Por Douglas Zabala
Vos sabéis que León Achiel Jerome Höet, aunque amaba a nuestra querida Maracaibo, nació en los Flandes Occidentales de Bélgica, un 10 de septiembre de 1891 en un pueblito a las orillas del mar llamado Lichtervelde. Quizás por esas cosas de la naturaleza y la vida vino a dar a esta bahía, para hacernos sentir orgulloso de ser maracuchos.
Cuando Guzmán Blanco quiso modernizar a Venezuela, contrató, entre otros técnicos, a los belgas, quienes eran expertos en convertir el hierro fundido, en estructuras que servirían de soporte a sus obras. Así, el Capitolio, puentes y teatros, fueron construidos por los ingeniosos técnicos de Bélgica.
En los tiempos de Juan Vicente Gómez, la Compañía The Caribbean Petroleum Corporation, trajo a Maracaibo al Ingeniero León Jerónimo Höet. Con esa empresa anduvo sacando petróleo hasta 1926 cuando el gobernador Vicencio Pérez Soto, lo contrata para iniciar en la ciudad su remodelación.
Una década bastó para que Höet provocara una nueva forma de ver la fachada arquitectónica de una Maracaibo que comenzaba a dejar su pasado, para ir al encuentro definitivo con el modernismo y su eterno rostro de nacimiento para las generaciones futuras.
El Teatro Baralt y el recordado Aeropuerto Grano de Oro junto al Hospital de Niños son creaciones de este catire. La Basílica de la Chinita, el Mercado Principal (hoy Lía Bermúdez) y el Museo Rafael Urdaneta, así como el Palacio de las Águilas, fueron parte del ingenio de este gran hombre de ultramar, que vino a poner bonita a Maracaibo.
Además, la Asamblea Legislativa, el Hospital Psiquiátrico, la Plaza del Buen Maestro y el Convento, entre otras, son las obras donde el gran León Höet, dejó estampada su huella, para el Maracaibo de siempre que jamás lo olvidará. Pa’ que vos sepáis.