La reciente consulta para la elaboración de una nueva Constitución chilena, revela importantes cambios políticos
Chile: puente sobre aguas turbulentas
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Por: Manuel Salvador Ramos

El gobierno de Gabriel Boric, después del rotundo rechazo a su proyecto de constitución en el plebiscito de salida celebrado el 04 de septiembre del 2022, ha estado nadando en aguas encrespadas y desde esa fecha tal situación ha empeorado. Además de fallas y errores en la conducción y manejo de ciertos aspectos políticos, lo cual se atribuye con punzante insistencia a inexperiencia del equipo gobernante, se agrega la escalada sorprendente de los delitos contra la seguridad de instituciones y personas, así como los serios problemas migratorios que se ubican en la frontera norte.

Se adiciona ahora la aplastante victoria del Partido Republicano en la elección de Consejeros que han de integrar el órgano redactor de un nuevo proyecto de constitución. Una buena parte de los análisis coincide en que la aplastante victoria del sector más derechista del espectro político, significa una derrota definitiva del proyecto encabezado por el joven nativo de Punta Arenas, pero creemos que hay ángulos de la situación postelectoral que no han sido debidamente enfocados.

Con un universo electoral que rebasó los doce millones de votantes, a pesar de los pronósticos que hablaban de apatía e indiferencia, la oposición arrasó con la mayoría de los votos. Los republicanos, se alzaron con la victoria en una docena de las capitales regionales. Sin necesidad de apoyarse en los partidos de Chile Vamos. La concreción de los hechos es que la Derecha, en conjunto, posee la capacidad de proponer un texto constitucional sin la amenaza del veto de su oponente y sin imposiciones de la Comisión Experta, ya que cuenta con los 2/3 necesarios para hacerlo. Solo necesita adherirse a las 12 bases acordadas y presentar una propuesta que cautive a gran parte de la ciudadanía. El auténtico reto reside en entender que no se trata de un programa de la derecha, sino de lograr un texto capaz de convocar a una mayoría amplia y integradora.

Ahora bien, en significaciones que van más allá de lo circunstancial, debe asombrarnos la pendulación de los resultados electorales que ha mostrado Chile en estos últimos años, y la primera deducción que podemos extraer de ellos es que los chilenos saben más de lo que no quieren que de lo quieren. Mejor dicho: detestan tanto la soberbia tradicional de la derecha, como el triunfalismo inmaduro de la izquierda postmoderna.

Chile eligió el presidente más izquierdista desde el retorno a la democracia, pero al mismo tiempo, paradójicamente, votó por un Congreso mayoritariamente de Derecha. Fue tal el espejismo que produjo el categórico triunfo de Boric, potenciado éste por las expectativas del proceso constituyente, que la Izquierda cometió un error estratégico al prácticamente echar de lado el manejo parlamentario. La embriaguez producida por “haber conquistado el cielo”, los llevó a desechar el trámite inmediato de las principales reformas de su programa de gobierno y así aprovecharlas cortas lunas de miel que viven las administraciones entrantes. Recordemos como Giorgio Jackson, un personaje muy cercano a Boric desde hace años y quien por ello ocupaba la cartera encargada de mantener relaciones entre la presidencia y las cámara legislativas, mantuvo varios encontronazos con diputados y senadores. La explicación de tales hechos se atribuye a su conducta arrogante. Boric y su coalición prefirieron esperar los resultados del plebiscito de salida, pensando que el triunfo en el mismo potenciaría el poder de negociación del ejecutivo en el Congreso, pero sin embargo quedando rechazado el proyecto redactado por la Convención Constituyente, el oficialismo se quedó con iniciativas engavetadas. Ahora, ya avanzado el tiempo y tras los resultados del 7 de mayo, se ha escogido al órgano político más derechista en décadas, por lo que la posición de negociación en el Congreso se ha debilitado al extremo.En ese escenario adverso, el gobierno de Boric necesita metabolizar su derrota y recoger las autocríticas, no para fomentar la autoflagelación, sino para mirar hacia adelante: ¿Qué elementos del proceso constituyente hasta ahora deben ser recuperados y cuáles abandonados? ¿Cuáles son los consensos necesarios para recuperar la legitimidad de la vida común en un contexto integral?

Si hay algo claro es que la izquierda no puede desentenderse del proceso constituyente. A fin de cuentas, fue ella la que propuso al país la idea de una nueva Constitución como vehículo para avanzar hacia una auténtica justicia social. Así, aunque toque hacer múltiples concesiones, sería mucho más perjudicial renunciar a un acuerdo con la derecha tradicional, ya que ello le permitiría consensuar un texto con mayores posibilidades de ser aprobado en diciembre de 2023 y así zanjar de una vez el proceso constituyente.

Hay también observadores que creen ver un espacio para construir una identidad en contra de la extrema derecha, algo que sin duda se expresó en la segunda vuelta presidencial de 2021. Para ello es necesario volver al origen: tomar las banderas desplegadas desde el momento en el cual se inició el largo camino de idas y trazar una ruta histórica y romper la camisa de fuerza de la subsidiariedad consagrada en la Constitución del 80. Si la Derecha opta por constitucionalizar el rechazado sistema de AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones Privadas) o las Instituciones de Salud Previsional, ISAPRE (Sistemas Privados de Seguros de Salud), es bastante probable que surgieran situaciones conflictivas desencadenantes de un nuevo rechazo. ¿Pero conviene al futuro de la nación eternizar el problema constitucional, pendientes como están las urgencias que ahora enfrenta?

En medio de esta interrogante se mueve una suerte de sarcasmo político. El nuevo proceso constituyente quedó bajo la conducción de quienes rechazan una nueva constitución: Luis Silva, figura relevante del Opus Dei, el consejero más votado a nivel nacional y quien probablemente sea la voz del Partido Republicano en los debates, dijo tajantemente: “..no quiero una nueva constitución”. ¿Cómo traducir esta categórica afirmación?;¿Es la intención de los republicanos dejar intacta la constitución vigente?

Como se ve, la cuestión no es tan sencilla para el Partido Republicano. Siendo la principal fuerza del Consejo con veintitrés bancas, un poder de veto autónomo y a solo ocho votos de lograr los tres quintos (quorum para aprobar los artículos), la responsabilidad del proceso recae sobre sus espaldas en la misma medida del apoyo popular recibido en la votación del 07/05, y aunque veremos más de un intento por desmarcarse de esa responsabilidad, lo cierto es que las expectativas de cierre de la crisis social e institucional de Chile no han desaparecido y ello no requiere una especial inteligencia para entenderlo.

A diferencia del plebiscito pasado, capitalizar un nuevo rechazo ya no es posible para la Derecha. La facilidad con la que pueden construir los tres quintos e incluso dos tercios con Chile Vamos, implica que los costos del proceso constituyente recaerán exclusivamente sobre la Derecha porque ella es quien ha obtenido una victoria. Para lograr un triunfo auténtico es necesario entender que las victorias democráticas implican convocar otras fuerzas políticas para la tarea de cosechar los frutos. Una aventura revanchista de la extrema derecha chilena, aprovechando su mayoría en el Consejo Constitucional, sería catalogado como una retaliación clasista que no se diferencia en sus efectos al comportamiento de la tristemente recordada Convención Constituyente.

En ese sentido son elocuentes las opiniones de un representativo grupo de personalidades ligadas a la actividad empresarial que fueron entrevistadas por el diario “La Tercera”. En todas y cada una de ellas, se insta a la moderación y al consenso y por ello vamos a reproducir lo que señaló Christian Argandoña, directivo de la Sociedad Nacional de Minería, al considerar que su visión de esta coyuntura encierra una síntesis de los restantes puntos de vista:

“Extendemos las felicitaciones a quienes resultaron triunfadores y tendrán la gran responsabilidad y oportunidad de aportar en la elaboración de una nueva propuesta de carta magna. En esa línea, confiamos en que este Consejo que llevará a cabo tan relevante tarea, ponga por delante el progreso y el futuro de Chile, para lo que se requiere avanzar en paz social, construcción de consensos y fortalecimiento institucional. Para ello, consideramos fundamental que se recojan los aprendizajes del proceso anterior y en ese sentido, se generen diálogos constructivos y se consideren las opiniones de los distintos actores sociales y económicos, por encima de los extremismos y maximalismos utópicos”.

En el mismo orden, Javier Macaya, Presidente de la UDI, organización hasta ahora eje fundamental de la Derecha chilena, dio una entrevista al medio digital “El Mostrador”, y dentro de varias puntualizaciones sobre el nuevo proceso constituyente, instó al Partido Republicano a respetar los llamados “doce bordes”, denominación coloquial que se le dado al marco conceptual en el cual debe encuadrarse el nuevo proyecto de Constitución y el cual fue aprobado en la Cámara de Diputados y en el Senado en el mes de enero.

Una Constitución elaborada dentro de los exiguos parámetros de alguna coyuntura y no con una visión de horizonte, siempre ha de concluir en un bodrio minimalista. Creer que pactar, negociar y hasta conversares demostración de debilidad, conforma una matriz no solo equivocada sino destructiva, porque quienes por circunstancias, más que por razones, alcanzan una victoria política y se autocomplacen acariciándola, tiene pasaje comprado para vacacionar en la isla de las derrotas.

 

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