José Antonio Gil Yepes
Las encuestas son una herramienta de investigación de opinión; sea en el campo político, tales como las encuestas electorales o sobre la gestión de gobernantes; sea sobre el campo del mercado de bienes o servicios, públicos o privados. La credibilidad de las encuestas es un factor clave en su uso y vigencia. Dicha credibilidad depende de las características técnicas según la calidad de la base muestral, la estructura de la muestra, las características de cuestionario y de varios aspectos de la conducta del entrevistador relativos al seguimiento de la consecución del entrevistado siguiendo las instrucciones recibidas para asegurar la estructura que debe tener la muestra y la forma de conducir la entrevista.
LA INFORMACIÓN
Pero la credibilidad de las encuestas también depende del uso que hacen los medios de la información que reciben sobre los resultados de las encuestas y de la disposición del receptor a creer o no en dicha información.
Por ejemplo, en la elección norteamericana entre Hillary Clinton y Donald Trump, varios medios de comunicación crearon la impresión de que los Republicanos ganarían por paliza: “The Red Wave”. Pero esa percepción se debió a interpretaciones distorsionadas de los resultados de algunas encuestas en las que Trump estaba ganando, aunque por poco margen. Pero, quienes comentaban dichas encuestas las vociferaban dando la impresión de que la ventaja era enorme. Las diferencias entre ellos casi siempre estuvieron dentro del error muestral. No sorprende pues que Hillary sacara más votos populares y que Trump fuera electo presidente con los votos de los colegios electorales.
LHC Y LPO
Este ejemplo recuerda el caso de la elección entre Luis Herrera Campins y Luis Piñerua Ordaz pues se cruzaron por muy poco margen tres veces durante un año de campaña electoral. Al final, Herrera repuntó y ganó por poco margen. Lo mismo sucedió en el caso de la elección de 2013 entre Nicolás Maduro y Henrique Capriles por una diferencia de menos de 2%.
En estos casos de “empates”, las encuestas hay que hacerlas; nadie renuncia a “saber dónde estamos”, pero si el error de cualquier encuesta viable es de alrededor del 3%, si, por ejemplo, un candidato aparece con 51% y el otro con 49%, no se puede saber quién va a ganar con base en los resultados de una encuesta, a menos que se logre aumentar el tamaño de la muestra a niveles muy superiores a los usuales: entre 1.200 y 2.500 entrevistados. Para reducir un error muestral a 1,25%, habría que tomar una muestra de 6.400 entrevistados y, si la diferencia entre los candidatos fuese menor al 1%, como fue el caso de Maduro y Capriles, habría que recoger una muestra de 25.600 personas si se quisiese tener alguna certeza del resultado electoral. Obviamente, recoger una muestra de estos últimos tamaños rara vez es viable, tanto por razones económicas como de logística (tiempo).
El rechazo a la verdad no es exclusivo contra el contenido de las encuestas, incluye cualquier tema y fuente relacionado a información que no le convenga recibir al receptor. Por ejemplo, si se recibe la notica de una enfermedad que puede convertirse en terminal si no se trata oportunamente, el paciente puede rechazar esa verdad a pesar del riesgo que corre.
Claro está, las encuestas pueden equivocarse, como se equivocan los médicos, los abogados y los ingenieros, a veces con resultados muy graves. Pero eso no quiere decir que siempre se equivoquen ni que, si lo hacen, haya sido intencionalmente, ni, tampoco, quiere decir que dejemos de utilizarlos. En la actualidad se observa cierto rechazo a las encuestas como fuente de información para tomar ciertas decisiones políticas; por ejemplo, en la escogencia de un candidato de oposición. Esta selección se puede hacer por primarias, por consenso y por encuestas, siendo el procedimiento más aceptado actualmente el de las primarias, mientras que las encuestas se ubican en un segundo lugar, pero distante del primero. La última opción es el consenso.
PIRATERIASí hay encuestas “piratas”. En Venezuela, estás tienden a aparecer previo a ciertas elecciones presidenciales y a desaparecer después de ellas y, generalmente, se identifican con nombres en inglés, como queriendo decir que “deben ser muy buenas porque vienen del norte”.
Otro aspecto que perjudica las encuestas es el uso de su información por parte de sus autores para tomar posiciones a favor o en contra de una parcialidad política. Un encuestador nunca debe ser “juez y parte”.
El público puede hacerse un gran favor en cuanto al uso y credibilidad de la información que recibe. El problema de las descalificaciones de la información porque no coincide con intereses propios radica en falta de inteligencia emocional y exceso de limitaciones a nivel de personalidad, tales como el egoísmo, el individualismo, la soberbia o indiferencia por el otro. En la época de la postverdad que estamos viviendo, en la cual cualquiera puede tomar un celular y publicar lo “que le dé la gana”, sin ninguna responsabilidad ni consecuencia, el espacio para la credibilidad se reduce. Sin embargo, queda la constancia de encuestas publicadas previamente a momentos electorales en los que son mucho más los aciertos que los errores.