Rafael Simón Jiménez
La candidatura presidencial de Diógenes Escalante abrió para la Venezuela de mediados de 1945, un paréntesis reparador en medio de un deterioro de la situación política, que se hacía grave a medida que se acercaba el final del quinquenio de gobierno del general Isaías Medina Angarita. En medio de tensiones, polémicas y enfrentamientos verbales entre los partidarios del oficialismo agrupados en torno al PDV y UPV –refugio legal este último de los comunistas-, la oposición liderada por AD y la disidencia que encabezaba el ex presidente Eleazar López Contreras, la candidatura del embajador en Washington emergió casi milagrosamente como fórmula de consenso para el periodo 1946-1951.
Diógenes Escalante, quien luego de servir a los gobiernos de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, había optado por la carrera diplomática - donde acumulaba ya largos años- había visto frustrar la posibilidad de acceder a la Primera Magistratura Nacional en dos oportunidades. La primera vez que su nombre fue mencionado para el elevado destino fue en 1931, cuando Juan Bautista Pérez fue obligado a renunciar bajo las presiones de un Congreso de incondicionales gomecistas; sin embargo el envejecido dictador optó por volver él mismo a ocupar la Presidencia.
En 1940, en la antesala de concluir el recortado período de su paisano, compañero de estudios y amigo, Eleazar López Contreras, de nuevo aparece el nombre del embajador Escalante como fórmula civil para dar continuidad a la transición iniciada por el general de tres soles. Ahora son viejos generales gomecistas encabezados por el octogenario doctor Victorino Márquez Bustillos, quienes se conjuran y presionan para impedir la candidatura de Escalante, a quien acusaban de tránsfuga, réprobo y de haber instigado la reacción antigomecista en enero y febrero de 1936. También en esta oportunidad sus posibilidades estarán destinadas a periclitar.
¿EL CONSENSO?
La hora definitiva para Escalante parece presentarse en 1945, cuando en medio de grandes tensiones y enfrentamientos, su candidatura aparece como factor de consenso capaz de unir a medinistas, comunistas y adecos, y aun a regañadientes a los partidarios del general López Contreras. El embajador arriba a Venezuela en agosto de 1945, donde una multitud lo aclama como seguro nuevo mandatario, y se instala de inmediato en el hotel Ávila a las faldas del Ávila, donde una corte de seguidores plena diariamente las instalaciones del hotel.
Pero de nuevo la fatalidad parece ensañarse contra las aspiraciones de Escalante, que al poco tiempo de instalarse en Venezuela, comienza a dar muestras de dislates e incoherencias, que pronto prende las alarmas entre los proponentes de su candidatura, hasta que la crisis cerebral se hace pública e irreversible, y el embajador tiene que regresar a Estados Unidos como pasajero privilegiado del AIR FORCE ONE que le envía su dilecto amigo el presidente Harry Truman.
BIAGGINI
La inhabilitación de Escalante desata las pasiones contenidas y un aquelarre de posiciones disimiles y encontradas sucede al consenso logrado en torno a su candidatura. AD, ya involucrada en la conspiración militar que estallará el 18 de octubre de ese año sugiere al gobierno un nuevo candidato, acordado entre los fuerzas democráticas, pero el Presidente Medina se pronuncia por la candidatura presidencial de su amigo, paisano y ministro Ángel Biaggini, al cual Betancourt y sus partidarios no sólo repudian sino que inician contra él una campaña de epítetos y descalificaciones, haciéndolo ver como un simple títere que sería manejado por su antecesor.
Ángel Biaggini, a quien la historia ha castigado con una falsa imagen de hombre gris, pusilánime y descolorido, era por el contrario hombre de gran cultura y de probada honestidad, amén de ideas modernas que había demostrado al convertirse en impulsor de la ley de Reforma Agraria, y al contrario de Escalante no había figurado en los elencos del castrismo y el gomecismo.
Cuando de nuevo se enciende la polémica y los adecos atacan sin piedad al nuevo candidato del gobierno. Miguel Otero Silva desde las páginas del “Morrocoy Azul” –lo mejor que ha parido el humorismo venezolano impreso- inserta un chiste donde aparece un orador del partido de Betancourt insultando a Biagini, y entre el público un borrachito presto a replicar cada acusación contra el nominado oficialista. en un diálogo del siguiente tenor:
Los continuistas de Miraflores han escogido a Biaggini afirma el tribuno adeco.
Y el borrachito en alta voz se pregunta ¿Y Escalante?
Sin prestar atención el orador insiste: Biaggini pertenece en línea directa a la élite del Táchira.
Y el impertinente, pasado de tragos, insiste en alta voz ¿Y Escalante?
El dirigente adeco coge fuerzas y de nuevo arremete: Biaggini, representa la negación de cualquier proceso democrático, porque ha sido un burócrata de oficio toda su vida.
Y el beodo sin dejarse intimidar repite la cantaleta: ¿Y Escalante?
Ahora sí, el orador se desespera e increpando al borracho le espeta: ¡Señor Usted está loco!
A lo que el interpelado impertérrito le repite: ¿Y Escalante?