Entre el 15 y el 22 del mes hebreo de Tishrei, los judíos celebran la Fiesta de Las Cabañas: Sucot.
La Sucá Eterna
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Por Elías Farache S

Durante siete días se hace vida en unas precarias cabañas que son poco resistentes a la intemperie, se recuerda la salida de Egipto y las condiciones del éxodo a la Tierra Prometida, con cuarenta años de deambular por el desierto. La sobrevivencia del pueblo de Israel entonces estaba a merced de la Providencia Divina.

El concepto inherente a la Sucá, la endeble choza que se convierte en vivienda y donde se pasa una semana comiendo, bebiendo y hasta durmiendo, tiene el mandato divino de ser tiempo de alegría. Curioso, que en medio de tal precariedad debamos sumirnos en un regocijo poco acorde con la seguridad material que no ofrece una débil construcción temporal. Es una manera de expresar nuestra comprensión de la esencia de la vida, pues a pesar de nuestras presuntas fortalezas personales, familiares, comunitarias o nacionales, la verdad es que estamos, como antaño, a merced de la Providencia. Nada en esta vida parece seguro, y el judío se somete a la Voluntad Divina entendiendo y reafirmando su fe en el Creador, y su reconocimiento de finitud y debilidad.

A decir verdad, toda la humanidad vive en el planeta como si fuera una endeble cabaña a expensas de una Naturaleza que le puede dar sorpresas desagradables en cualquier momento. Fenómenos naturales como inundaciones, huracanes o terremotos. Cuando no es eso, conflictos armados entre pueblos donde lo que menos priva es la lógica. Sin mencionar a la reciente pandemia que ha trastornado el mundo y sus convicciones. El ser humano se caracteriza por una fragilidad extrema de la cual no siempre es consciente.

El estado de Israel es el único estado judío del mundo. Desde su creación en 1948, se ha convertido en una garantía de vida y de respeto para todos los judíos en todas partes del mundo. Después de dos mil años de exilio involuntario, hoy hay quien abogue por los derechos de los judíos dondequiera que estén, con mayor o menor fuerza, pero siempre presente. En la actualidad, Israel es considerada como una potencia militar y tecnológica, con cierta supremacía dentro del convulso Medio Oriente que le sirve de asiento.

Pero Israel está a merced de imponderables que no dependen de su fortaleza física real. Tiene un poderoso ejército, instituciones sólidas en todos los ámbitos de la vida nacional. Pero su supervivencia pende siempre de un hilo. Bien sea por conflictos internos, con los vecinos cercanos o con enemigos distantes geográficamente. En cada uno de esos espacios, su supervivencia está amenazada. Es como una Sucá, una cabaña gigante dentro de la cual sus habitantes pueden vivir y ser felices, pero siempre en manos de la Divinidad. Los atentados terroristas de todos los días, la amenaza de Gaza y sus cohetes, la de Hizbolá desde el Líbano, la eventualidad de un Irán poderoso y nuclear acechando al país.

Los judíos estamos siempre dentro de alguna Sucá. A merced del Todopoderoso, de su benevolencia. Se hacen los esfuerzos para que dentro de la cabaña las cosas fluyan, se tenga una vida llena de normalidad y de progreso. Pero sabemos que es una estructura endeble, sometida a inclemencias fuera de nuestro control… como en el desierto al salir de Egipto.

Quizás el texto que reza “Di-s levante la Sucá de David que está cayendo” se refiera a esa condición permanente de fragilidad, de apego continuo y necesario a la Divinidad, a el reconocimiento de nuestra propia y permanente debilidad. Dondequiera que estemos. En Egipto, el desierto, en Israel o en la Diáspora. En el planeta Tierra si queremos ser universalistas.

Los judíos celebran la Fiesta de las Cabañas, Sucot, en estos días. Pero la realidad es que la Casa de David es siempre frágil, tiende a caerse, se ruega al Todopoderoso que la sostenga.

Como la fe en Di-s…la Sucá es eterna.





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