Por Joe Rennison y Isabella Simonetti
La familia promedio en Ghana está pagando dos terceras partes más de lo que pagaba el año pasado por diésel, harina y otros productos indispensables. En Egipto, el trigo es tan caro que al gobierno le faltaron mil millones de dólares en su presupuesto para un subsidio al pan que les da a sus ciudadanos. Y Sri Lanka, un país que de por sí está luchando por controlar una crisis política, se está quedando sin combustible, comida y suministros médicos.
La fortaleza del dólar está empeorando la situación.
En comparación con otras divisas, el dólar estadounidense está más fuerte de lo que había estado en dos décadas. Está subiendo porque la Reserva Federal ha aumentado las tasas de interés de manera dramática para combatir la inflación y porque la salud económica de Estados Unidos es mejor que la de la mayoría. Juntos, estos factores han atraído a inversionistas de todo el mundo. A veces, solo compran dólares pero, aunque los inversionistas compren otros activos, como bonos gubernamentales, necesitan dólares para hacerlo y en cada caso elevan el valor de la moneda.
Esa fortaleza se ha convertido en buena parte de la debilidad del mundo. El dólar es la divisa de facto para el comercio internacional y su aumento excesivo está exprimiendo a decenas de naciones de bajos ingresos, en particular a las que dependen mucho de las importaciones de alimentos y petróleo y piden prestado en dólares para financiarlos.
“Estamos viviendo en un mundo donde hay pequeños incendios por todas partes”, comentó Mohamed El-Erian, presidente del Queens’ College, parte de la Universidad de Cambridge, y ex director ejecutivo de Pimco, un gestor de bonos valorados en dos billones de dólares.
“Si no prestamos atención, esos pequeños incendios podrían crecer mucho más”.El mayor costo de los alimentos y la energía como resultado de la guerra de Rusia con Ucrania ya está perjudicando a algunos países de los mercados emergentes. El aumento del dólar, cuya fortaleza se mide contrastándola con una canasta de divisas que representan a los principales socios comerciales de Estados Unidos, ha exacerbado esos problemas encareciendo aún más la importación de productos vitales por medio de divisas más débiles.
Un dólar fuerte obliga a los países a usar más de sus propias monedas para comprar la misma cantidad de productos. Ese precio mayor implica que sin querer están importando más inflación junto con sus granos y combustible. Y como piden dólares prestados, deben pagar intereses en dólares, lo cual se suma a sus dificultades financieras.
ALGUNOS PAÍSES YA SON MOROSOS. OTROS CAMINAN POR LA CUERDA FLOJA.
Una crisis de deuda soberana se podría propagar pronto, lo cual arruinaría la frágil recuperación de la pandemia y amplificaría la probabilidad de una recesión mundial severa.
“El panorama luce un tanto inestable en este momento”, comentó Leland Goss de la Asociación Internacional de Mercados de Capitales, una organización comercial. “Parece haber un consenso en torno a que es la primera vez, desde hace mucho tiempo, en que podríamos enfrentar la reestructuración no solo de un país, sino de un montón de naciones”.
Según S&P Global Ratings, cuatro países de mercados emergentes han incumplido el pago de sus deudas en lo que va de este año: Rusia, Sri Lanka, Bielorrusia y Ucrania.
Otros diez países están en “tensión severa”: Argentina, Líbano, Ghana, Surinam, Zambia, Etiopía, Burkina Faso, República del Congo, Mozambique y El Salvador, de acuerdo con la agencia calificadora. De las 94 soberanías en mercados emergentes que califica S&P en todo el mundo, más de una cuarta parte tiene B menos o más bajo, una calificación de baja calidad que indica una inversión de alto riesgo.
La situación desoladora forma parte del daño colateral de la guerra de Rusia con Ucrania y la lucha de la Reserva Federal contra la inflación, asimismo, resalta las conexiones globales que han dejado el destino de los países de todo el mundo ligado de forma inextricable a las decisiones que se toman en Moscú y Washington D. C.
“Estamos en una situación frágil”, comentó El-Erian. “Un país tras otro están en luz amarilla y algunos ya están en luz roja”.
Muchos países de bajos ingresos ya tenían dificultades durante la pandemia.
Más o menos 22 millones de personas en Ghana, una tercera parte de su población, reportó un declive en su ingreso entre abril de 2020 y mayo de 2021, según un estudio del Banco Mundial y la UNICEF. Los adultos en casi la mitad de los hogares con hijos que se registraron en el estudio afirmaron que no estaban haciendo todas sus comidas porque no les alcanzaba el dinero. Casi tres cuartas partes respondió que habían aumentado los precios de los principales productos de comida.
Luego llegó la invasión de Rusia a Ucrania. La guerra entre dos de los principales exportadores de comida y energía del mundo produjo un gran aumento de los precios, en especial para importadores como Ghana. Los precios al consumidor incrementaron un 30 por ciento para el año que terminó en junio, según datos de la firma de investigación Moody’s Analytics. Para productos domésticos esenciales, la inflación anual este año ha llegado a un 60 por ciento o más, según los datos de S&P.
Para ilustrar esto, consideremos el precio de un barril de petróleo en dólares frente al cedi ghanés. A inicios de octubre del año pasado, el precio del petróleo estaba a 78,52 dólares por barril, se elevó a casi 130 dólares por barril en marzo antes de caer a 87,96 dólares a principios de este mes, un alza de un 12 por ciento durante un año en términos de dólares. Durante el mismo periodo, el cedi ghanés se ha debilitado más de un 40 por ciento frente al dólar, es decir que el mismo barril de petróleo que costaba casi 475 cedis hace un año ahora cuesta más de 900 cedis: casi el doble.
Para agravar el problema están los grandes subsidios financiados por el Estado — algunos iniciaron durante la pandemia o aumentaron a lo largo de esta— que ahora son un peso para las finanzas gubernamentales.
El presidente de Ghana recortó los impuestos al combustible en noviembre, perdiendo aproximadamente 22 millones de dólares en ingresos proyectados para el gobierno, según las últimas cifras disponibles.
En Egipto, se espera que el gasto en lo que el gobierno define como
“productos básicos de suministro”, que casi en su totalidad es trigo para su subsidio al pan de larga duración, ascienda a un 7 por ciento de todo el gasto del gobierno este año, un 12 por ciento más —o más de 500 millones de dólares— de lo presupuestado por el gobierno.
A medida que los costos se dispararon durante la pandemia, los gobiernos se endeudaron más. A fines de 2019, la deuda pública de Ghana creció de 40.000 millones a casi 60.000 millones de dólares, ubicándose en casi el 80 por ciento de su producto interno bruto, según Moody’s.
Es uno de los cuatro países enumerados por S&P, junto con Pakistán, Nigeria y Sri Lanka, donde los pagos de intereses por sí solos representan más de la mitad de los ingresos del gobierno.
“No nos podemos olvidar de que esto está ocurriendo en la parte final de una pandemia que no se había dado en un siglo en la que los gobiernos sí pidieron más dinero para intentar apoyar a las familias de la mejor manera posible”, comentó Frank Gill, analista de S&P.
“Es una crisis después de otra crisis”.
En mayo, Sri Lanka incumplió su deuda gubernamental por primera vez en la historia. Durante el último mes, los gobiernos de Egipto, Pakistán y Ghana han recurrido al Fondo Monetario Internacional para un rescate pues les está costando trabajo satisfacer sus necesidades para financiar la deuda y ya no pueden acudir a inversionistas internacionales para recibir más dinero.
“No creo que haya mucho interés para prestarles dinero a algunos de esos países”, comentó Brian Weinstein, codirector de transacciones de crédito en Bank of America. “Están increíblemente vulnerables en este momento”.
Esa vulnerabilidad ya se refleja en el mercado de bonos.
En 2016, Ghana pidió un préstamo de mil millones de dólares a 10 años, pagando una tasa de interés de poco más del 8 por ciento. A medida que la situación financiera del país ha empeorado y los inversores han retrocedido, el rendimiento, un indicador de lo que ahora le costaría a ese país pedir prestado dinero hasta 2026, ha aumentado por encima del 35 por ciento.
Es un costo insostenible para un país en la situación de Ghana. Y no es el único caso. Para los bonos que también vencen en 2026, los rendimientos para Pakistán han alcanzado casi el 40 por ciento.
“Nos preocupa que algún país tenga rendimientos que pongan en duda su capacidad para refinanciar en los mercados públicos”, dijo Charles Cohen, subjefe de división de los departamentos de mercados monetarios y de capital del FMI.
El riesgo de una crisis de deuda soberana en algunos mercados emergentes es “muy, pero muy alto”, opinó Jesse Rogers, economista de Moody’s Analytics. Rogers equiparó la situación actual con las crisis de deuda que aplastaron a Latinoamérica en la década de 1980, la última vez que la Reserva Federal buscó apaciguar una inflación elevada.
En lo que va de este año, se han retirado más de 80.000 millones de dólares de fondos mutuos y fondos de acciones indexadas y sectoriales —dos tipos populares de productos de inversión— que compran bonos de mercados emergentes, según EPFR Global, un proveedor de datos. Cuando los inversionistas venden, Estados Unidos a menudo es el beneficiario, lo cual fortalece aún más el dólar.
“Es por mucho el peor año para los egresos que haya visto el mercado”, comentó Pramol Dhawan, director de mercados emergentes en Pimco.
Incluso los ciudadanos de algunos de estos países están tratando de cambiar su dinero por dólares, temerosos del porvenir y de una mayor depreciación de la moneda, pero no se dan cuenta de que al hacer eso contribuyen a empeorar la situación del país.
“
Para los bolsillos de los mercados emergentes, este es un contexto realmente desafiante y uno de los contextos más desafiantes que hemos enfrentado en muchos años”, dijo Dhawan.
The New York Times