Periodista de la Católica, y heredera directa del gusto por la belleza
Caresse Lansberg, donde pone el ojo pone la gala
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Por Faitha Nahmens Larrazábal


No es tallar madera o forjar en hierro, trazar conceptos en el lienzo o tornear el barro lo que la impulsa a dejar la cama cada mañana. Ninguno de estos celebrados oficios define el currículo de Caresse Lansberg. Por otro lado, ninguno le es ajeno. Periodista de la Católica, y heredera directa del gusto por la belleza —su abuela era pintora y su abuelo, ebanista que talló los revestimientos interiores de más de una iglesia suiza—, será una observadora impenitente de la estética y sus expresiones. Ella misma elegante atril sobre la cual caen con gracia las formas y los colores, ha dedicado su vida a todo lo que tiene que ver con el arte: difundir los procesos y tendencias y aupar a los creadores emergentes, para los que inventa premios y procura apoyos: Caresse Lansberg, adora ser vocera de la causa de los que se sienten impelidos a interpretar las circunstancias de su tiempo. Los cobija. Fascinada con el quehacer editorial y sus posibilidades, corola su devoción por la creación haciéndose eco de cada manera de conexión humana en el espejo del arte: es el tema dilecto de los contenidos que produce y pauta. “El arte es sin duda un factor de cambio”. El anzuelo que detona sus pasiones.



Se trata de una pasión correspondida. Tiene imán para con aquellos que se empapan de sudor martillando o mezclando tonos una y otra vez en el intento de colorear con exactitud el cielo que llevan dentro, el relámpago que los paraliza, la veta misteriosa y oscura que revela que tienen madera. Para los que se detienen ante las encrucijadas expresivas que los desquicia. Blanco de las sabias palabras de Ariel Jiménez, que sostiene que el arte es esa gota de sudor que presume el agotador trabajo previo de investigación y las horas de insomnio en búsqueda de la verdad expresiva, Caresse Lansberg siente una ineludible fascinación por la plástica y sus autores. Así en su casa como en la revista Estilo (www.revistaestilo.org), creado por ella a imagen y semejanza —innovadora, colorida, comprometida—, opera como una curadora innata de sueños y ocurrencias, y se esfuerza por enlazar sensibilidades.
 
En la publicación que concibió y dirigió a lo largo de dos décadas y ahora es un producto digital deseado —“contamos ya con 150 mil lectores”, según dice—, puede entre líneas leerse su buen gusto, reconocerse sus prioridades y detectarse lo que motiva a sus femeninos hombros a arrimarse a favor de quién. Tras la celosía de unas pestañas que abanican con gracia de infantil a felina, están los ojos enormes y acuáticos que miran con tanta curiosidad como como gozo, que abarcan posibilidades, que relacionan lo que sobresale con lo inimaginable. Además de editora, tiene en la revista una palanca para realizarse como animadora cultural que suma. Además de conductora del espacio Estilo en la radio, transmitido por la extinta emisora del Ateneo, ay —150 programas en los que entrevistó a todas las seseras lúcidas que tienen que ver—, llevó al papel y ahora al ámbito digital ese producto que registra lo que ocurre en el escenario creativo: novedades expositivas, la tenacidad de las galerías, y por su puesto lo que piensan y hacen los artistas: sus conceptos y sueños. Contiene cada número los debates que se dan aquí o en New York sobre tendencias y desfogues performánticos, callejeros o virtuales.
 
No ceja, pese a las circunstancias desoladoras: la trama social agujereada (podría ilustrar esta frase la exposición en la Galería D’Museo: Pasiones extremas, Mesa de reflexión, artistas sobre el hambre o con la que inaugurará el Museo de Arte Africano sobre la historia de las monedas), la economía otrora exultante convertida en una lata abollada y oxidada en un basural (cabría imaginar, las de sopas Campbell de Andy Warholl, desportilladas y ruinosas), las migraciones y las despedidas (ahora vendría al pelo el trabajo de Pedro Terán en Abra desde este 11: una barca nos dice mil ideas y las pone en blanco sobre negro). Mujer menuda y tenaz, propone y dispone.
Criada para ser luchadora, y pruebas para ejercer sus aprendizajes en el trayecto empresarial y familiar no le han faltado, tiene la buena costumbre de salir adelante. Si de cuna, no ha sido su vida lecho de rosas: ha tenido que sortear contra molinos inesperados, adversidades de alto calibre, enredos políticos desorbitados que afectaron su cotidianidad e hicieron tambalear firmas del linaje y expusieron al escarnio a los suyos. Eventos que no la amilanaron, ni entonces ni nunca, ahora vuelve por sus fueros: se arremanga con gracia eso sí y dice: este es el camino. Si luchar es su sino, eso explica sus proyectos de estreno.
 
De familia que viene de lejos y se instala en Falcón, de raíces judías y católicas que le dan amplitud de pensamiento, hija de un hombre que levanta un imperio en el mundo de los seguros no fueron los números su interés sino los museos, las instituciones culturales, admirar a Sofía Imber. Caresse Lansberg quiso ser médico, pero podrá decirse que la palabra curaduría salva el viraje vocacional. Lectora que encontró en Shakespeare norte y boya, contaría que descubre de la mano del psquiatra Rómulo Lander la rigurosidad de la prosa impecable y eterna del perfecto dramaturgo británico, y aquello que le dará sosiego: leerlo le hará adentrarse en una suerte de ritmo o mantra que aquieta, amén del catálogo de emociones y miserias humanas que están representadas en Hamlet o El rey Lear: he aquí un manual para entenderlo todo y vencer. Quien de jovencita adoró Londres y quiso radicarse allá regresó conminada por el padre que le pedía se involucrara con los intereses crematísticos del apellido: el regreso fue un compromiso blindado, dice, con el país.

El país le ha preocupado siempre y por eso su atención a los que tienen con qué y no pueden. Becas de fundaciones a su cargo llevarían a muchos jóvenes a Nueva York para que cambiaran de perspectiva, aspiraran nuevos aires, vieran la movida del mundo en su capital. Allí donde vive Lara, su hija fotógrafa y premiada, fueron cada año becarios de la fundación familiar que dirigía para revisar técnicas y puntos de mira. Quiere remedar aquellos tiempos contra todo pronóstico aquí y ahora; empezar por repotenciar la revista que ha dirigido y reflotarla para que nunca pierda la calidad que la hace referencial. Tiene la idea de armar una especie de sistema colaborativo que sirva de fondo para sostenerla y no arriesgar su permanencia en la palestra como ojo avizor, como voz cantante, como vehículo. Convida a amigos fieles a ser patrocinantes de esta idea que no es ni descabellada ni aislada: ha habido siempre mecenas no solo en la Caracas de los go founding sino en la historia por siglos. Ahora los cataloga: amigo lector, amigo fan, amigo leal, amigo benefactor, amigo mecenas. Cada uno podría aportar de menos a más, una vez o siempre, recursos para garantizar su presencia. Y para persuadirlos los convocó a un performance en la Galería Freites.
 
En una exposición están puestas contra la pared una síntesis de las fotos esenciales publicadas (tomadas por Vasco Szinetar) con las caras de los primeros entrevistados y colaboradores (un bisoño Boris Izaguirre, un consagrado Jacobo Borges, un iniciado Ángel Sánchez, un posicionado Jorge Pizzani) junto a los fotógrafos que hicieron sus primeras portadas como autores de cover allí (Fran Beaufran). La revista es una deconstrucción que la convierte, cual matrioska, en objeto de arte que contiene arte como objetivo. Tal diseño atraería a los lectores de la revista Estilo que llegaron imantados por aquella instalación que incluiría videos con las voces de los entrevistados. Tal puesta en escena tendría resonancia magnética en los oídos de los presentes. Añádase la presentación de la propuesta de un premio anual para los jóvenes artistas llamado Luis Ángel Duque: una idea que movería la sensibilidad de los presentes desde el nombre de quien fue el ojo descubridor de la mayoría de los pinceles de los ochenta. En un país que requiere costura, y cuya red de instituciones está rota, la Fundación Cultural Estilo (www.fundacionculturalestilo.com) convencería con su tenacidad.
Es que también eso de buscar fondos le viene a Caresse Lansberg de familia: es descendiente directa de Abraham Senior, tesorero de los reyes católicos: nada más y nada menos el mismo que habría buscado los fondos que financiaron los viajes de Colón, o sea, su antepasado fue quien hizo posible el arribo del expedicionario a estas orillas, pues. ¿Cómo no conseguiría Caresse Lansberg conminar apoyos para su también redonda idea? Así lo hizo en una celebración donde su clamor habría sido escuchado, y es que celebrar también es cosa de familia: su madre y su padre se conocieron en una fiesta amenizada por la Billos, en Curazao. (Esto confirma otro de sus lemas: “Sin arte no habría historia” y sin esta historia, tampoco su arte).
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