La partida del economista y filósofo es una baja para el pensamiento que, por otra parte, queda a buen resguardo en sus libros, fuente de consulta y polémica.
Emeterio Gómez, queda la tinta
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Por Faitha Nahmens Larrazábal


Un pensador siempre es necesario; sobre todo en estos días plagados de incógnitas. Más todavía uno que enseñe a pensar. Es lo que fue y a lo que se dedicó Emeterio Gómez. Economista por la Central con doctorado por La Sorbona y estudios de Filosofía en la Simón y en París, sería un estudioso permanente de los procesos que tiran de los destinos de la sociedad, indagación que lo llevaría hasta lo hondo, hasta los anhelos del alma; y en el camino de la revisión, a cambiar y reconocer la torcedura.

Autor de textos sesudos y controversiales que por cierto serán reeditados y compilados por Cedice para rendirle homenaje, tal y como anuncia Rocío Guijarro, directora ejecutiva de la institución de la que él formó parte. Emeterio Gómez deja un legado que incluye artículos con asociaciones impensadas —el poder y la tiranía desde una escena de un película de estreno—, libros y charlas con o sin Power Point (entró por el aro de las láminas a regañadientes), que atraparían un cautivo público. Hay consenso sin embargo en que una de sus obras inolvidables sería la cátedra que dirigió en las aulas ucevistas sobre El Capital de Karl Marx, la biblia del comunismo, el libro voluminoso que, a favor o en contra, muy pocos leen.

Los que asistieron a aquellas clases, media UCV y alrededores, coinciden en los cumplidos. Con su perspicacia y elocuencia Gómez convertiría el trámite de entender aquel vademécum de la realidad económica universal y sus fisuras en un proceso para entender qué es el aprendizaje. Más que un acercamiento al contenido de esta pieza fundamental, no necesariamente fundamentalista, propondría el ejercicio de la observación atenta, desde el razonamiento. Incluso el descreimiento. Una práctica brechtiana de distanciamiento sin adherencias.

En efecto, desbrozaría Gómez, sin prejuicios, las teorías del autor alemán que invita el fantasma a que recorra el mundo. Con sentido crítico y, mejor, sentido del humor, los alumnos de aquellas sesiones quedarían seducidos por su ingeniosidad y compromiso con la verdad, la que fuera. Con la tenaza gentil del polemista que fue, el acto público de desmontar el sustento del dogma se convertiría en caldo de cultivo donde pastaría la novedad.En manual contra el lavado de cabezas. Por lo contrario, proponía que cada quien deshabitara sus mentes de conceptos preestablecidos cosa que las ideas nuevas tuvieran espacio para crecer. Los moldes (se) oxidan.

También sería famoso aquel concurrido debate con Juan Carlos Monedero que alborotó a los ucevistas y a media Caracas. Cuando el dirigente del partido español Unidas Podemos, entonces instalado en el país en el rol de asesor político de Hugo Chávez, aceptó la invitación de los alumnos de Emeterio Gómez a un careo en el que tesis y prácticas de izquierda serían puestos al trasluz. Los argumentos de Monedero quedarían vueltos trizas ante la contundencia de los conceptos y el manejo de la retórica de Gómez que desmontó todas y cada una de las premisas del contrincante.
“Gómez era un hombre muy preparado, un sabio, además tenía una manera muy didáctica de hacerse entender, de ahí el buen profesor que fue, de manera que venció sin duda alguna en esa contienda, refutó con conocimiento de causa además desde la amabilidad a Monedero, imposible no vencerlo, Emeterio Gómez era pez en el agua”.

El filósofo y prolijo autor Enzo Del Bufalo confirmará el talante inquieto de Emeterio Gómez y mejor aún su capacidad de construir puentes impensados. “Conocí a Emeterio en los setenta cuando participamos en la reforma del programa de macroeconomía, era uno de sus primeros actos para librarse del doctrinarismo político que había subyugado a muchos jóvenes de su generación, desde entonces tuvimos numerosa ocasiones para confrontarnos y la verdad es que ¡nunca estuvimos de acuerdo en nada! salvo en la tarea compartida de sacar a Venezuela del atraso”, conviene, “pero la diversidad de nuestro enfoque nunca fue obstáculo para mantener una buena amistad”, reconoce. “Sabía separar como pocos el aprecio a la persona del rechazo a las ideas”, difundiría en las redes su opinión el fundador del Cipost, Centro de Investigaciones Postdoctorales de la UCV,“y podía hacerlo gracias a su honestidad intelectual y calidad humana”.

“Tuvimos muchas y variadas discusiones”, deja constancia el profesor y también filósofo Jonatan Alzuru, “y de igual manera concuerdo con Enzo Del Bufalo en cuanto al gusto de Emeterio Gómez por celebrar las ideas y en su respeto denodado por buscar a través de ellas lo común o lo enriquecedor, en considerar al otro”, añade, “tan es así que me invitó a prologar su libro Racionalidad y religiosidad en 2017”.

Intelectual en permanente proceso de hervor, sería comunista en sus pinitos políticos, luego masista, como tantos hombres cultos que apostaron a la conciliación ¡por fin!de los postulados excluyentes de izquierda y derecha: justicia y libertad, sin renunciar a ninguno,y de ahí hasta asumir el mercado como la forma ancestral de la distribución e intercambio de los bien espero con un sentido humanístico. Tendría el pegamento para juntar lucro con compromiso. El libre mercado con la solidaridad.

“Entendía la responsabilidad empresarial como un agregado sustancial que repotenciaba las relaciones laborales y el progreso”, sintetiza Rocío Guijarro. “Un orgullo haber compartido tanto y tanto tiempo con él, cuando menos 35 años, desde que fuera mi profesor en la universidad y hasta ahora,cuando luego de ejercer juntos como ejecutivos en Cedice, viajó a España donde contrajo el coronavirus, se supone que estaría allá por una temporada,es una pena inmensa que nos dejara y que no volviera a su amada Venezuela ni viera cuajar los cambios por los que luchó, la democracia y la ética, su blasón”.
“Era una estrella”, resume Fina Weitz, “y una suerte de gurú que distribuía equitativamente sus ocurrencias y erudición, a la vez que un apasionado por saber más… ¿Diletante? No. Era un entusiasta ávido lector y un eterno pescador de ideas, pero tenía una sólida formación y un pensamiento que soportaba un denso andamiaje, cierto que no siempre pensó igual pero eso no representa una falla, creo por el contrario que eso habla bien de él, como decía Teodoro Petkoff, quien fue su amigo, sólo los estúpidos no cambian de opinión”.

Conocedor a fondo de los modelos económicos y políticos que a lo largo de la Historia han reseteado la convivencia humana, tanto sus teorías como sus aplicaciones prácticas —incluyendo las esquinas inaccesibles y el sucio bajo las alfombras—sería un amable provocador que no dejaba pasar la oportunidad para acorralar con una pregunta, preferiblemente de ética. Preocupado por la corrupción y el sentido de bondad que contiene la justicia así como la libertad, cada vez más en las honduras de la espiritualidad —abraza con fervor el cristianismo—, gustaba de poner al contertulio en jaque. Pensar era su vida y también su hobby. ¿Qué le harías al asesino de un ser amado? ¿Qué juicio merece? Por ejemplo.
Informado del mundo y sus tendencias, al punto de arriesgar proyecciones— “sería ciertamente un visionario”, consigna Rocío Guijarro—, “se empeñó en dilucidar los intríngulis de la economía del petróleo, uno de los temas que abordó con más interés, en realidad, nada le era ajeno”. Iramis Yilales, alumna suya en la Central y con quien coincidió en Inglaterra cuando Emeterio Gómez estudiaba su doctorado en La Sorbona —pero quiso hacer sus investigaciones fuera— corrobora también su devoción por estar al corriente, entender, averiguar, descifrar. También ratifica su bonhomía.

“Fuimos grandes amigos, a Inglaterra llegó con su esposa Fanny y allí nació el tercero de sus cuatro hijos, las reuniones con él eran tan gratas como provechosas, no se le escapaba nada y no, nunca pensé que fuera disperso, abarcador sí, a la vez que profundo”, añade la economista y exalumna de aquel que apostaba por una Venezuela de avanzada, deslastrada de corsés y sobre todo de maltratos y tiranías. Emeterio Gómez promovería la circulación de las ideas como si oxígeno fueran, por eso trae al país a Tony Negri, por eso escribe de lo que lo ronda e inquieta como quien bucea y va a la superficie a compartir corales, por eso dicta cátedra, por eso no calla. Tan poco ahora. Sus libros seguirán hablando y sobre todo dando de qué hablar.

“Recuerdo su talante jovial, afectuoso, familiar, fue un buen amigo”, agrega Yilales del margariteño universal.“Y sin duda,un hombre de bien”. Que al parecer disfrutaba de las reuniones sociales, acaso por melómano, acaso por la posibilidad de oír, algo que también adoraba hacer el Sócrates que siempre pontificaba, el caminante que llegaba cansado a las citas porque prefería recorrerá pie la ciudad para cavilar en el trayecto. “Cuando en Inglaterra, donde éramos vecinos, nos juntábamos y yo tocaba la guitarra siempre me pedía que cantara la misma canción:Tu amor es como las cosas que nunca tienen respuesta, esa pieza de Graterolacho que se conoció en la voz de María Teresa Chacín”, cuenta Iramis Yilales.“Tal vez porque siempre le intrigaron las incógnitas”.





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