Por Hernan Quiroz Plaza
El 21 de mayo de 1927, el Spirit of Saint Louis de Charles Lindbergh tomaba tierra en el aeropuerto Le Barguet de París tras completar un vuelo sin escalas por primera vez sobre el Atlántico. El 29 de mayo de 1953, Edmund Hillary junto a su inseparable Tenzing coronaban por primera vez el Everest. Y el 16 de octubre de 2004, Lionel Messi jugaba sus primeros minutos oficiales con la camiseta del Barça. Tres fechas para la posteridad.
18 años pasaron desde la primera vez que LionelMessi se puso la camiseta del Barcelona. Ese día debutó con el primer equipo, sin siquiera sospechar, por aquel entonces, el antes y después que marcaría en la historia de la institución y, por supuesto, del fútbol mundial. Lo que vino después, es historia conocida: defendiendo la camiseta blaugrana, el zurdo se cansó de conquistar títulos y romper récords a base de goles y asistencias. De hecho, es el jugador que más partidos jugó en la historia del mencionado club: 778 encuentros (520 en La Liga, 149 en Champions League, 80 en Copa del Rey, 20 Supercopa de España, 5 Mundial de Clubes y 4 Supercopa de Europa).Sumado a eso, Leo es el máximo goleador histórico del club y, lógicamente, del fútbol español: sumó un total de 672 tantos. En relación a los trofeos que alzó el 10, son ni más ni menos que ¡35! Sí, 35 veces gritó campeón Messi durante su estadía en Barcelona. ¡Increíble! De más está aclarar que es el máximo ganador de la historia del club...
¿Cómo se distribuyen semejantes campeonatos? 10 de La Liga (2004-05, 2005-06, 2008-09, 2009-10, 2010-11, 2012-13, 2014-15, 2015-16, 2017-18, 2018-19), 7 Copa del Rey (2008-09, 2011-12, 2014-15, 2015-16, 2016-17, 2017-18, 2020-21), 4 Champions (2005-06, 2008-09, 2010-11, 2014-15), 3 Mundiales de Clubes (2009-10, 2011-12, 2015-16), 3 Supercopas UEFA (2009-10, 2011-12, 2015-16) y 8 Supercopas de España (2005-06, 2006-07, 2009-10, 2010-11, 2011-12, 2013-14, 2016-17, 2018-19).Messi apenas tenía 17 años, 3 meses y 22 días cuando realizó su debut oficial con el Barça y después estuvo 17 temporadas en el primer equipo en las que se convirtió en el mejor futbolista de la historia. Leo, ganó todos los galardones individuales posibles; destacando siete Balones de Oro.
Faltaban 8 minutos más el descuento en el Estadio Olímpico de Montjuïc. El FC Barcelona vencía al Espanyol 1-0 en el derby de Cataluña y el cuarto árbitro, desde el costado, marcó cambio: sale Deco, entra el número 30, Lionel Messi, un “chamo” de 17 primaveras. Ese día, sin que nadie lo advirtiera, un genio hacía su estreno en el fútbol profesional. El tiempo iba borrando la fecha, luego la leyenda de Leo la convirtió en efeméride.
¿Cómo imaginar que ese “jojotico” de 55 kilos y 1,69 metros nos regalaría miles de gambetas, túneles, pases-gol, controles sublimes, amagues y enganches deliciosos, arranques fulminantes siempre en línea recta al arco, internándose por estrechos pasadizos, entreviendo pases puerta a puerta para compañeros agradecidos…? ¿Cómo aventurar que estaríamos frente al rey del uno contra uno…? Goles a los ángulos, de derecha, de cabeza, picándosela al arquero, eludiéndolos, de emboquillada, de tiro libre… Claro, tantas capacidades juntas posibilitaron decenas de títulos y goles, pero ese es el costado prosaico de su obra, el poético es el otro, el juego. Su fútbol razonado, aún a toda velocidad, pleno de sabiduría. En la relación con la pelota es el as de oro, mata la carta que venga.
Leo no es un jugador, son cuatro dentro de ese breve envase: la seriedad competitiva de Alfredo Di Stéfano, el sentido del gol de Pelé, la habilidad extrema de Diego Maradona y la inteligencia superior de Ricardo Bochini. Dieciocho años después de aquel cambio por Deco, atraviesa un momento fantástico, acaso el mejor de su carrera en cuanto a visión periférica, construcción de juego, generación de situaciones de gol, asistencias, creación de maniobras de ataque que desnivelen las pobladas defensas. Hace unos días, una estadística de Opta reflejaba que es el jugador más peligroso de las cinco grandes ligas europeas midiendo remates al arco y jugadas de gol creadas. Jamás un futbolista mantuvo tan alto nivel de excelencia durante dieciocho años.
“El tiempo debería hacer una excepción con Messi”, tuiteó Diego Latorre. ¿El secreto de su extraordinaria vigencia…? Ama jugar a la pelota, entrenar haciendo el rondo y pateando tiros al arco, pasar horas en el vestuario, concentrar con sus compañeros. Y en la vuelta a casa, mensajearse con otros futbolistas, ver partidos por televisión, ensayar tiros libres y jugar con sus hijos en la canchita del fondo. Ama el fútbol. Y eso hace la diferencia.
Su último gol, al Benfica por Champions, podría ser el mejor de la carrera de cualquier futbolista, incluidos los grandes, en Messi es uno más, reluciente, pero una perla más en el fondo de su mar de tesoros inagotables. Y son 781 goles. ¡Setecientos ochenta y uno sin ser delantero neto…! Ahí mueren todas las discusiones. Incluso puede que sume algunas docenas más. Esta actividad nunca había asistido a tal dualidad: que el artista del pase-gol sea además una máquina de gol.
“Soy Ronaldista y Messi no es mi ídolo, me parece un jugador frío -analiza Ricardo Montoya, periodista peruano, además de psicólogo y profesor de literatura-, pero indudablemente es el mejor de la historia, su nivel de perfección técnica es increíble, nunca vi nada igual. Tiene todo: gol, definición, pase, gambeta, maneja los dos perfiles, tiene pelota parada. No ha habido un jugador así. Si alguien prefiere a Pelé o Maradona está bien también, pero este es el mejor”. En cambio, Ricardo Vasconcellos Figueroa, editor de Deportes del rotativo EL UNIVERSO de Guayaquil, es resueltamente más enfático: “Messi no jugó solo 7 partidos en un nivel excepcional (como Maradona en México 1986), sino 700. Para mí es el mejor que vi y, cuando se retire, el fútbol volverá a ser común y corriente”. Cierto, todo lo ha dado en copiosas cantidades, triunfos, bellezas, genialidades.
Hay una partida de póker, juegan Di Stéfano, Pelé, Maradona y Messi. Los demás, en otras mesas. En ese escenario, Leo saca una cabeza. Los técnicos y jugadores -en ese orden-, las personas que más saben lo que se puede hacer o no dentro de un campo de juego, por amplísima mayoría, coronan a Leo como el uno de la historia.
“Pero no fue campeón del mundo”, objetan sus muchos ateos (cada vez menos). Nadie es campeón sólo, el fútbol es un juego de once. Se necesita un excelente entrenador y grandes compañeros. Y que todos estén en forma durante el mes mundialista. Si el fútbol fuera un deporte individual, como el tenis, Messi jugaría mil partidos y ganaría los mil. ¿Brasil fue campeón por Pelé en 1970…? ¿O por su constelación de monstruos…? La delantera formaba con Jairzinho, Gerson, Tostão, Pelé y Rivelino. Bien, si sacamos a Pelé y ponemos a Messi en ese quinteto, ¿no sale campeón…? No sólo sale, tal vez gane 10 a 0 todos los partidos. La hazaña de Leo es superior a eso: haber sido subcampeón con compañeros tan terrenales como Chiquito Romero, Zabaleta, Campagnaro, Garay, Rojo, Biglia, Enzo Pérez, Lavezzi, Higuaín, Palacio, Augusto Fernández, correctos elementos que acariciaron la gloria eterna por compartir con el 10.Tampoco es que quedó virgen con la celeste y blanca: fue campeón mundial juvenil siendo el goleador y la estrella del torneo; campeón olímpico, de América, marcó 90 goles, más que ningún otro futbolista sudamericano.
El fútbol es juego, pasión, entretenimiento e industria. Reina sobre los demás deportes por el grado de dificultad: es el único que se juega con los pies. Y el fútbol de este tiempo supera largamente al de hace cincuenta o sesenta años por la misma razón: su nivel de obstáculo. Hoy es infinitamente más complicado lograr proezas por la velocidad, la presión, la intensidad, porque se defiende con once, hay menos espacios y se enfrenta a atletas de alta competencia. Antes el marcador más cercano estaba a cinco metros, hoy a veinte centímetros. En esta época escribió Messi su leyenda. Eso explica su primer puesto en casi todos los ránkings.
“Anda bien, pero en Francia…”, detractan los soldados del ya diezmado ejército de contras. La francesa es una liga africana con clubes galos. La potencia física imperante allí es atemorizante. Hay otras con mejores equipos (Inglaterra, España, Alemania, Italia). Francia es el medio que más cantidad de figuras genera desde hace treinta años: Zidane, Henry, Thuram, Desailly, Cantona, Blanc, Pires, Vieira, Ribéry, Benzema, Mbappé, Kanté...
Más allá del rectángulo está el deportista intachable, el ídolo manso, el personaje tímido y silencioso que acrecienta su leyenda. El que hace poco enloqueció a Estados Unidos. “Nunca se vio una euforia igual con un futbolista en este país”, dice Luis Sánchez, peruano, columnista del Miami Herald. “Es un mago, el Harry Potter del fútbol. Cuando deje de jugar, tiraré el televisor”, exagera Christian Vieri. Y ya está rumbo a los 36.En verano de 2021, Messi finalizó su contrato con el Barça y fichó por el París Saint-Germain. El argentino acaba su vinculación con el campeón francés el próximo verano y en las últimas fechas está sonando con fuerza la posibilidad de un retorno al Camp Nou. El presidente Joan Laporta reconoció en su reciente entrevista en 'Barça TV' que "seguro que haremos algo para reconocer el que ha sido el mejor jugador de la historia del Barça", pero no quiso mojarse sobre la opción de que Messi vuelva a vestir la camiseta azulgrana la temporada que viene.
No se pierdan un minuto de Messi, estamos viendo la historia del fútbol. La hemos visto en vivo y directo, no nos la han contados nuestros abuelos. Tuvimos la suerte de ser sus contemporáneos. Y dieciocho años para disfrutarlo. De ahora en adelante, todo lo que quede es ganancia.