Manuel Salvador Ramos
AMANECE LA DEMOCRACIA
El debate político que hoy vive España remarca la tragedia histórica de su existencia moderna. No hay duda que el ejercicio mas esforzado que ha hecho la sociedad española para construir moldes de equilibrio convivencial se libró durante el lapso de la TRANSICIÓN, tal como se denomina el periodo inmediatamente posterior a la muerte de Francisco Franco en 1975. Luego de distintos vaivenes a través de los casi cincuenta años que nos separan de aquel entonces, vuelve el espectro de la radicalización política y se plantea la cuestión de si es o no posible la existencia de un centro político que tenga vida propia y modere los extremismos propios de la izquierda y la derecha cuando gobiernan. Esta pregunta debería ser innecesaria, puesto que la transición política de la dictadura a la democracia fue posible a partir de ese 1975 porque la sociedad española rechazaba por igual la involución o la revolución. Las heridas y los horrores de una sangrienta guerra civil estaban incrustados en la memoria colectiva.
Revisando la historia a vuelo de pájaro, vemos como a los dos días de la muerte de Francisco Franco, don Juan Carlos es coronado Rey. Empezaba entonces un difícil equilibrio entre los partidarios de continuar de alguna manera con un régimen autoritario y los que se inclinaban por iniciar un proceso de evolución hacia una democracia plena. Como presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro dio los primeros pasos, pero unos meses después el Rey Juan Carlos I, mostrando una visión y un talante que sorprendió a propios y extraños, nombró a Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno
Es posible imaginar el complejo entramado de hechos, circunstancias e intereses pudo enfrentar la sociedad española luego de cuarenta años de sometimiento dictatorial, pero en cambio es poco común visualizar el temple y la firmeza de quienes fueron responsables de conducir el proceso en medio de un panorama altamente conflictivo. A estas alturas deseamos precisar ante el lector que el lapso histórico conocido como
LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA (1975-1978) ha sido objeto de variados estudios y enfoques y por ello ha generado una bibliografía que por su magnitud y extensión solo nos permite menciones referenciales a los distintos aspectos concurrentes. No obstante, buscando aportar algunos elementos de información orientada principalmente a la lectoría que por razones cronológicas desconoce la temática, vamos a combinar informaciones y crónicas de distintas fuentes -principalmente de HISTORIA 16- para recrear tanto el momento estelar de las primeras elecciones democráticas en España para elegir las Cortes Constituyentes que año y medio después aprobaron la
Constitución española, como los eventos que marcan el declive de la convivencia que caracterizó el período al prácticamente extinguirse la llamada “Era de Suarez”.
LA GESTA ELECTORAL
El 15 de junio de 1977, más de dieciocho millones de españoles fueron a la urnas. No lo hacían desde las elecciones a
Cortes en febrero de 1936. El resultado electoral fortaleció la joven democracia, perfiló un sistema de partidos homologable a cualquier país europeo y, sobre todo, facilitó que el nuevo Congreso iniciara un proceso capaz de dotar al país de una Constitución basada en el consenso. Como decíamos anteriormente, para llegar a aquella jornada electoral, el Presidente del Gobierno,
Adolfo Suárez, al frente de un ejecutivo muy débil, debió maniobrar con habilidad y firmeza para llevar adelante ese proyecto de transición democrática teniendo que sortear álgidos momentos de enfrentamiento y pugilato político.
Recogiendo los principios de
la Ley de Reforma Política, aprobada en referéndum el 15 de diciembre de 1976, el Gobierno Suárez negoció con las fuerzas políticas los principios básicos del Decreto-ley de 23 de marzo de 1977,
que reguló las tres primeras elecciones generales -1977, 1979, 1982- y que en lo sustancial tuvo continuidad en la sucesiva legislación electoral española. El Congreso de los Diputados se formó por 350 diputados, elegidos por el método D’Hondt, que favorece las candidaturas mayoritarias, ypara evitar la fragmentación partidista que impidiese articular mayorías estables, se estableció un mínimo del 3% de los votos para entrar en el reparto de escaños, y un mínimo de 2 escaños para cada una de las 52 circunscripciones provinciales –excepto Ceuta y Melilla que solo tenían uno-. El Senado se constituiría con 207 electos,
más 41 designados por el Rey, haciéndose notar que la existencia de ese órgano fue una exigencia de los sectores mas conservadores; de hecho se convirtió en un refugio para parte de los personajes provenientes del franquismo.
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El 15 de abril de 1977, el Consejo de Ministros
convocó a elecciones generales para el 15 de junio. También, preocupado porque no hubiera dudas sobre la limpieza del proceso electoral, decretó la incompatibilidad de todos los altos cargos de la Administración, incluidos ministros, para ser candidatos. Por otro lado,
El 3 de mayo, Adolfo Suárez, quien venía encubriendo sus intenciones en cuanto a participar como cabeza en la lista de UCD por Madrid, anunció su candidatura con el fin de lograr su legitimación política y no depender exclusivamente del cordón umbilical que representaba el Rey Juan Carlos. Hay una cita muy significativa con respecto a ese paso del Presidente del Gobierno: “…ahora venía la suma de los liberales de Joaquín Garrigues, la llegada de los apreciados socialdemócratas de Francisco Fernández Ordóñez, que permitían ampliar la cosecha de votos hacia el centroizquierda, y los disidentes democratacristianos de Fernando Álvarez Miranda. Finalmente, para completar el coctel, se añadieron los hombres de Suárez provenientes del franquismo y quienes dominaban los resortes del aparato gubernamental. Este grupo, encabezado por Rodolfo Martín Villa, presumía de ser los autores de la
reforma política aprobada en el referéndum de 1976.” (GARCÍA ABAD, José. “Adolfo Suárez. Una tragedia griega” 2005)
La campaña electoral comenzó el 24 de mayo, espacio de tiempo que se consideró suficiente para que los partidos políticos pudiesen darse a conocer y presentar sus ofertas programáticas. En general fueron mensajes directos, poco sofisticados, muy ideológicos y centrados en la dicotomía cambio o reforma.
Concurrieron 5.343 candidatos encuadrados en 589 candidaturas. 22 partidos se presentaron en casi todas las circunscripciones –UCD, por ejemplo, no presentó lista en Guipúzcoa-. En Madrid hubo 26 candidaturas; en Barcelona, 23. A pesar de la llamada
sopa de letras,
la disputa electoral se fue focalizando en las fuerzas que el 15 de junio se convertirían en protagonistas de la nueva etapa: la Alianza Popular de Fraga, la UCD de Suárez, el PSOE de Felipe González, el PCE de Santiago Carrillo y las formaciones nacionalistas de País Vasco (PNV) y Catalunya (la Convergència de Jordi Pujol concurría en la coalición
Pacte Democràtic). También destacaron el Partido Socialista Popular de Enrique Tierno Galván y la Federación Cristiana de José María Gil Robles y Joaquín Ruiz-Giménez, formación que fracasó totalmente en los comicios al no elegir ningún escaño.
LAS CAMPAÑAS DE LOS PRINCIPALES PARTIDOS FUERON DISPARES
UCD dispuso de cuantiosos recursos, muchas veces infrautilizados o malgastados en publicidad innecesaria o en actos sin ninguna repercusión pública. Su gran capital era Suárez, quien
prácticamente no hizo campaña. El Presidente se limitó a una visita a su pueblo, Cebreros, en la Provincia de Ávila, y a ofrecer contadas
entrevistas a los
medios. Fue notablemente hábil en el último espacio electoral en televisión y ello decantó a su favor un considerable número de votos.
Suárez y la UCD contaron con otros factores propicios. Alianza Popular, como polo de atracción del voto más franquista encabezado por Fraga Iribarne, se empeñó en captar el voto del pasado y del miedo. Carlos Arias Navarro, presidente del último gobierno franquista, por ejemplo,fue candidato al Senado por Madrid. Fraga no contribuyó a crear una imagen moderada y muchos votantes influenciables por su sector migraron hacia niveles políticos como la UCD que mantenía una imagen fresca y no confrontativa.
También la división de la izquierda jugó favor de Suárez. El PSP de Tierno Galván consiguió más de 800.000 votos –UCD obtuvo escasamente un millón de votos más que el PSOE-. Si el partido de Tierno hubiera concurrido con el PSOE, el resultado de los socialistas habría sido espectacular.
Otro de los grandes aciertos de Suárez fue lograr la presencia en las elecciones del Partido Comunista Español, PCE, En el diseño inicial de la reforma, tanto Suárez como el PSOE –influido por Willy Brandt y el ejemplo alemán- no incluían la legalización inmediata de los comunistas, pero Carrillo maniobró hábilmente para forzarla. Carrillo.
Se presentó en Madrid, se produjo su detención y de esa forma obligó al Gobierno a tomar una decisión. Adolfo Suárez, con gran visión política, apostó por la legalización del PCE y logró simultáneamente dos objetivos: por un lado, la presencia de los comunistas era la prueba definitiva de que la transición y las elecciones eran absolutamente democráticas y homologables a la mayoría de países europeos, y por el otro, la presencia electoral del PCE dividía más a la izquierda.
La campaña de los comunistas fue escasa en medios, pero también en ideas. Su publicidad era bastante lúgubre, subrayando su pasado de principal fuerza opositora al franquismo, pero con muchas dificultades para superar las reticencias de una buena parte de la sociedad española, influida por la propaganda de la dictadura durante 40 años.
Sin duda, la campaña más eficaz fue la del PSOE, basada la misma en la imagen de Felipe González Márquez, el abogado sevillano que junto a su fiel compañero y paisano Alfonso Guerra, había derrotado a la facción del exilio y además había forzado al PSOE a desechar la denotación de partido marxista.Apoyados por los socialdemócratas alemanes del SPD, dispusieron de un aparato poderoso que habían venido preparando desde 1973, cuando fundaron la sociedad anónima ITE-PSOE, dedicada a realizar estudios de opinión y elaborar estrategias políticas. Además, viajaron a otros países y conocieron de cerca las más modernas técnicas electorales. La campaña de 1977 les permitió darse a conocer ampliamente y el propio Felipe González afirmó que hubiera necesitado unas semanas más para ganar. El PSOE logró movilizar a miles de ciudadanos y convertirse en la fuerza hegemónica de la izquierda, pese a su escasa actividad partidista durante el franquismo.
Suárez había logrado revalidar en las urnas su liderazgo al alcanzar la UCD una mayoría cómoda de166 escaños, a diez de la mayoría absoluta. El sistema electoral, tan laboriosamente diseñado, había funcionado con gran precisión y ello dio como resultado que la coalición centrista, la UCD, obtuviese el 47% de los escaños con el 34,44% de los votos. Por otro lado, los 118 diputados obtenidos por el PSOE sorprendieron a todos, mientras que el PCE, con 20 escaños, y Alianza Popular, con 16, obtuvieron resultados muy por debajo de sus expectativas.
En el País Vasco –PNV con 8 escaños- y en Catalunya –Pacte i UDC sumaban 13- con lo cual confirmaron el protagonismo de los partidos nacionalistas moderados en esas regiones. Ahora bien, a diferencia de la mayoría de España, en
Catalunya venció la izquierda. La primera fuerza, a gran distancia en número de votos, fue el PSC-PSOE (15 escaños).
Desde entonces comenzó a perfilarse el bipartidismo imperfecto que ha caracterizado el mapa político de los años subsiguientes, ya que los españoles rechazaron el extremismo y consagraron la idea del Centro como espacio para la lucha política. Pero tal como lo reza el refrán, “la procesión andaba por dentro y no eran solo nubes pasajeras las que se avizoraban en el panorama de la recién nacida democracia española. La perspectiva de los momentos posteriores hemos de considerarla en otras notas cuando desmenucemos distintos aspectos y acontecimientos que se vivieron en el lapso que va desde 1978 hasta 1982, año este último en el cual la mayoría de los historiadores coincide en determinar como hito final de LA TRANSICIÓN.