En más de un siglo mucho ha cambiado, altas son las presiones y las prioridades que debe resolver la humanidad. Sin desconocer las amenazas globales, los cambios también son oportunidades para llevar a cabo los ajustes que, como especie y sobre todo como nación, debemos “poner en fuerza”.
Nuestro país, como poseedor de la mayor reserva energética fósil del planeta, sigue descifrando y ajustando los modelos de aprovechamiento y explotación que le permitan a la Nación y sus habitantes transitar hacia una economía diversificada, de servicios, circular, capaz de usar sus ventajas comparativas para el bienestar de la población, y el tan anhelado progreso colectivo.
¿Cuál es el devenir del suministro energético, cuál el papel de nuestro país en el nuevo orden global?. Son preguntas recurrentes, que nos atañan por ser un país predominantemente petrolero y gasífero.
Es aquí donde la sociedad organizada, los gremios empresariales, los organismos científicos, académicos, y demás instituciones juegan un rol importante, es aquí donde la narrativa toma un peso relevante por exponer a la opinión pública visiones y proponer soluciones viables que, basadas en nuestro conocimiento colectivo, nuestras ventajas comparativas y humanas, podrían aportar un camino ajustado a nuestra realidad y a las prioridades de nuestra República.
A nuestra circunstancia ya afectada por sanciones y auto sanciones se le suman diversas complejidades de orden global como el conflicto bélico en Europa, el resurgimiento de bloques como el BRICS y la desdolarización de la economía global.
Metas de “Cero Emisión” y la transición energética se alejan. Y aunque muy justificadamente se pretende atender el cambio climático, la necesidad de explotación minera a gran escala de elementos como litio, cobre etc., asociadas a las energías alternativas, también acarrean amenazas ecológicas y un impacto mayúsculo ambiental.
En lo práctico, la República Bolivariana de Venezuela mediante un ajuste al patrón de consumo racional, detener la quema del gas de venteo y su aprovechamiento, sanear el Lago de Maracaibo, y otras cuencas hídricas afectadas por la explotación petrolera, regularizar la explotación y control del Arco Minero, son en si un verdadero inicio hacia la transición energética, más bien ecológica, un camino firme hacia una económica moderna de bienestar.
Aunque esta transición lleva un consenso racional, es también un tema de infraestructura que involucra cambios físicos sustanciales, como el del transporte público, es la opinión del suscrito que la implementación de fuentes escalables será un proceso de complementación y no un evento de sustitución, lo que implica décadas y no años.
En conclusión, como país con ingentes reservas energéticas ante la nueva realidad geopolítica ya mencionados toca estabilizar nuestra sociedad, realizar ajustes pragmáticos y concretos, lograr implementar una política de equidad y progreso con alto contenido local, basada en la generación de confianza, de reglas claras y cumplimientos, que nos lleve a consolidar acuerdos comerciales con los mercados, bloques regionales y países que hoy y a futuro demandan la atención de una humanidad en crecimiento. Es decir, a una población que se estima para el año 2050 en nueve billones de habitantes con una calidad de vida que, en términos de servicios públicos e industrialización, implicaría por lo menos un aumento en la capacidad de generación global de energía, quizás un 50% sobre los 160.000 TWh que hoy consumimos, lo que, sin duda de lograr el orden requerido, nuestro país podría sin lugar a dudas ocupar un lugar relevante no solamente para la región sino también para el resto del mundo.
*Presidente Cámara Petrolera de Venezuela 2018 – 2022, presidente Petropymi