Nuestra Caracas recibió 2024 con una “invasión” muy particular: Las Meninas. Una exhibición que no dejó a nadie indiferente. Y era lógico porque, para bien o para mal, su presencia nos ha permitido reflexionar sobre el concepto, a veces muy discutible, de arte urbano.
El arte público, murales, esculturas e instalaciones, forma parte de nuestro contexto artístico, ese conjunto de elementos, eventos, instituciones y expresiones que definen y caracterizan nuestra escena artística. Un tejido que, como muchos otros en nuestro país, se ha venido desdibujando y se hace indispensable recuperarlo.
La idea de arte urbano, que la mayoría de nosotros reconocemos, es un testamento vivo de la creatividad humana en constante diálogo con el entorno. Es un arte que desafía las convenciones tradicionales, que se aleja de los confines de las galerías y museos para encontrar su hogar en las calles, paredes y espacios públicos de nuestras ciudades. Puede ser una forma dinámica de expresión que transforma el paisaje citadino y promueve la interacción directa con el arte.
Desde nuestra perspectiva, es manifestación de la identidad y la historia de una comunidad, una forma de comunicación visual que trasciende las barreras lingüísticas y culturales. Cada obra de arte urbano cuenta una historia, plantea preguntas y provoca emociones, invitando a los espectadores a reflexionar sobre temas que van desde la política y la justicia social hasta la belleza y la creatividad pura.
Una de las características más fascinantes del arte urbano es su capacidad para transformar el paisaje de la ciudad de manera significativa. Estas piezas pueden cambiar por completo la percepción de un espacio, convirtiendo un callejón oscuro en un destino turístico o un muro de hormigón en una obra maestra visual. En este sentido, el arte urbano no solo embellece nuestras ciudades, sino que también las hace más habitables, vibrantes y humanas.
Entre los muchos desafíos que enfrenta este tipo de exposición, está la naturaleza misma de su arte: efímero, sujeto a la erosión, el vandalismo o la intervención humana, lo cual también plantea preguntas sobre su preservación y su legado a largo plazo.
Dado que vemos el arte urbano como un recordatorio poderoso de su capacidad para inspirar, provocar y unir a las comunidades en torno a una visión compartida de un mundo más hermoso, más justo y más humano, se vuelve imperiosa la decisión de admirar y alabar cualquier iniciativa que aliente su consolidación en nuestra capital.
Con estas consideraciones les invitamos a adentrarse en nuestras páginas, llenas de arte, moda, gastronomía, destinos atractivos y todos aquellos temas que nos encanta abordar. En esta edición brindamos nuestro propio recorrido por el Meninas Caracas Gallery y una conversación muy especial con su creador, el artista venezolano Antonio Azatto
@ArtByAzatto.
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Cariños,
Frahanciz Herrera