Con mi bien recordado amigo, colega y periodista Álvaro Miranda, varios años Jefe de Deportes del diario “El Universal”, en una amena conversación vespertina en la redacción del periódico, sale a colación el lamentable episodio de la visita a Caracas del vicepresidente de los Estados Unidos, el martes 13 de mayo de 1958.
Álvaro refirió que, en ese entonces, siendo aun muchachón, al escuchar que había gente movilizándose por la venida de Mr. Nixon a Caracas, sale de su casa y sin saber ni tener por qué ni para qué, baja a la Avenida Sucre y enfila rumbo a la entrada de la Autopista Caracas-La Guaira. Encuentra cierta cantidad de personas. Sin razón de fuerza mayor, andando, pasa por el peaje e inicia la bajada por el canal izquierdo hasta verse en la propia cabeza del Viaducto Número 1.
Tal como otros, se detuvo a aguardar el paso de la caravana que subiría de Maiquetía concluida la rendición de honores militares en la rampa del aeropuerto, en medio de gritos y pancartas con textos ofensivos. El desfile militar estuvo a cargo del coronel Luis Felipe Masroua, oficial de confianza adscrito a la Guarnición de Caracas.
A paso forzado, Nixon y su esposa Patty, aturdidos y atribulados por los gritos de quienes invadieron el edificio central de la terminal aérea, atravesaron el pasillo y se subieron a una de las limusinas Cadillac blindadas modelo 1954, adscritas a la Casa Militar para uso del presidente de la República. Con ellos, el Canciller Oscar García Velutini y su esposa.
Wolfgang Larrazábal permanecía en Miraflores mientras crecía tan bochornosa perturbación del orden público. Según propia confesión, inmutable pues si fuera joven "actuaría como ellos" – declaró a un periodista -. Estuvo dedicado a leer periódicos en el despacho que desde finales de enero ocupaba en el Palacio de Misia Jacinta.
Lo programado fue alterado a petición del agraviado, por consejos del canciller Oscar García Velutini, asesores y agentes del Servicio Secreto. Negocian que, concluida la visita al Panteón, última de las peores partes de la estada en Caracas, Nixon y Larrazabal se vieran en el Círculo Militar donde programaron otro encuentro. Existe la fotografía del ingreso al Círculo Militar.
Álvaro me confesó que jamás supo por qué, sin nadie arengarle, se movilizó aquella mañana que le ocuparía tiempo y energías al bajar y subir la pendiente de los pocos kilómetros finales en Caracas de la Autopista, antes de la entrada a Catia.
Tales comentarios del dedicado periodista Miranda coincidieron con lo descubierto por el compadre, también periodista, Mariano Fernández Porras. Fue a propósito de la investigación que, como alumno del Padre Alberto Ancizar Mendoza, en la Escuela de Periodismo de la UCAB, lo conduce a procurar la identidad que le permite llegar a entrevistar al hombre que con visible furia lo fotografían propinándole patadas al automóvil estampado "Nº 1" de la caravana, mientras circula por la Avenida Sucre la mañana en que Nixon entra a Caracas en medio de la algarabía que, a estas alturas del partido, ignoramos si alguien o quiénes la organizan, si es que fue así.
Empecinado Mariano en hacer bien su trabajo, el catiense confiesa que, hallándose en casa, se entera del alboroto y le provoca bajar a la Avenida Sucre. Frente a la Escuela Normal “Miguel Antonio Caro”, sin miedo, se aproximó a la caravana y teniéndolo de frente, no precisamente a un cualquiera, le cae a patadas con toda la fuerza del alma.
Más adelante, entre Las Tinajitas y Pagüita, sobre la misma avenida Sucre, la turba logra detener la caravana y ataca con peñones al punto que le parte cristales laterales a la limusina Cadillac ocupada por Nixon. A sus guardaespaldas, la orden fue no responder a los agresores. Los policías y guardias venezolanos se limitan a “un como si”.
El camión que traslada a los fotógrafos se alinea con la Cadillac y así aparta a los violentos. El conductor de la limusina arranca el apedreado vehículo. Toma rumbo al Panteón en donde con descarga de escupitajos reciben al huésped de Venezuela. Cambian los planes. Hay que poner a buen resguardo al vicepresidente de los Estados Unidos. Muy tenso, el embajador Edward J. Sparks solicita respeto al mismo tiempo que informa a la Casa Blanca y prestar atención a la contingencia.
A esa hora, en Washington ya preparaban salvar a Nixon de las peores desgracias: se pone en alerta la Flota del Caribe. En Fort Bragg, Carolina del Norte se alistaba a toda prisa un contingente militar de paracaidistas, para ser enviado a Venezuela.
En Miraflores le serrucharon la cabeza al Gobernador del Distrito Federal, siendo reemplazado por otro militar,
En principio, Alvaro ni el individuo que rabioso patea la limusina presidencial imaginaron ser parte del grave desarrollo de aquella masiva protesta motivada por la presencia en Caracas del vicepresidente de Estados Unidos.
Un par de días antes, autoridades de la UCV arengaron a los estudiantes a protestar la próxima presencia de Nixon. Existen registros gráficos de la respuesta al llamado a calentar la calle lanzado desde la Plaza del Rectorado so pretexto de que Washington dio entrada al general Pérez Jiménez y le simpatizó mientras fue presidente hasta el 23 de enero.
Para la fecha del arribo de Nixon a Caracas, el gobierno provisional cumplía 111 días (23 de enero al 13 de mayo). Por referir algo, ¿qué influencia callejera podía tener la izquierda representada por el Partido Comunista de Venezuela?, (1) apenas en reconstrucción al cabo de años de inhabilitación, exilios, cárceles y torturas para sus dirigentes o conmilitantes. ¿Por sí solo el PCV estaba en capacidad para convocar a tanta gente, aunque nunca falte alguien para
guachafitas?
Si bien manifiestos sentimientos antiyanqui o contrarios a los gringos imperaban en estamentos civiles, académicos e intelectuales, no menos cierto es que carecían de la capacidad para movilizar masas populares, estudiantiles, etcétera, tampoco se debe negar la presencia de resentimientos sociales acunados por el
momentum de la revolución anti perezjimenista del 58, animada por la insurrección militar del 1º de enero.
¿Entonces, dónde situar aquella jornada con intervención de tanto espontáneo como el joven Alvaro Miranda, sus vecinos o la de aquel desaforado desahogándose a patada limpia con la limusina presidencial en plena avenida Sucre junto a otros que revientan con pedradas los gruesos vidrios de la limusina Cadillac N°1?
La caída del gobierno el 23 de enero dio lugar a eventos feroces tales como el asalto a la sede de la Seguridad Nacional, castigo con sangre a manos del pueblo a funcionarios que abandonaban la sede de la policía política. O, el saqueo de residencias y locales relacionados con personeros u otros vinculados con el pasado gobierno. Más adelante, otro momento excepcional sería la fracasada asonada del 7 de septiembre, el evento más grave y sangriento a cuatro meses de las elecciones de diciembre de 1958.
Y, como lo apunta Carlos Rangel, aun sabiendo la falsedad de la acusación de lo absolutamente inmisericorde del imperialismo norteamericano, la dirigencia política -- de ayer y actual –, como casi todos los intelectuales latinoamericanos, viven obligados a decir que nuestros males encuentran explicación en el imperialismo estadounidense. Ese ahora llamado Bloqueo.
Al quinto día de la malhadada de Nixon en Caracas, Eugenio Mendoza y Blas Lamberti renuncian a la Junta. Fueron los civiles representativos convocados en los reacomodos a pocas horas del 23 de enero. Larrazábal reconstruye el gobierno con el ingreso del apreciado profesor de derecho Edgar Sanabria y del empresario Héctor Santaella. Varios ministerios estrenaron caras civiles.
Alguien tal vez sepa si los renunciantes percibieron un trasfondo inaceptable en lo ocurrido el 13 de mayo. O, sabrá Dios si se apartan completando cuanto los animó estar dentro de la improvisada transición iniciada la madrugada del 23 de enero.
Aunque tal vez sin relación directa, persisten sospechas a propósito de que el hermano de Wolfgang, el contralmirante Carlos Larrazábal Ugueto, jefe de la Marina, y otros oficiales de las fuerzas armadas, en 1958 directamente los ocupa la selección y despacho rumbo directo a la Sierra Maestra (Cuba), de cierto lote de armamento militar norteamericano desechado por Venezuela, embarcado en avión civil adquirido en Caracas para semejante despropósito intervencionista. La “Operación Cóndor” habría completado tres vuelos.
PANTEÓN- CIRCULO MILITAR-RESIDENCIA DEL EMBAJADOR A las puertas del Panteón Nacional se dejó sentir la agresión con escupitajos de los inmediatos manifestantes al grito de: ¡Go home!
Las disculpas formales las recibe el huésped en el Círculo Militar. Y a media tarde todos los integrantes de la Junta de Gobierno y otros, se presentaron a la residencia del embajador de Estados Unidos de América, en Lomas de La Florida, para saludar, conversar y despedirse de Mr. Nixon.
Si todo ocurrió pues el gobierno no sopesó las consecuencias de“…cada quien que haga cuantole provoque", jugó a la peor carta. Las turbas desatadas equivalen a las estampidas de manadas de animales en las que ninguno se detiene sin saber a dónde va a tener…” -- comenta Fabián Capecchi, publicista y asesor comunicacional --. “Identico fenómeno se da cuando los seres humanos nos desbordamos … Los resultados acabancatastróficos, como tantos conocidos…”.
EL BALCÓN DE LA “TRIANERA”
Guardo entre ya viejas vivencias que, pasado el mediodía, desde el balcón de nuestra casa, la quinta “Trianera” situada en la prolongación norte de la Avenida Las Palmas, vimos pasar la caravana oficial rumbo a la residencia del embajador norteamericano. Motivó asomarnos el sonar de las sirenas de motocicletas, radio patrullas y carros militares componentes de la escolta y protección del aquí maltratado político, futuro huésped de la Casa Blanca.
En la esquina norte de nuestra casa, los automóviles tomaron la Avenida La Guaira para subir por la Maracaibo y, en segundos, llegar a Lomas de La Florida desde donde temprano, la mañana del siguiente día, el señor Richard Nixon, su esposa y cercanos de la comitiva oficial, partieron, seguramente muy enfadados y decepcionados, rumbo a Maiquetía. Volaron rumbo a Puerto Rico.
Cuando Nixon pública sus memorias (1976), fue infiel a la verdad donde registra los condenables sucesos, motivo para que el caballero ex canciller Oscar García Velutini, enfadado, asuma desmentir apreciaciones del para entonces renunciante presidente entre 1968 y 1974.