América Latina, y más concretamente América del Sur alberga al mayor pulmón vegetal del planeta: La selva del Amazonas. Atravesando ocho países, más la Guayana Francesa
LATINOAMÉRICA Y EL CAMBIO CLIMÁTICO GLOBAL
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Alfredo Toro Hardy

En un documento de 2023, la Agencia Internacional de Energía advierte acerca de la alta posibilidad de que las políticas de mitigación del cambio climático no logren su objetivo. Es decir, mantener el calentamiento global dentro de los límites deseados. Ello traería consigo grandes catástrofes climáticas (IEA, “Net Zero Roadmap”).

La pregunta obvia es cuál es el papel que juega y puede jugar América Latina, en la mitigación del cambio climático. Lo cierto es que el mismo resulta de máxima importancia. Esto a partir de tres consideraciones. Primero, a través de la correlación inversa entre su responsabilidad por el calentamiento global y sus esfuerzos de transición hacia tecnologías limpias. Segundo, por vía de los esfuerzos de preservación de sus selvas tropicales. Tercero, como mayor reserva mundial de minerales estratégicos para la transición energética global.



Contribuyendo con sólo 5% a las emisiones de co2 a escala global, la región ha asumido con seriedad y consistencia estratégica la transición hacia energías limpias. De acuerdo al Índice de Transición Energética del Foro Económico Mundial, que mide el uso de tecnologías limpias en 115 países, nuestra región se encuentra situada en una escala alta. En 2023, el promedio de América Latina dentro de dicho índice era de 54.8%, sólo superado por las economías más avanzadas con 62.5% y por las economías europeas emergentes con 57.7% (World Economic Forum, “Fostering Effective Energy Transition”, 2023). Más aún, según señala la Agencia Internacional de Energía: “América Latina, que constituye una de las regiones líderes del mundo en materia de energía renovable, va camino a jugar un papel mayor en la promoción del uso del hidrógeno de bajo carbón, un componente crucial para un futuro de cero emisiones” (IEA, “Hydrogen in Latin America: From Near-Term Opportunities to Large-Scale Deployment”, 2021). El contraste entre la baja responsabilidad regional por el calentamiento global y los esfuerzos por combatirlo, singularizan a la región.

América Latina, y más concretamente América del Sur alberga al mayor pulmón vegetal del planeta: La selva del Amazonas. Atravesando ocho países, más la Guayana Francesa, esta abarca 6,7 millones de kilómetros cuadrados (dos veces el tamaño de la India), representando más de la mitad de la reserva forestal del mundo y el mayor sistema de drenaje de èste. Albergando alrededor del 10% de la biodiversidad global, es responsable de absorber una cuarta parte de todo el co2 que absorben las tierras del planeta. En una Cumbre Presidencial sostenida en Brasil en agosto de este año, Bolivia, Brasil, Colombia, Guyana, Perú, Surinam, y Venezuela, constituyeron una alianza para proteger la selva amazónica. A través de una ambiciosa agenda conjunta, se comprometieron a promover el desarrollo sustentable, poner fin a la deforestación y combatir al crímen organizado que la fomenta (Aljazeera, “Amazon nations launch alliance to protect rainforest at key summit”, 9 August, 2023). En tanto custodia de este invalorable recurso forestal, la región juega un papel fundamental a escala global.

Pero junto a las dos consideraciones anteriores, América Latina contiene en su subsuelo al grueso de los minerales estratégicos requeridos para la transición energética. Es decir, para la manufactura y almacenamiento de tecnologías y energías limpias. Entre tales minerales se encuentran el litio, el grafito, el cobre, el zinc, el niobio, el cobalto, el níquel, la plata o los minerales de tierras raras, los cuales resultan indispensables para la producción de baterías eléctricas, paneles solares, turbinas de viento, carros eléctricos y otros dispositivos claves para la generación, aprovisionamiento o almacenaje de energía limpia. Alrededor de las dos terceras parte de las reservas de litio del mundo se encuentran en Latinoamérica, principalmente en Bolivia, Argentina y Chile, pero también en México, Perú y Brasil. Chile, Perú y México acobijan en sus entrañas un 45% de las reservas globales de cobre, con importantes reservas adicionales en Argentina, Brasil, Colombia y Ecuador. La región posee alrededor del 39% de las reservas mundiales de plata, 24% de las de grafito y 17% de las de níquel, zinc y minerales de tierras raras. Tan sólo Brasil dispone del 80% de las reservas mundiales de niobio. A su vez, Chile y Perú son los mayores productores globales de cobre, con un 40% del suministro total, mientras Chile y Argentina representan el 32% de los suministros mundiales de litio. Chile, a su vez, va camino a posicionarse como uno de los proveedores topes de cobalto (Purdy, C., Castillo, R., “The Future of Mining in Latin America: Critical Minerals and the Global Energy Transition”, Brookings Institution, 2022; Ríos, G., “Strategic minerals: Collaboration between LATAM and the Caribbean, Spain, and the EU”, El País, 5 October, 2023; Center on Global Energy Policy at Columbia School of International and Public Affairs, “Critical Minerals in Latin America: A Bridge or a Bottleneck for the Energy Transition”, June 5, 2023).

América Latina constituye así un componente clave en la mitigación del calentamiento global. Hay, sin embargo, dos consideraciones que es necesario tener en cuenta. En primer lugar, los objetivos de poner fin a la deforestación amazónica y de producir algunos de los minerales estratégicos para la transición energética, pueden encontrarse a ratos en abierta contradicción. Ello requiere, por tanto, de un compromiso entre dos objetivos igualmente deseables para combatir los efectos del calentamiento global. Un Código de Conducta para balancear ambos propósitos y mantener bajo control los impactos negativos sobre los ecosistemas y las comunidades locales se hace así necesario. Lo ideal sería que la elaboración del mismo se enmarcase bajo el auspicio de las Naciones Unidas. Ello brindaría a las naciones involucradas el respaldo de la comunidad internacional en su forcejeo con poderosos intereses mineros trasnacionales.



En segundo lugar, la región no debe convertirse en zona de sacrificio al servicio del combate del cambio climático global. Una justicia distributiva en la que los costos y los beneficios sean repartidos entre todas las partes interesadas se hace menester. Si la humanidad entera se beneficia de la preservación del pulmón amazónico, aquellas economías avanzadas que más han contribuido al calentamiento global tendrían una importante responsabilidad ante sí. De hecho, en una Cumbre de jefes de Estado y de gobierno de países poseedores de recursos forestales, que incluyó a once naciones de América Latina y el Caribe más la República del Congo, se forjó un pacto para mantener una posición conjunta ante las economías avanzadas. Celebrada en agosto de este año, también en Brasil, se acordó exigir a las naciones ricas que provean financiamiento para la preservación de las selvas del planeta. Ello plantea una posición de bloque en las negociaciones climáticas internacionales, incluyendo la COP28 de las Naciones Unidas a celebrarse a finales de 2023 (Spring, J., “Rainforest countries form a pact to demand conservation cash from rich nations”, Reuters, August 9, 2023).

América Latina juega un papel fundamental frente al cambio climático global. Sin embargo, debe recabar apoyo internacional en este sentido. Ello, no sólo para negociar con poderosas multinacionales mineras, sino para preservar tan inalterado como posible a la mitad del volumen selvático del planeta.

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