Athina Marturet
Su romance con la cámara es innegable. Modelo, actriz y filántropa, junto a su esposo, el director Eduardo Marturet, es reconocida como una de las impulsoras de la transformación cultural que experimenta Miami
Por: Con Clase
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“A Venezuela se lo debo todo”

 


Fiel a sus orígenes, la filántropa y actriz Athina Klioumi de Maruret pareciera condensar en su ser toda la esencia que distingue a la raza helénica. Salta a primera vista su beldad, esa que le permitió ser distinguida como el Rostro más Bello del Mundo en el Latin Model Peageant, celebrado en Miami en 1989, y que irremediablemente nos remite a la “divina proporción”, ideal de belleza creado por el famoso escultor Policletto, griego también, en el que la armonía y las matemáticas se daban la mano. Y por otro lado está su misticismo, que aprendió de su madre y que ella ha alimentado con diversas creencias, la astrología incluida en gran medida, con el único objetivo de estar y sentirse bien.

Hija de padres griegos que se vieron forzados a huir de la guerra civil, nació en Berlín, Alemania para iniciar luego una vida de nómada junto a sus dos hermanos siguiendo las tentadoras ofertas de trabajo que le llegaban a su padre, geólogo dotado de un talento especial para encontrar petróleo. Primero fue Perú, a donde llegó con cinco años y aprendió el español, a Egipto; allí además del árabe aprendió también la danza del vientre, y luego a Venezuela donde su vida cambió: se hizo modelo, actriz, y conoció al amor de su vida, el exitoso director de orquesta Eduardo Marturet. “Para mí llegar a Venezuela fue como llegar al primer mundo”, rememora, “Caracas era tan distinta a El Cairo, era una ciudad moderna, cosmopolita, la gente era amable y te recibía con afecto”.