Por José Ignacio Moreno León
A principios de 1936 Venezuela comenzaba a salir de la penumbra de la más larga dictadura de su historia, iniciándose importantes cambios políticos bajo la sobria conducción de Eleazar López Contreras. Era entonces un país con una endeble economía básicamente apoyada en el cultivo del café y el cacao, pero en la que ya empezaba a sentirse la influencia de la naciente industria petrolera que, en manos foráneas había iniciado nueve años antes sus exportaciones.
Fue entonces cuando Arturo Uslar Pietri, el joven abogado, político y escritor que apenas contaba 30 años, se integra a la redacción del recién creado diario AHORA y el 14 de julio de ese año publica el histórico editorial en el que alertaba sobre la necesidad del racional aprovechamiento de la potencial riqueza que vislumbraba para el país, como producto del futuro desarrollo petrolero, invirtiéndolo en la promoción de una economía productiva y diversificada, bajo la consigna de Sembrar el petróleo, para entonces insistiendo en la modernización del desarrollo agrícola y agroindustrial. Posteriormente y, frente al reto de las nuevas realidades globales y la experiencia de su tiempo como embajador en la UNESCO, el doctor Uslar se empeñó en alertar sobre los daños del rentismo y la necesidad de incrementar los recursos, básicamente derivados del petróleo, en una reforma sustancial de nuestro sistema educativo, en todos sus niveles, como estrategia fundamental para impulsar el progreso del país.
A más de ocho largas décadas de esa consigna histórica, desafortunadamente tenemos que afirmar que ese mensaje constituye aún un compromiso pendiente que ni los sucesivos gobiernos, ni la sociedad venezolana han sabido honrar en su justo valor, ya que a pesar de los inmensos recursos generados por el petróleo y los innegables logros de modernización alcanzados, en el país no se ha concretado aún la economía diversificada y competitiva necesaria para asegurar el progreso y la equidad social, lo que nos coloca en preocupante desventaja frente a la dinámica tendencia de cambios que se experimentan a nivel global con el surgimiento de una economía planetaria impulsada al ritmo de profundas innovaciones tecnológicas y de una nueva revolución industrial en la que ya no serán las materias primas, como el petróleo los factores dinamizadores del progreso, sino las ventajas competitivas creadas por el ingenio humano en la sociedad del conocimiento que se está configurando como característica del siglo en curso. Por lo que el manejo rentista, el populismo y el capitalismo de Estado tienen muy pocas posibilidades para insertar, en términos competitivos, la economía de las naciones en la nueva dinámica del progreso.
En Venezuela, ante el evidente agotamiento del rentismo petrolero y la crisis social y de valores que sufre el país, se impone la necesidad de romper con la cultura rentista y el populismo y con los esquemas del capitalismo de Estado, promoviendo el capital social como palanca de un desarrollo humano sustentable, lo que implica una profunda reforma educativa, con énfasis en un sistema educativo de excelencia y de educación en valores para construir una democracia de ciudadanos, como lo han logrado la mayoría países nórdicos como Finlandia y Noruega que han sabido incorporarse oportunamente a la demanda de los nuevos tiempos y, en menos de cinco décadas, han alcanzado destacados niveles de progreso y calidad de vida.
Frente a estos contrastes y ejemplos exitosos de buen gobierno y apropiadas estrategias de desarrollo y, sobre todo tomando en cuenta el potencial de recursos de nuestro país, tenemos que ser optimistas sobre las posibilidades de repuesta positiva a la reiterada consigna histórica de Uslar Pietri. Para ello debemos potenciar la capacidad de nuestro pueblo para superar las trabas y complejos que han dificultado el progreso del país, con la modernización de nuestro sistema educativo y la educación en valores para impulsar los principios éticos, la solidaridad, la honestidad y la conciencia cívica, componentes fundamentales del capital social y para promover la cultura de la excelencia, el emprendimiento y la productividad en una sociedad genuinamente democrática en la que todos participen en la construcción de ese progreso y todos se beneficien equitativamente de sus frutos.
Se trata de un magno compromiso nacional, entendiendo que el principal recurso del país somos los propios venezolanos. Por ello conviene recordar el mensaje final que en Mayo de 1999, en ocasión de la instalación en su honor de la Cátedra de Economía Venezolana en la Universidad Metropolitana nos dejara el doctor Uslar, señalando que “ Hoy más que nunca es perentorio que los venezolanos despertemos, que los venezolanos nos olvidemos de ser un país rentista, que planteemos la necesidad de crear una nación moderna, en este territorio, que inmolemos muchos ídolos, que nos olvidemos de muchas mentiras convencionales y nos pongamos a trabajar con seriedad, con resolución y con modestia en enmendar los errores del pasado y hacer el país moderno pero sanamente desarrollado que Venezuela debe y puede ser.-