La fiebre de un Mundial de fútbol es única, abarca todos los ámbitos.
"Sino es Panini, es Chimbini"
      A-    A    A+


Por Hernan Quiroz Plaza

Televisión, radio, periódicos, revistas, redes sociales, comentarios en la calle, en el trabajo, en una tasca, publicidad en la ciudad; en fin un evento deportivo que paraliza el planeta.

Entra también la fiebre de coleccionar las barajitas del mundial, y por supuesto una de las más famosa es Panini, tanto así que en una publicidad venezolana, el recordado periodista, profesor universitario, amigo y compañero labores de este servidor, José Visconti comentaba "...si no es panini, es chimbini.."
El efecto de una fiebre puede hacer delirar, y a nosotros como que nos pega es remontándonos a nuestra niñez, destapando sobrecitos para ligar poder pegar la mayor cantidad de ellas.
Las mini-tertulias con el unico tema de "trueque-compraventa" de barajitas.

El grupo Panini, fundado en 1961, con sede en Modena, Italia, es el fabricante del álbum del mundial de fútbol. La compañía es una referente en el mercado de figuritas -principalmente para niños- en Europa y América Latina y tiene subsidiarias y distribuidores oficiales en varias partes del mundo. Desde 1970, fabrica el álbum donde los coleccionistas pueden colocar las láminas de 49 x 65 mm de los jugadores de las 32 selecciones que participan en el torneo, junto a estadios, trofeo, mascota y balón oficial. Los paquetes de calcomanías vienen con 5 figuras en cada uno para llenar las 80 páginas del álbum.

“Llenamos el álbum con mi hermano mayor, fue una emoción muy fuerte. No existían las Panini todavía, las figuritas (cromos, monas…) se llamaban “Ídolos del deporte” y la temática era el Mundial ‘62. Las tres más difíciles: Néstor Ross -aquel de River y Millonarios-, Tobar, un delantero chileno, y... Pelé. Pelé era la imposible de conseguir, nadie la había visto siquiera. ¡Pero lo logramos! La cambiamos a otro chico, que insólitamente la tenía repetida, por sesenta y cinco figus… Era como comprar a Mbappé ahora, te damos 300 millones y cuatro jugadores. La pegamos con esmero litúrgico y llevamos el álbum al distribuidor, que, tras comprobar si estaba debidamente completado, te daba una pelota a cambio. Era el premio. La pelota era preciosa, marrón clarito, de las de antes, un sueño, pero entregar ese álbum fue triste, ¡era tan hermoso verlo lleno, había costado tanto esfuerzo!” De esta manera rememora el excelente periodista Jorge Barraza desde la tierra natal de Maradona.

Eran tiempos cuando la televisión recién empezaba, no transmitía los partidos en vivo sino hasta dos días después, y no todos. La radio era tan reina como Isabel II. Y las figuritas suponían el escaso marketing que decoraba el Mundial. Con ellas se entraba en clima de competencia. Era todo tan simple que cuesta imaginarlo, como entonces resultaría inimaginable que en Qatar habrá estadios refrigerados y un metro que atravesará el desierto por vía subterránea para ir de una ciudad a otra. O que se juegue en Qatar…

“Aquel de Chile fue un Mundial casero, muy sencillo, nada que ver con el despliegue tecnológico, de dinero y de gente que se hace hoy en cada Copa”, contó Emilio Lafferranderie, “El Veco”, periodista de tres banderas, estrella en los años dorados de la revista “El Gráfico”. Fue su primera cita con esa dama subyugante llamada Copa del Mundo. “Los estadios eran modestos y, salvo el de Santiago, pequeños. Creo que ninguno fue hecho exclusivamente para la Copa. Tampoco tendrían luz porque todos los partidos se jugaron de día. El de Rancagua sería para unas 10.000 personas. Y sobraba espacio. Es que era otro el mundo, otro el fútbol. Ni comparar con los fabulosos escenarios de ahora”.

Pero nos deslumbraba. Creeremos hasta la tozudez que aquello era mejor que esto. Nada que ver, es sólo por la humana inclinación de adorar el pasado. Todo era más elemental. Lo cuenta Antonio Ubaldo Rattin, capitán durante años de la Selección Argentina: “Íbamos a debutar en el Mundial de Chile contra Bulgaria y no sabíamos ni de qué color era la camiseta de los búlgaros. A la Copa de las Naciones en Brasil, 1964, fuimos invitados a último momento. Desistió Italia y llamaron a Argentina. Minella era el técnico, citó a los jugadores de urgencia y nos juntamos por primera vez en el ómnibus que nos llevaba al aeropuerto. Y la primera práctica la hicimos en Río de Janeiro. Pese a eso, jugamos muy bien y fuimos campeones venciendo a Inglaterra, Portugal y Brasil”. Semejante improvisación invita a creer en proezas homéricas. Pasa que los otros equipos también improvisaban. Se jugaba lento, con enormes espacios, se marcaba de lejos y los habilidosos se daban un festín. Sin embargo, visto en perspectiva, aquel fútbol parece hermoso y “muy superior al actual”. En absoluto, es sólo la sublimación del ayer. Un señor intrépido, subido a lo más alto del estadio, cambiaba manualmente los carteles del marcador. Nunca trabajó tanto como aquella vez de Hungría 10 - El Salvador 1, en España ‘82. Jamás había pensado usar la número 10, pero sucedió. Transpiró: once veces debió intervenir. Ahora los carteles electrónicos nos repiten el gol al instante y dan todas las informaciones, cambios, cantidad de público. Pero el sabor de aquellos tableros es incomparable.

Esta historia es de Ricardo Vasconcellos Rosado, historiador riguroso y columnista de alto mérito del diario El Universo, de Guayaquil (La Perla del Pacifico): “En el Sudamericano del ‘45 jugaron por Ecuador los mellizos Mendoza, panameños que llegaron muy jóvenes a Guayaquil. Los dos ficharon por Millonarios luego, en 1946 y 1947. Eran calcados. Aún ya viejos resultaba imposible distinguirlos. Yo trabajaba en el Seguro Social cuando ellos estaban jubilándose y me visitaban continuamente por su trámite. Jamás supe cuál era el que entraba en mi oficina. Lo gracioso, que lo oí contado por ellos mismos, fue que ante Argentina entró jugando Luis Antonio, un gran mediocampista que salió lesionado al terminar el primer tiempo. El técnico Orlandini hizo entrar en su lugar al mellizo José Luis sin gastar el cambio. Imposible para el árbitro, jueces de línea y rivales percatarse de la jugarreta”.

Después de meter a Mendoza por Mendoza, Orlandini hizo las tres sustituciones que permitía el reglamento. Y sonrió de su propia picardía. Por supuesto, hoy no se podría hacer. Y eso nos encanta de lo pretérito: la sencillez de las cosas. Ángel Berni, puntero derecho del equipo de Paraguay campeón de la Copa América de 1953 que jugó en el Boca Juniors de Cali. Donó su casaca número 7 de aquel torneo al museo de la Conmebol. Se le preguntó si era la que había usado en la final frente a Brasil. “No, la de todo el torneo. Nos daban una sola a cada uno. Y la teníamos que lavar después de los partidos”. Muy simpático. Hoy, cada selección lleva treinta juegos de camisetas al Mundial.

Alcides Gigghia, autor del gol más relevante de la historia, refería en una entrevista cómo festejaron en 1950, al volver desde el Maracaná al hotel tras vencer a Brasil 2 a 1 y dar el batacazo más grande de la historia: “Como no encontrábamos al tesorero, hicimos una colecta entre todos para comprar unas cervezas y unos sándwiches. Nos fuimos a una pieza a celebrar”. Las camisetas sin publicidades, limpias, la emoción que nos traía la radio y que no podíamos discutir por falta de imagen, los futbolistas que eran seres verificables y estaban al alcance de los hinchas, no los semidioses de hoy. Pero si miramos videos de hace sesenta o setenta años vemos un fútbol cándido, permisivo, muy lejos de la proezas técnicas y goleadoras del presente, aun cuando el grado de oposición es mucho mayor. Todas las actividades de la vida evolucionaron, el fútbol también.

El mismo Veco, pese a ser de aquel tiempo, reconocía: “Fue un lindo Mundial el del ‘62, con grandes estrellas. Bobby Charlton, Sekularac, Puskas, Garrincha... Entonces no había presiones de ninguna naturaleza, el que era bueno lo demostraba, jugaba tranquilo. También hay que ser sincero: antes se marcaba mucho menos. Por eso aquellos monstruos podían hacer esas cosas asombrosas”. La sencillez y el romanticismo de antes no vuelven nunca más. Eso extrañamos, no el juego, el juego es infinitamente mejor ahora.

"Lo que se vive en este mundial no lo vi ni en el de Rusia, Alemania, ni el de Estados Unidos", afirma a BBC Mundo Claudio Páez, dueño desde hace 30 años de un kiosco en Almagro, un barrio de la Ciudad de Buenos Aires.Él cuenta que los clientes hacen fila y que los paquetes y los álbumes de figuritas se agotan en horas.

"Me dijeron de todo. La gente está nerviosa, desesperada", expone. El kiosquero opina que este gran interés se debe a que "el equipo argentino genera ilusión y hay esperanza. Entonces, al ser un pueblo muy futbolero, al ver toda esa magia desplegada con Messi al 100%, hizo estallar todo". En Colombia, el sobre de figuritas pasó de costar en el mundial de Rusia unos 2.000 pesos (equivalente a unos US$0,45 actuales) a US$3.500 pesos colombianos (US$0,78), señala el diario El Espectador.En Brasil, cada paquete se vende a 4 reales (unos US$0,78), el doble que hace cuatro años. Eso elevaría el costo para completar el álbum a 3.865 reales (unos US$737), 1,5 veces el ingreso mensual promedio en el país, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, calcula Bloomberg.En México, el precio de figuritas se consigue en 18 pesos (US$0,90). Esto representa un 50% más que en los valores del Mundial Rusia 2018, mientras que, en Argentina, el paquete de figuritas experimentó una inflación de cerca del 1000% en solo cuatro años.En Reino Unido, según el experto en finanzas de fútbol Kieran Maguire, completar el álbum oficial de Qatar 2022 podría costar hasta 883,80 libras esterlinas (unos US$1018).En Venezuela, Panini a través de Instagram la empresa anunció la preventa y el precio en divisas para el álbum. En tal sentido los 50 sobres de barajitas tendrían un costo de 54 dólares, mientras que el álbum más una caja de 104 sobres costará 108 dólares. No obstante, si los fanáticos desean adquirir el álbum en su presentación de tapa dura podrán comprarlo en combo con 50 sobres por el precio de 62 dólares. También está la opción de adquirir el álbum tapa dura más la caja de 104 sobres por 116 dólares.

¿Por qué subieron los precios? Los expertos explican que "Panini tiene que pagar una cifra de regalías a la FIFA"."Y tienen que negociar con las asociaciones de fútbol individuales para obtener los derechos de uso de la camiseta y el escudo. Así que es un negocio caro para ellos". Pero enfatizan que la tradición hace que las personas sigan con el pasatiempo. "No hay mejor sensación que esa calcomanía final en ese equipo final, especialmente si se hace antes de que comience el torneo",concluyenlos expertos. En fin, la fiebre del Mundial, sección "Álbum del mundial Panini" nos ha afectado a todos y nos sirve a todos como una válvula de escape a la presión reinante en el ambiente de trabajo y a los problemas que uno u otro podamos tener. Bienvenida sea esa fiebre…



Ver más artículos de Hernan Quiroz Plaza en