El siguiente texto se publicó en el libro "Mar de Leva", de quien vivió como alto oficial de la Marina, los días turbulentos que antecedieron la caída de Pérez Jiménez en 1958, hace 65 años
23 de enero contado por un testigo
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Por: Ricardo Sosa Ríos
Se inician las fiestas navideñas, pasa el 24 y el país está aparentemente tranquilo. Llega el 31 con la noticia en la calle que el Gobierno está tomando medidas de seguridad. Involucran en la conspiración al General Hugo Fuentes, hay oficiales arrestados. Es un final de año con alta tensión militar y con muchos comentarios a soto voce. Después de recibir el año Venezuela se acuesta y el 1° de enero la levanta la Fuerza Aérea con sus aviones a reacción volando sobre Caracas, en una acción militar de insurgencia contra el Gobierno, contra el plebiscito y sobre todo contra un sistema mal llamado "Gobierno de los Militares". El país ya no lo soportaba.
RUGEN LOS AVIONES
Cuando se siente el rugir de los aviones, me llama Esther, mi señora para decirme que hay aviones volando sobre Caracas y que la radio informa que están bombardeando a Miraflores. Inmediatamente trato de comunicarme con Julio César pero es imposible. Salgo inmediatamente para el Comando de las Fuerzas Navales y me entrevisto con el Comandante, Capitán Oscar Ghersi Gómez. Le pregunto qué es lo que pasa. Me contestó: "No es nada es un foquito de insurgentes que hay en Maracay pero el Gobierno controla la situación". Yo estaba con una rodilla inflamada por un problema de menisco y Ghersi me dijo: "No te preocupes tú estás enfermo vete para tu casa". No acepté su recomendación y me fui directamente a ocupar mi puesto en el litoral.
Llegué y se tomaron todas las medidas de seguridad. Puse en vigencia el plan de operaciones y a las 4 de la tarde me reuní en mi comando con los Capitanes Miguel Rodríguez Olivares, Miguel Hernández Soucier, Armando López Conde, Juan José Molina Villegas, Eduardo Morales Luengo y Manuel Ponte Rodríguez. Se hizo una apreciación de la situación y se llegó a las siguientes decisiones: Elaborar un radiograma en respaldo a la Fuerza Aérea; enviar a Caracas los autobuses para recoger el personal franco de los buques y preparar los buques para zarpar. A todas estas llegan rumores que la Fuerza Aérea se rindió, no había ninguna fuente de información; nos llega la noticia de que los autobuses de la Marina han sido detenidos en el Cuartel Urdaneta y que van a ser requisados por los alzados en el cuartel; no existía ningún contacto con el Teniente Coronel Hugo Trejo. Los buques saldrán a la mar con tripulación reducida, operando con la tripulación en guardias dobles.
BUQUES A LA MAR
Se decide que el día 2 a las 8 de la noche zarpen los buques a la mar y que al salir, el último envíe el radiograma de respaldo a la Fuerza Aérea. A las 7 de la noche recibo en mi Comando una llamada de Miraflores. Se me informa que los líderes del movimiento se fueron a Colombia y que la Fuerza Aérea trasladará un grupo de aviones a Maiquetía. Al frente de ella estará el Coronel Romero Villate. Inmediatamente llamo al muelle naval para detener la operación y así se hace. Los buques regresan a puerto y entonces empieza lo que debería llamarse el inicio del 23 de enero, fecha que determina el espíritu rebelde y patriota de todos los venezolanos, donde no puede decirse que pertenece a tal o cual persona, a tal o cual grupo, es la conjunción del pensamiento de libertad que vibra en los venezolanos, es la rebeldía de la dignidad ante el atropello y la barbarie, es el hombre y la mujer venezolana siempre de pié al lado de la razón y la justicia.
Atribuirle a alguien la paternidad del 23 de enero es injusto, el 23 de enero tiene un solo actor principal que lo merece todo: El pueblo venezolano.
Después de las acciones de la Fuerza Aérea el 1º de enero, hora a hora, minuto a minuto la situación del Gobierno se hace más precaria. Nos llegan noticias de la progresiva desintegración de los comandos promovida por los oficiales comprometidos. En mi comando tenemos otra reunión para analizar la situación y la condición que impongo a través de nuestras deliberaciones es que la Marina tiene que respetar la jerarquía, no iremos contra nuestros superiores. La razón era muy sencilla: la Fuerza Aérea tenía el liderazgo de la conspiración; los líderes eran el Coronel Jesús María Castro León y los Mayores Martín Parada, Luis Evencio Carrillo, Julio César Castellanos y Rosvelt Adrianza Galvis. La consigna que tenían era "No queremos nada con generales", y la insurgencia llevaría a un gobierno en el cual no querían nada con civiles. Así lo manifestaban.
Sería una junta estrictamente militar. Ante ésta situación, la única forma que la Marina pudiera tener el liderazgo era respetando la jerarquía. Si se eliminaban los almirantes que para esa oportunidad existían, los oficiales más antiguos en la Marina estábamos a tres años de antigüedad de los de la Fuerza Aérea.
Después que los buques regresan a puerto me llama por teléfono el Capitán Ghersy Gómez y me interroga porqué los buques salieron a la mar y quién dio esa orden. Le contesté: "Ante la insurgencia de la Fuerza Aérea tomé esa medida de carácter elemental; unos buques de guerra no puede estar todos juntos en un puerto cuando el país está en una emergencia militar". No hubo más preguntas.
COMANDANTES EN ACCION
A partir del 3 de enero se suceden varias reuniones en mi Comando. Me reunía con los comandantes de los buques, los jefes de artillería y el comandante de la Infantería de Marina, Capitán de Navío Armando López Conde. Teníamos entendido que López Conde se acuartelaría en la sede del batallón de infantería de marina Simón Bolívar Nº 1; el comandante del batallón era el capitán de Fragata Oscar Paredes López, quien venía de ejercer como edecán en la casa militar del Presidente y por eso se resolvió no informarlo de nada. Lo mismo se decidió con el Capitán de Fragata Guillermo Ginnari Troconis, visto que un edecán es símbolo de lealtad, y en estos casos no se le puede proponer a nadie que se encuentre en ese cargo solidaridad ni connivencia. Es por eso que después del 23 de enero el Capitán Ginnari regresa a su Fuerza, se le designan cargos de alta responsabilidad y durante todos esos años de agitación que convulsionaron a la nación entera, Ginnari estuvo leal a su comando legítimo.
Los sucesos del alzamiento de la Base Naval en junio de 1962 así lo comprobaron. Los capitanes de Navío Jesús Carbonell Izquierdo, Guillermo Ginnari Troconis, Miguel Benatuil Guastini, Constantino Seijas Villalobos y Oswaldo Moreno Piña, y los oficiales superiores y subalternos de la Escuadra respondieron a su juramento de defender el gobierno legalmente constituido. Sólo menciono los nombres con los cuales tuve contacto personal y telefónico. Quisiera mencionar los nombres de otros oficiales por la valiente y honrosa posición que asumieron en respaldo de sus comandos legítimos, pero para no pecar de omisiones, vayan para todos ellos mi agradecimiento permanente por la forma en que contribuyeron para que yo pudiera cumplir con mi deber en mi ejercicio como Comandante General de la Marina.
En una de esas reuniones se decide convocar a todos los oficiales de la Marina para una reunión a bordo del destructor Zulia, cuyo Comandante era el Capitán de Navío Eduardo Morales Luengo. La situación general del país era preocupante, nos llegaban noticias contradictorias. El Capitán de Navío Manuel Herrera era uno de los comandantes, pero su buque estaba en Puerto Cabello, se venía por tierra de noche, nos informaba de la situación en la Base Naval y luego se regresaba.
La reunión se fijó para las 10 de la mañana, pero se informó que los oficiales tendrían que llegar a horas diferentes comenzando a las 7 de la mañana. Los comandantes y jefes de artillería de las unidades estaban juntos en el muelle naval; los oficiales ajenos a la Escuadra vendrían cada uno por separado. A las 10 en punto todos los convocados estábamos en la cámara del comandante del destructor Zulia, únicamente faltaba el capitán de Fragata Miguel Hernández Soucier. A los pocos minutos tocan la puerta y se aparece Hernández acompañado del Capitán Oscar Paredes López, quien había sido edecán del Presidente Pérez Jiménez e ignoraba totalmente el asunto que se trataría en la reunión. Al verlo dije en alta voz "Nos han convocado a una reunión y aquí tenemos tiempo esperando, ni siquiera nos han brindado un café". En eso toma la palabra el Capitán Hernández y nos dice: "Yo me tomé la libertad de traer a mi compañero (capitán Oscar Paredes López) quien es el único de nosotros que no conoce nuestras inquietudes; esto no puede seguir. Tenemos que alzar la Marina, dinamitar los puentes de la carretera. El pueblo en Caracas así lo esta pidiendo con sus manifestaciones contra el Gobierno".
Nada más extemporáneo ni más imprudente que esta actitud del Capitán Hernández. De inmediato lo interrumpí y dije a los presentes, "A mí se me ha convocado para hacer un análisis de la situación de la Fuerzas Armadas en esta emergencia nacional; yo no he venido aquí para alzar la Marina ni mucho menos; por lo tanto me retiró". Y así lo hice. Me retiré tan pronto salió Paredes López acompañado de su hermano que allí lo estaba esperando y quien lo acompañó hasta el muelle. Lo llamé y le dije: "Paredes esta situación es muy desagradable e inconveniente para la Marina como institución, está en juego el prestigio de nuestra Fuerza, tan dañino será que la Fuerza se alce como que digan que se va alzar; vamos a mantener este incidente en nuestra familia naval". Paredes me oyó con todo respeto y no pronunció palabra. Posteriormente me informaron que el hermano de Paredes subió a Caracas.
EL PRESIDENTE ORDENA
Todo lo ocurrido a bordo del destructor Zulia lo supo ese mismo día el Coronel Carlos Pulido Barreto, jefe del Servicio de Armamento del Ministerio de la Defensa. Esta situación es la que decide que el Presidente ordene el arresto de los comandantes y oficiales que estuvieron en la reunión. A mí no se me detiene pues cuando se me participaban las órdenes de arresto y el desarme de los buques mediante el desembarque de la munición, un oficial de marina que estaba en Miraflores, el Capitán de Navío Marco Tulio Montero, al oír la conversación en que el Mayor Chalbaud me comunicaba, que de orden del Presidente, el General Llorara Páez bajaría al Litoral con tanques del blindado para sacar la munición de la santa bárbara de los buques, y además traer arrestados a los comandantes y otros oficiales; dijo en voz que pude oír a través del teléfono: "¿Y el Capitán Sosa?", alguien le contestó: "No, fue el único que se opuso".
Vuelve la situación a ser apremiante. Caracas se llena de rumores y temores, los oficiales de artillería de los buques habían tomado las previsiones para zafarrancho del combate. Los buques tenían munición en las torres de los cañones; no estaban del todo desarmados. El capitán Manuel Herrera tenía su unidad operativa ciento por ciento en Puerto Cabello. La situación de la Marina era crítica pero no grave; se prepararon los planes de operación de las unidades con personal mínimo. Así llegamos al 4 de enero. Tenía días que no veía a mi familia. Me llega noticia que el Coronel Jesús Manuel Pérez Morales ha sido arrestado.
Interrumpo la narración para explicar lo siguiente: A mediados del mes de noviembre, la Marina aún no había concretado planes para enfrentarse a los sucesos que lógicamente acontecerían. Muy pocos sabían lo que se estaba preparando en la Fuerza Aérea.
La situación era muy difícil ya que existía una falta de confianza recíproca. Si nos remontamos a la época de los que conocían el poder que tenía la Seguridad Nacional y la gran cantidad de agentes que tenía ese cuerpo en todas partes, entonces entenderíamos la razón del fracaso de todos los movimientos que lucharon contra el gobierno desde la clandestinidad. Existía un miedo colectivo, un temor permanente, nadie confiaba en nadie. La jerarquía es la razón de ser de las Fuerzas Armadas, sin un escalón jerárquico se puede mandar pero no se ejerce la autoridad. Para que la Marina pudiera ejercer su autoridad tenía que respetar la jerarquía, así la Marina de Guerra sería la que asumiría la responsabilidad del mando en la Junta de Gobierno que naturalmente se formaría.
LARRAZABAL NO SABIA
En noviembre de 1957 visité el Círculo de las Fuerzas Armadas para entrevistarme con el Contralmirante Wolfgang Larrazábal, quien se desempeñaba como su director. Hablamos de la situación del país, del plebiscito, de la situación militar general. El almirante no sabía nada de nada de lo que estaba pasando en la Fuerza Aérea. Le comenté que la situación era difícil, que había que estar preparado para cualquier emergencia y él ingenuamente me dijo, "Compadre ¿Y si el Presidente no es Pérez Jiménez, quién puede ser?" a lo que le contesté, "Usted compadre o cualquiera". Le expliqué el problema político que se presentaría si el voto era adverso a Pérez Jiménez y no hubo más comentarios. Me fui convencido que a Wolfgang no lo habían contactado y en ese momento no me pareció prudente ni oportuno informarle lo que yo sí sabía.
Enero 4 de 1958. Al tener conocimiento que habían arrestado al Coronel Pérez Morales, me dirigí a la casa del Almirante Wolfgang Larrazábal. Aún estaba de Director del Círculo de las Fuerzas Armadas y era el único en la Marina que podría ir a Miraflores y enterarse de la situación. Llegué a su casa a las 4 de la tarde, nos encerramos en el sótano de su casa en Santa Mónica, nos saludamos cordialmente y me dijo: "Compadre, ¿qué lo trae por aquí?", "Vengo a hablar contigo, para pedirte una cosa; vete a Miraflores y habla personalmente con el General Pérez Jiménez. Pérez Morales fue detenido, habla con el Presidente de Almirante a General. Allí puedes hacer una apreciación de la situación. Yo te espero aquí". No me dejó terminar y me contestó: "Tú como que estás metido en una vaina, te vas a joder".
Regresé a mi casa y me encontré que allí estaba mi compadre Luis Eduardo Arocha a quien puse en conocimiento de la situación sin muchos detalles; no había que decirle mucho, él comprendió perfectamente. Para esa época Luis Eduardo era consultor jurídico de la compañía petrolera Mobil, y en esos altos niveles se analiza cualquier situación que afecte la marcha normal del país. Le pedí a Luis Eduardo que viniera a mi casa con frecuencia, que yo estaba acuartelado y no me dejó terminar, me contestó: "Compadre no se preocupe por la familia ni la casa, váyase tranquilo, yo me encargo de todo". Me sentí confortado y comprendido. En esas situaciones es que uno puede apreciar lo que verdaderamente es un amigo y lo que vale. Al salir a la calle para irme al litoral me encontré con mi amigo de muchos años, el Dr. Nicolás Suels. Estaba saliendo de una visita que junto con su señora hacían a mi vecino. Al verlo le dije: "Nicolás, necesito que me lleves a mí comando en Catia La Mar, al Centro de Entrenamiento Naval". Observó mi automóvil y sin hacer preguntas me dijo: "Vamos para llevarte". Yo saqué la subametralladora de mi carro y salimos, Nicolás y yo solos rumbo al litoral. Sobre los vehículos oficiales ejercían más control que sobre los carros particulares; los detenían e informaban a Miraflores. Esto hacía parte de una serie de medidas tomadas por el Gobierno para vigilar los movimientos de los oficiales. Pasamos por el peaje de la autopista directo a mi comando.
EL PODER DE LA MARINA
El día 11 de enero el Gobierno, presionado por la opinión pública y por el malestar que se profundizaba en todos los sectores, se ve obligado a efectuar cambios en el ejecutivo y en los mandos de las Fuerzas Armadas. Al comandante de las Fuerzas Navales, Capitán Oscar Ghersy Gámez lo designan Gobernador de Caracas y el Contralmirante Wolfgang Larrazábal es designado en su reemplazo. Con ese nombramiento se empezó a jerarquizar la Marina. Ya la Marina tenía en su más alto cargo la voz de un Almirante. Subí a Caracas para entrevistarme con el nuevo comandante y allí si le dije al Contralmirante Larrazábal todo lo que estaba pasando. Le informé que todos los buques de la Armada recibirían y cumplirían las órdenes que le transmitiera, lo mismo la Infantería de Marina bajo el comando del capitán Armando López Conde que tenía el mando del Batallón y estaba acuartelado en su sede. También que yo mantenía el control de todo el litoral pues había sido designado Comandante de la Guarnición para el plebiscito. Me oyó preocupado y confundido me contestó: "Hagan lo que quieran, álcense". El nuevo comandante de las Fuerzas Navales había tomado el camino de que todo se lo resuelva el tiempo.
A pesar de los cambios hechos por el gobierno, la situación se hace más precaria, sale al exilio el Director de la Seguridad Nacional. Otro almirante, Carlos Larrazábal, es designado Ministro de Fomento. Aquí nos recordamos de ese célebre refrán sajón que dice: inglés que no quiere cochino... jamón con él. Aumentan los desórdenes, el pueblo se siente con más bríos para la insurgencia, las noticias de Caracas son cada vez más favorables; se me informa que hay una reunión en la Escuela Militar; se dice que irá una comisión a pedirle al General Pérez Jiménez que renuncie; me dicen que en la reunión están los Coroneles Pedro José Quevedo y Frank Risquez y el Capitán José Azopardo Mirabal. (Sería interesante que alguien de los allí presentes relaten esos momentos).
Por mi parte la situación del Litoral es tranquila, ya que tengo el control de todas las unidades militares del área, como son la Infantería de Marina, el destacamento de la Guardia Nacional y todos los efectivos de mi propio comando. Llamo al Teniente Coronel José Paredes Maldonado, quien años más tarde ascendió a General y sería Comandante de la Guardia Nacional, y le comunico que voy a instalar mi comando en su sede. Además, le ordeno a un destructor que se fondee frente al Comando de la Guardia para darle apoyo al cuartel en caso necesario. Así se hace. El 22 empiezo a despachar desde la sede del comando de la Guardia. Quiero manifestar mi reconocimiento al comandante del destacamento, el General Paredes Maldonado por su eficaz y leal subordinación en todas las decisiones que tomé en esos cruciales momentos; la Policía Municipal se integró a la Guardia, ocupamos todos los sitios estratégicos en el área, solamente la Seguridad Nacional sufrió el saqueo de sus oficinas, por lo demás en toda el área del litoral la tranquilidad fue total.
Al Comando se me presentó el señor Eduardo Mayorca, Prefecto del Departamento Vargas, nos saludamos y me dijo: "Aquí vengo a ver qué se hace conmigo"; le contesté: "Contra usted no hay nada, puede irse a su casa, si usted quiere le designo una guardia permanente para su seguridad Y la de su familia"; Mayorca me contestó: "No, muchas gracias" y era verdad que no la necesitaba. Mayorca fue un excelente y pulcro gobernante.
En la capital se sucedía lo que otros conocen mejor pues yo no estaba presente. Junta de Gobierno modificada, los pescadores en río revuelto. El Capitán de Navío Eduardo Morales Luengo se sienta en la silla del Comandante de las Fuerzas Navales y empieza el "merequetén" para asaltar los altos cargos. Se crea el rumor que yo estoy alzado en el litoral, me llama el Almirante Wolfgang Larrazábal y me dice que suba a Caracas. Me entrevisto con él y me pregunta si yo creo que la Marina aceptará a Carlos como su Comandante. Mi respuesta tenía que ser una sola, "Wolfgang la condición impuesta a los oficiales que me buscaron para que liderara el movimiento en el litoral, fue que se tenía que respetar la jerarquía. Que la Junta de Gobierno lo nombre y yo haré todo de mi parte para que Carlos salga bien en el desempeño de su comando".
Posesionado Carlos Larrazábal del Comando de las Fuerzas Navales, lo rodea un grupo de oficiales para organizar los cuadros de la Marina. Para jefe del Estado Mayor Naval surgieron dos nombres, los Capitanes de Navío Luis Croce Orozco y Ricardo Sosa Ríos. En esa reunión yo no estaba presente ni supe exactamente qué oficiales estaban; yo me encontraba embarcado como Jefe de las Fuerzas Flotantes (antigua designación del Comando de la Escuadra). El cónclave decide que sea Luis Croce el nuevo jefe del Estado Mayor Naval. A mí no me interesaba estar en esos momentos en un escritorio. Me quedé al frente de la Flota e instalé mi Comando a bordo del buque presidencial Las Aves T-12 y allí, junto al Capitán Rodríguez Olivares, estructuramos las bases de lo que más tarde se convertiría en las Fuerzas Flotantes y posteriormente en el Comando de la Escuadra.
No pasaron ni dos meses y se crea un cisma en el Comando. Algunos oficiales acusan a Croce de estar conspirando, lo que nunca creí. Sin defenderse pues no tenía de qué, Luis Croce, se va de motu propio como agregado naval en Washington y soy llamado para ejercer el cargo de Jefe del Estado Mayor Naval; lo asumo y empiezo a ejercerlo.
Lo primero que se hace es elaborar un proyecto de decreto para darle autonomía a las cuatro Fuerzas. Se trata del discutido y objetado Decreto 288 de la Junta de Gobierno, que entra en vigencia y se cumple a cabalidad. Los que lo discuten y objetan no tienen más remedio que cumplirlo, es ley de la República. Ese decreto es el que le da a las cuatro Fuerzas su plena autonomía y es por esa autonomía que no pueden, desde el Ministerio de la Defensa, preparar ni ordenar golpes de Estado. El Ministerio de la Defensa pasa a ser lo que debe ser, un órgano administrativo del Presidente de la República como Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. El Ministro de la defensa no ejerce mando en las Fuerzas, es un simple vocero político-administrativo del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y el comando es ejercido por cada Comando de Fuerza. El Decreto 288 se explica por sí solo: Se elimina el Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas, y se crea el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, con la organización, composición y atribuciones que serán determinadas por reglamentación especial.
Desde el ejercicio del Comando de la Marina, siempre sostuve que el Ministro de la Defensa debe ser un civil o tal vez un militar retirado; la presencia de un militar en servicio activo en la cartera de defensa es una flagrante violación del artículo 64 de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas que dice: "Los oficiales, suboficiales, clases, soldados y asimilados de todos los grados y de todas las armas y servicios de las fuerzas activas del Ejército y la Armada no podrán tener participación directa ni indirecta en la política ni ejercer ningún derecho político. Igual prohibición regirá para los que estén movilizados para fines de instrucción o durante el tiempo de guerra".
LUNA DE MIEL
El pais empieza a disfrutar de lo que pudiéramos llamar la "luna de miel" del 23 de enero. Se respira un sentimiento de unidad política donde las diferentes organizaciones de los trabajadores, los intelectuales, la prensa y la iglesia, respaldan a la Junta de Gobierno. Pero como dice el tango, "el músculo duerme, la ambición descansa", por lo que se suceden varios intentos aislados de conspiraciones. Los medios de comunicación están alertas.
Especial mención voy a hacer de la radiodifusión, toda unida como un solo hombre que tiene ojos, oídos y voz alertas para respaldar el gobierno provisional. Al saberse cualquier intento de alzamiento contra la Junta de Gobierno, Radio Continente tenía el aviso listo en clave para lanzarlo al aire.
Era el despertador listo a funcionar para poner el pueblo entero de pie en defensa del Gobierno.