Desde una visión kelseniano el Estado es un todo, como un sistema de jerarquía
Valores del Estado Ciudadano
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Por Carlota Salazar Calderón


Desde una visión kelseniano el Estado es un todo, como un sistema de jerarquía. Un manto que envuelve a sus habitantes, a su territorio y a sus instituciones políticas y sociales; donde se acobija el espíritu de sus ciudadanos, de allí que los valores del Estado deben ser los valores de su sociedad. Quiere decir que cuando hablamos de cambios en el sistema político del Estado en Venezuela estamos hablando de uno que contenga los valores de los venezolanos. Valores que han sido objeto de análisis por parte de estudiosos en el comportamiento social, unos nos etiquetan de vivos el vivo criollo, que llaman, otros de levantistas, banales. Asumiéndonos como los de una sociedad profundamente dividida, diezmada y empobrecida desde la división de la Gran Colombia, cuando en esta tierra quedaron indígenas, blancos criollos, cimarrones, negros, pardos, esclavos, pobres, comerciantes, ricos con diversos intereses, sin institucionalidad que pudiera compatibilizarlos y un liderazgo caudillista de mando fuerte que asaltaba el poder para repartirse el botín. Todos contra todos, desintegrados en parroquias y municipios bajo el poder real de ese caudillo, quien imponía su autoridad a la fuerza, no la ley, que acostumbró a la sociedad a lograr las cosas por los caminos verdes, en el oportunismo, sobornando o jalando bolas.
Quizás por ello Laureano Vallenilla Lanz, uno de los positivistas más importantes del siglo XX, sostuvo la tesis del Gendarme Necesario. El Cesar democrático, Juan Vicente Gómez, la mano dura que pacificó al país a costa de los valores públicos de libertad, igualdad y fraternidad, tan divulgados por esos tiempos. Pero además la tan añorada democracia que debió inculcar sus valores no se hizo, por el contrario las elites palaciegas se encapsularon a tomar decisiones por los demás. Mientras la sociedad la disfrutaba como maná de oportunidades, donde el ciudadano sólo vota y hace lo que le da su gana, sin compromiso con el país.
 
Venezuela un país de cogollos en la disputa por el poder político, mientras más antagonismo más alejamiento del ciudadano, porque el que gana arrasa con todo y aplasta al otro – el levantismo-. Así: (1830-1935) – oligarcas, liberales, federales, centralistas; (1935-1959) militaristas, dictatoriales, demócratas, comunistas; (1959-1999) demócratas liberales, socialistas, comunistas y (1999-2012) demócratas liberales, demócratas socialistas, comunistas y el espacio de los ni-ni, que cada día crece más.
Quizás por esos valores es que no tuvo eco el planteamiento de nuestros ilustres héroes civiles: Alberto Adriani y Arturo Uslar Pietri, en cuanto invertir en el fortalecimiento de la sociedad los recursos provenientes del petróleo, lo cual se conoció con la frase de “sembrar el petróleo”.
Pero, esos han sido los valores ¿de los venezolanos? o ¿los valores de sus cúpulas?. Me hago la pregunta porque también vemos otros valores como el de los madrugadores petareños que pasan horas haciendo cola para tomar el transporte y llegar temprano a su trabajo; el joven humilde que con el esfuerzo de la madre trabajando en casas de familia, no en la prostitución, pasa a ser un profesional exitoso; la líder de calle que deja su casa y sus ocupaciones familiares para atender a sus vecinos; los voceros de consejos comunales que apartan sus diferencias partidistas para trabajar juntos por el bien común, los miembros de las ONG que apuestan al país esperando sólo que las cosas funcionen.
 
Pienso que por eso cuando, y no porque seamos sin vergüenzas, el apagón de tres días se veía la gente haciendo sancochos, jugando dominó en la calles, esperando volviera la luz. Es ese venezolano paciente, conformista, como Juan Bimba, noble de espíritu, que se quita literalmente la comida de la boca para dárselo al necesitado, es esa mujer pobre que respeta su patrona rica porque se lo ha ganado con trabajo y esfuerzo.
Entonces los valores del “vivo criollo” ¿no serán los impuestos por las cúpulas? Y los nuestros están allí en el tintero, en esas calles de tierra, en los fogones en el patio y en esos corazones valientes que resisten cualquier adversidad. Es esa la Venezuela profunda, la silente, la que no tiene voz pero sí otros valores, como la solidaridad, inclusión y el reconocimiento.
Con esa mirada al pasado y en el hoy y ahora, debemos reflexionar si seguimos dejando que unas cúpulas nos impongan sus valores o si decidimos alzar la voz y comenzamos a evidenciar los nuestros: la solidaridad, franqueza, amabilidad, respeto, trabajo, compromiso, inclusión, reconocimiento. Dejamos para el próximo artículo unos estudios de opinión muy interesantes que develan nuestros valores.

carlotasc@gmail.com
@carlotasalazar
 
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