Por Rafael Simón Jiménez
Rómulo Betancourt, el político más exitoso del siglo XX venezolano, y Salvador Allende líder de la izquierda chilena, derrocado y supliciado por el golpe fascista del 11 de de septiembre de 1.973, cultivaron durante años una solida amistad y una afinidad en sus propósitos políticos, que se mantuvo hasta fisurarse a comienzos de la década de los sesenta del pasado siglo, a propósito de la identificación y solidaridad de este último con la revolución comunista cubana, de la cual Betancourt fue reconocido antagonista.
Salvador Allende, fue desde muy joven fundador y militante del partido socialista chileno, desempeñándose en 1.938 como ministro de Sanidad del gobierno de frente amplio que encabezo Pedro Aguirre Cerda.
Al país austral llega como exiliado político en octubre de 1.939 al político venezolano, que había logrado evadir por casi tres años la ejecución de la orden de expulsión del territorio nacional impuesta por el gobierno del General López Contreras, como sanción a la supuesta filiación comunista de los jóvenes dirigentes que habían encabezado las acciones de protesta y organización popular luego de la muerte de Juan Vicente Gómez.
Allende que un año antes había contraído matrimonio con Hortensia Bussi, decidió en gesto de solidaridad llevar a vivir a su apartamento de habitación al joven exiliado venezolano, que fue invitado a participar e intervenir en el VI congreso del partido Socialista. Como parte de la rutina diaria los futuros presidentes de Chile y Venezuela, ejercitaban su condición física, mediante prácticas de boxeo, donde ambos contendientes bajo la dirección de un instructor al que apodaban “chicharrita “y el que además les servía de sparring, hacían guantes cada mañana.
Al calor de la solidaridad y el afecto de la familia Allende – Bussi, se construyó entre ambos dirigentes una muy estrecha amistad. Cuando Betancourt regresa a Venezuela un año más tarde, mantendrá permanente comunicación e intercambio de opiniones con el dirigente de los socialistas Chilenos.
En el periodo 1.948 – 1.958 cuando se instaura en Venezuela una férrea dictadura militar, Chile será destino obligado de muchos exiliados que encuentran en su gente y en los líderes de las distintas corrientes políticas internas una identificación a toda prueba. Salvador Allende, que desde la década de los años cuarenta ocupa ininterrumpidamente un curul en el senado, dejara oír en múltiples oportunidades su voz para denunciar la situación de los presos y perseguidos políticos en Venezuela, y hacer fuertes requerimientos contra el régimen castrense.
En 1.958, al caer la tiranía de Marcos Pérez Jiménez, múltiples dirigentes chilenos viajan a Venezuela. Aniceto Rodríguez senador y secretario general del Partido Socialista y el chileno Universal de Pablo Neruda, figuran entre los más distinguidos. Al ganar las Elecciones Rómulo Betancourt en diciembre de 1.958, entre los invitados privilegiados a su toma de posesión asistirán los senadores Salvador Allende y Eduardo Frei Montalva, este último dirigente de la falange Nacional que luego se convertiría en el Partido Demócrata Cristiano chileno, y quienes a pesar de sus antagonismos políticos también fraguaron una estrecha amistad, que se rompería con el respaldo prestado por este último, a la sedición que culminara con el golpe de estado de septiembre de 1.973.
En abril de 1.960, de nuevo se harán presentes en Venezuela los senadores Allende y Frei, para asistir a la segunda Reunión del congreso Pro Democracia y Libertad que bajo el auspicio del Presidente Betancourt, reunió a los líderes más importantes del continente en un compromiso de lucha contra las dictaduras, la cita será presidida por el intelectual venezolano Miguel Otero Silva, y en su sesión inaugural intervendrán ambos líderes chilenos ratificando su compromiso con las luchas libertarias.
En el contexto de esa última reunión, cuando ya afloraban en América Latina los deslindes y las confrontaciones que generaría la revolución cubana triunfante en Enero de 1.959, cuenta Rómulo Betancourt, que en una conversación privada sostenida con su viejo amigo Salvador Allende, a quienes sus íntimos llamaban el “Chicho “, le solicitó definirse en cuanto a su postura frente al proceso que encabezaba Fidel Castro, y que al este expresarle su plena identidad y defensa de la revolución cubana, sintió que aquella vieja y fraterna relación cultivada durante tantos años se había cuarteado ante la imposibilidad de conciliar sus posturas políticas.
Sin embargo cuando Salvador Allende, Presidente de Chile, decide sacrificar su vida defendiendo su dignidad y la voluntad de su pueblo, frente al golpe militar fascista; Rómulo Betancourt enviará a su viuda Hortensia “Tencha Bussi de Allende”, un telegrama de condolencias, donde recordaba los orígenes de su amistad y los tantos años de luchas comunes compartidos, y el sólido afecto que los había unido, seguramente el ex mandatario venezolano debió recordar cuando recibido familiarmente en el hogar de los Allende, durante su segundo exilio, practicaba boxeo y hacia guantes con el fallecido mandatario.