El escritor colombiano protagonizó toda una etapa de la literatura continental, vivió en Venezuela donde dirigió y fundó periódicos; y también fue secretario privado de Joaquín Crespo
VARGAS VILA, BLASFEMIA Y ESCÁNDALO
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Manuel Felipe Sierra

Largo el nombre y largo el apellido: José María de la Concepción Apolinar Vargas Vila Bonilla. Nacido en Bogotá el 23 de julio de 1860 nadie pensó que la criatura habría de ser con los años profeta de la blasfemia, protagonista del escándalo, el escritor más leído durante años y luego castigado por el olvido y la mala fama. A los 16 años se alista en las filas liberales e inicia un peregrinaje por pueblos y ciudades como maestro de escuela y dando a conocer un estilo literario ampuloso y saturado de adjetivos rabiosos en periódicos, hojas sueltas y cuanto papel se acerca a su atrevida pluma.

El lenguaje llamado “vargasvilesco” de esta manera se expande pronto por el Continente y dará cuenta de tiranos y enfrentará además viejos convencionalismos y buenas costumbres. Al tiempo como profesor del “Liceo de La Infancia” en la capital, se verá envuelto en un notorio incidente: el colegio era dirigido por el sacerdote Tomás Tovar y en él se educaba lo más selecto de la sociedad bogotana. Un día molesto con el director, Vargas Vila lo acusa públicamente de homosexual; provocando con ello un escándalo mayúsculo que lo obligó a abandonar la institución y también la ciudad. Emigra entonces a Tunja y se hace secretario del general Daniel Hernández que encabezaba un alzamiento contra el Presidente Rafael Núñez; los bandos se baten en la batalla de “La Humareda” y los liberales conocen la derrota.

A los días, Vargas Vila reaparece con una encendida diatriba contra Núñez: “Pinceladas sobre la última Revolución de Colombia: Siluetas Bélicas”. El crítico Jorge Valencia Jaramillo escribe sobre el panfleto:” No ahorró adjetivo ni vituperio contra los jefes políticos de “La Regeneración,” mostrando de manera caricaturesca su vil sometimiento a las negras sotanas; poniendo en ridículo las supuestas virtudes de estos llamados “prohombres”; y presentándolos como seres humanos despreciables, únicamente interesados en el poder”.

DESTERRADO

Vargas Vila inicia entonces su destierro venezolano; en Rubio funda el periódico “Federación” y en sus páginas reconstruye la reciente experiencia de guerra; llega a Caracas en 1887 y promueve las revistas “Eco Andino” y “Refractarios”, a los meses dirige en Coro el periódico “El Comercio” y luego regresa a la capital para fundar el diario “El Espectador” que apoya la candidatura del general Rangel Garbiras en la votación en el Congreso Nacional que favoreció a Raimundo Andueza Palacio de quién se convierte en tenaz opositor al igual que del gobierno colombiano de Núñez a quién había combatido con las armas. El gobernante bogotano protesta airadamente ante Caracas y Andueza ordena de inmediato su expulsión del país.

Vargas Vila viaja a Nueva York pero al año siguiente regresa a Venezuela tras el triunfo de la “Revolución Legalista” de Joaquín Crespo, de quien se hace Secretario Privado por un tiempo, para volver luego a Norteamérica donde entabla amistad con José Martí con quien publica la revista “Hispanoamérica” la que marcaría el verdadero comienzo de su creación literaria. En esos días el presidente ecuatoriano Eloy Alfaro lo nombra Ministro Plenipotenciario en Roma y es famosa su negativa de arrodillarse ante el Papa León XIII al afirmar: “No doblo la rodilla ante ningún mortal”. No fue casual que al año siguiente con la publicación de su novela “Ibis”, resultara excomulgado por El Vaticano.

En 1902 de nuevo en Nueva York está al frente de la revista “Némesis” desde la cual entabla recurrentes polémicas con el historiador venezolano César Zumeta al tiempo que emprende una tenaz campaña contra los dictadores latinoamericanos y contra Estados Unidos por la usurpación del Canal de Panamá y la Enmienda Platt en Cuba y publica además la requisitoria “Ante los Bárbaros” por lo cual es obligado a abandonar la nación.



Estando en Roma, su nuevo destino, el mandatario nicaragüense José Santos Zelaya lo designa junto a Rubén Darío integrante de la Comisión de Límites con Honduras ante el Rey de España como mediador en la controversia. La misión dura poco tiempo y Vargas Vila comienza entonces un recorrido por varios países europeos hasta que se radica en Barcelona para organizar la publicación de su abundante y escandalosa literatura y para lo cual celebra un contrato con la Editorial Sopena antes de retornar a América Latina, ahora como escritor de fama. ”Aura o Las Violetas”, “Flor de Fango”, “Pasionarias”, “Emna”, “Ibis”, “Laureles Rojos” y “Las Rosas de la Tarde”, contravienen las reglas morales de la época y son devoradas en una masiva lectura clandestina.

LA HISTORIA

Su prosa pecaminosa se combinaba ahora con obras de aliento histórico como “Imperio Romano”, “Los césares de la decadencia”; “La conquista de Vizancio; y muchas otras que lo convierten en el primer “betsellista” latinoamericano sólo comparable décadas después con su compatriota Gabriel García Márquez.

Casualmente será el propio autor de “Cien años de soledad” quien se ocuparía con los años de pesquisar sus diarios extraviados a raíz de su muerte en 1933 y curiosamente aparecidos en La Habana y publicados el año 2000 por el editor Raúl Salazar Pazoz. Luego, por una desgraciada casualidad de la vida, se conoció la denuncia que quien fuera reconocido por su odio a los tiranos entre los años 1925 y 1930 fue pensionado de la dictadura de Juan Vicente Gómez.

Antes de morir Vargas Vilas había advertido: “Solo pido al viento misericordioso que no sople hacia Occidente, y no lleve ni un átomo de ellas a las playas de mi patria. Yo no quiero ese último destierro; lloraría de dolor aquel átomo de mis cenizas”.

En 1980, el poeta Jorge Valencia Jaramillo dio con su tumba en el cementerio de “Las Corts” de Barcelona, y mediante gestiones oficiales sus restos fueron trasladados al Cementerio Central de Bogotá. El 23 de julio de 2010, cientos de bogotanos se trasladaron al camposanto de la ciudad para rendirle tributo a los 150 años de su nacimiento. Allí, sobre la losa que guarda sus huesos en el Panteón Masónico se lee solo: Vargas Vila.


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