Las colecciones que conforman el museo, reunidas gracias al esfuerzo de la familia Vivanco, refrendan esa relación de antigua data, la del arte y el vino. “El museo nace para exponer esta colección a un público amplio y para ello se ha concebido una propuesta museográfica siguiendo las últimas tendencias didácticas”, destaca Borja Arévalo, Gerente en Bodegas Vivanco.
Las colecciones se aprecian en cinco espacios organizados por contenidos temáticos, y en un sexto que se encuentra en el exterior, el cual corresponde a una amplia colección ampelográfica: el Jardín de Baco. El museo propone un largo y jugoso recorrido que permite conocer en detalle el proceso vitivinícola y comprender la trascendencia cultural del vino en diferentes culturas y épocas.
Sala 1: Nacer, crecer, madurarEl proceso del cultivo de la vid y de la elaboración del vino, junto a su dimensión histórica, se explica con la ayuda de una amplia colección etnográfica. Se muestra la trascendencia de la vitivinicultura desde sus comienzos. Un viaje que se inicia en las antiguas culturas mediterráneas y culmina con su expansión por todo el mundo.
De una manera muy didáctica, el espectador aprende sobre el cultivo y la elaboración del vino y podrá advertir claramente cómo el modo de hacerlo ha ido variando a lo largo de la historia. Una de las maravillas es ver los distintos sistemas empleados en el prensado
de las uvas, una buena fuente para entender el grado de tecnificación existente en cada época.
Sala 2: Guardar las esenciasOtra manera de aproximarse a la historia del vino la propone esta sala: desde el transporte y los envases de conservación. “Desde que el hombre comenzó a hacer vino se preocupó por conservarlo y transportarlo”, se lee en una de las paredes. Tras un largo proceso, la barrica y la botella de vidrio se consolidaron como los recipientes más adecuados. Haciendo uso de las nuevas tecnologías se muestra el trabajo de toneleros, vidrieros y artesanos del corcho.
Sala 3: La bodega, el sueñoLa magia de estar en una bodega se vive en esta sala. “Son muchos los procesos del vino en la bodega, aunque resulten distintos para el vino del año o para el criado; en ella hay una sucesión continua de reposo y actividad: trasiegos, clarificados, filtrados”, se lee. Se exhiben las bombas, filtros y canillas que ayudan al hombre en estas labores.
Sala 4: El vino, arte y símboloEl vino, lo sabemos, ha sido y es fuente inagotable de inspiración para los artistas. La colección de arte y arqueología es uno de los regalos más singulares del museo para sus visitantes: un amplio abanico de obras de las más variadas épocas con el vino como denominador común.
Allí habitan diversas representaciones de Osiris, el dios que enseñó a los hombres a cultivar la viña, y de Dioniso, el dios griego del vino. “En la época de la vendimia a este se le festejaba con alegría y exaltación. Las ceremonias en su nombre, celebradas con todo tipo de representaciones, también le convirtieron en protector de la poesía, la canción y el drama”, afirma Arévalo.
En la colección se exponen recipientes cerámicos griegos, adscritos a los estilos de figuras negras y rojas, con representaciones dionisíacas. La mitología romana asumió en la figura del dios Baco todos los atributos de su homólogo Dioniso y esto allí se contempla.
Las obras de arte visual muestran la relación mantenida a lo largo de la historia entre la vid, el vino y los pintores. “Un racimo en manos del artista puede convertirse en una alegoría del otoño o del paso del tiempo”. Entre los motivos más representados están las escenas de vendimia, que se mezclan con una visión desacralizada de la mitología clásica de artistas españoles, flamencos, italianos o franceses, desde el renacentista Jan van Scorel hasta Pablo Picasso en el siglo XX.
El museo exhibe una rica colección de orfebrería integrada por más de cien piezas de plata, bronce dorado, peltre, latón y marfil, decoradas con relieves en los que dominan las escenas de bacanales y las representaciones de Baco y Ceres.
La colección cuenta también con más de 130 grabados, datados en el amplio periodo que va desde la aparición de la imprenta, en el siglo XV, hasta nuestros días; y se suma una colección de tapices de los siglos XVII-XVIII, entre los que destacan el Cortejo de Baco y Ariadna y Baco con Cupido.
Sala 5: Abrir, servir y beberAquí se despliega la colección de sacacorchos con sus más de tres mil piezas expuestas, que muestran la evolución y diversidad de este —aparentemente— sencillo instrumento. Los primeros modelos patentados datan de finales del siglo XVIII.
También hay sacacorchos en los que el protagonismo está en la decoración figurativa. El estilo artístico de los sacacorchos varía: del Rococó a la simplicidad del Neoclasicismo; y también de las innovaciones del Art Nouveau al geometrismo del Art Decó.
El Jardín de BacoEn este universo viviente se contempla la gran diversidad de la vid, desde su origen botánico hasta las más actuales variedades mundiales de uva de mesa y de vinificación. “El número de variedades plantadas asciende a 222, repartidas en una superficie aproximada de seis mil metros cuadrados”, precisa Arévalo.
Visita imperdible cuando se va a La Rioja. Se recomienda ir sin prisa y demorarse catando cada una de las salas para sentir las palabras del autor español Mauricio Wiesenthal: “Quizá los vinos tienen sus últimos días como los grandes amores. Pero luego, cuando en la copa quedan solo los aromas melancólicos del tiempo perdido, viene la magia que convierte a nuestros perdidos amores y a nuestros viejos vinos en bellísimas obras de arte”.
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El vino vivo de los museos