso.
Evita las reuniones sociales. No toma alcohol. Es receloso de su vida personal. Obvia el tema de pareja. Prefiere una buena conversación interesante entre pocas personas y frecuentar afectos cercanos. En cuanto a las apetencias, disfruta de un confortable cuarto de hotel, de un buen restaurante, de los dulces y los viajes. Dado que es “pesquetariano” (risas) sus proteínas provienen del mar, de los vegetales, tubérculos y sucedáneos. Fue vegetariano, pero a consecuencia de la pandemia, amplió el espectro culinario.
El periodismo: ¡dámelo con todo!.Apuesta por un periodismo de calidad comprometido con la sociedad. La información es la vitamina que lo nutre.
Afirma con dejo sentimental:
“Hablar de Venezuela me cuesta. Este es un país dolido”. Hace rato que los ánimos están muy caldeados lo que dificulta o impide ejercer el oficio. Para algunos, la verdad aunque se haga de manera honesta, se puede ver como una forma de ataque. Es delicado. En consecuencia procura que su quehacer comunicacional sea reparador.
Su forma de trabajar, de redactar y de entrevistar le abrió la puerta a un tipo de periodismo más personal.
En su época de reportero en el portal
Caraota Digital fue duro con el poder, siempre dispuesto a hacer todas las preguntas incómodas que hicieran falta. A mediados del año 2017 fue secuestrado y atacado por colectivos afectos al gobierno en Catia. Recibió una brutal golpiza y tuvo que ser hospitalizado.
Decepcionado de la oposición, hoy prefiere tratar la política bajo una óptica más documental. Ejemplos: la historia del Caracazo y la serie de entrevistas a los hijos de los Presidentes de Venezuela.
Altavoz del periodismo independiente, mantiene en vilo a sus seguidores, tanto por la alta factura a nivel audiovisual como la frecuencia que publica contenidos a los que nos tiene acostumbrados. Además de la disciplina y foco, ha sido hábil para obtener los recursos económicos necesarios que le permitan llevar una vida holgada y sostener al equipo de producción que lo secunda. La prosperidad que lo acompaña es gracias a las marcas que invierten publicidad en sus plataformas digitales. Llámese Café Amanecer, Regal, Flaquito de St. Moritz, Yummy, Hammer Auto y Samsumg, entre otras.
Olavarrieta se cotiza alto. Aclara que no necesita
manager, puesto que sabe cómo negociar(se) sin pruritos. Es bueno con las finanzas. Adolece de gustos opulentos, lo que le permite rendir lo que monetiza. Por ejemplo, no gasta en ropa de marcas de lujo y la remodelación de su hogar que lo tiene tan engolosinado, la lleva a pulso sin despilfarro.
De su madre, Daysi Rodríguez, ejemplo a seguir, aprendió que “si trabajas, te va a ir bien”. Como el padre de Luis falleció prematuramente, ella tuvo que salir adelante con tres hijos varones, así que desde muy pequeño, Luis, se acostumbró a verla abocada a las Relaciones Industriales. Añade:
“ella hasta los domingos se fajaba si era necesario”.
En una ocasión me preguntó ¿qué tal me parecía el estilo visual que utiliza en sus redes?. Respondí que eran sumamente elaborados. Él, prácticamente, lleva el formato televisivo de la buena TV de antaño a las RRSS. ¿Cómo son? rico en imágenes con efectos de sonido y/o musicales que suscitan en el espectador emociones deseadas y una buena parte de los guiones son narrados en off, respaldados por una investigación minuciosa.
Nadie - que sepa esta humilde cronista - puede echar mano a los archivos de RCTV y de VV como lo hace Olavarrieta. Nadie tampoco puede imaginar las horas hombre de trabajo y trasnochos que se requieren para crear los
storytelling.