Edgar Sanabria ejerció como interino la Presidencia de la República durante las elecciones de 1958 que eligieron a Rómulo Betancourt, y en ese corto tiempo tomó decisiones de suma importancia para el país
EL SEGUNDO ENTIERRO DEL FLACO
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Gustavo Brandt Wallis

Un viejo gran amigo, no obstante la diferencia de edad, siempre me decía que a uno no lo enterraban cuando lo sembraban en el cementerio y le echaban las paladas de tierra sobre el cajón, sino cuando lo olvidaban.

Además que acotaba, que no solo bastaba hacer lo que decía el famoso dicho: “Sí quieres que te recuerden, ten un hijo; siembra un árbol; y escribe un libro”; sino que el hijo debía tener buena memoria; el árbol no debía ser cortado; y el libro debía de ser publicado y tener una mediana circulación e interés en el público.

Todo ello viene a colación, ya que el 14 de noviembre, se cumplieron 65 años desde que entró a la historia de los Presidentes de Venezuela, un individuo injustamente olvidado, no obstante de lo mucho que le debemos los venezolanos y especialmente los caraqueños. Me refiero al caso del Dr. Edgar Sanabria, El Flaco para sus panas, que aunque no tuvo hijos y no se conoce sí plantó árboles o no, aunque sí ayudo a la conservación a millones de ellos, escribió varios libros que se publicaron con buena circulación y gran interés para el público.

Además de todo eso, Edgar Sanabria fue Presidente de la República, aunque interino y por menos de tres meses, pero que comparativamente hizo mucho más en su corto periodo que algunos de los que ocuparon ese cargo, por 5, 8, 9, 10 o 13 años o más tiempo. Sin embargo, tal como decía mi amigo, terminó enterrado por el olvido, al punto que las nuevas generaciones no saben, quien fue ese señor, sí fue o no Presidente, y en tal caso que hizo.

LA BUENA ESTRELLA

Lamentablemente, El Flaco, no obstante su gran preparación y erudición, no tuvo buena estrella, al no caer simpático, aunque parece que lo era. Tuvo fama de pichirre, loco y excéntrico, además que algunos maledicentes quisieron achacarle otro tipo de sanbenito por el hecho de haber sido un soltero irredento hasta más allá de los sesenta años, cuando se tiró al agua con una viuda con hijos.

Sus anécdotas eran famosas, tales como la de poner su revòlver sobre la mesa cuando llegaba a dar clase en la Facultad de Derecho en la UCV; el hecho de calcular el valor de las cosas usando como medida el sueldo de un profesor universitario; el escaparse de la escolta siendo Presidente y llegar a Miraflores en un taxi; haberse sentado en el “Solio Papal” mientras esperaba una audiencia con el Sumo Pontífice siendo Embajador de Venezuela ante la Santa Sede, así como otras vainas por el estilo. Pero no obstante este tipo de salidas y otras de similar especie, que confirman mí impresión de que el personaje era excepcionalmente simpático y ocurrente, estas no fueron la causa de su entierro histórico, sino su oscuro, pernicioso y peligrosísimo vicio y pecado: ¡Era Políticamente Incorrecto!

En efecto, El Flaco, quien entró a la Junta de Gobierno que se formó en Miraflores la madrugada del 23 de enero de 1958 a la caída de Marcos Pérez Jiménez en calidad de Secretario, aunque no en las primeras de cambio, sino cuando salieron los dos militares ligados a Pérez y entraron los civiles Eugenio Mendoza y Blas Lambertí. Aunque Sanabria era un desconocido para el gran público, como tristemente lo sigue siendo, a sus cuarenta y largos años que contaba para el momento, además de profesor universitario en varias ramas del derecho y en varias universidades, desde los años 40 era Académico. Efectivamente, fue individuo de número de la Academia de la Lengua, así como de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales y mucho después en los años 60 lo incorporaron a la de la Historia, además de tener varios libros publicados que justificaron estar en esas corporaciones. Posteriormente, a la salida de Mendoza y Lamberti de la Junta, deja el secretariado para incorporarse como miembro pleno de la misma.

 

ELECCIONES DEMOCRATICAS

En esa posición lo encuentra la decisión del simpático y elegante Wolfgang Larrazábal de lanzarse como candidato a la Presidencia de la República en las primeras elecciones libres luego de más de una década. Debido a diversos criterios, donde, según mí opinión, privó además de su condición de civil entre una manada de militares, su cara de pendejo redomado, lo nombraron para que supliera al marino por tres meses, quien creía que ganaría las elecciones planteadas en diciembre de 1958 y retornaría al puesto.

El Contralmirante, considerò que al haber actuado de forma políticamente correcta, al repartir dinero a dos manos en el llamado Plan de Emergencia –antecedente remoto de las llamadas misiones y las bolsas CLAP-, y dada su popularidad, en febrero de 1959, el interino le devolvería la silla presidencial, pero esta vez como Presidente Constitucional. La equivocación de todos era, que no obstante que Sanabria si tenía cara de pendejo y además bastante pronunciada, este no ejercía como tal, y que Betancourt, aunque era rechoncho y más feo que un carro por debajo, a diferencia del marino, estilizado, elegante y con pinta de galán de novela, tenía más ascendencia en las masas y ganó la elección, por lo que Sanabria le entregaría la silla a este último.

Me imagino la sorpresa mayúscula que se llevaron cuando el enjuto personaje, con cara de pendejo tal como reiteré anteriormente, se creyó lo de Presidente y empezó a mandar más que un dinamo, además que resistió como un varón varios intentos de golpes y conspiraciones. Sin preguntar pendejadas, porque como ya dije bastante no era pendejo aunque lo pareciera, comenzó a actuar, pensando en lo que se debía hacer por el país y lo que verdaderamente era correcto, aunque políticamente no lo fuera.
 
En los menos de tres meses que duró su interinato, desde el 14 de noviembre de 1958 hasta el 13 de febrero de 1959, cuando le entrega la Presidencia a Betancourt, electo en las elecciones de diciembre sobre Larrazábal, Sanabria pensó en su país, en su Universidad, en cómo obtener más ingresos, en la ciudad donde creció y la montaña que lo cobijó y en el avance de la ciencia, y actuó. Sin pararle a las compañías petroleras y sin preguntarle a Rómulo, ya Presidente electo, modificó la Ley de Impuesto sobre la Renta, cambiando el llamado fifty/fifty, es decir 50% para las operadoras y lo mismo para el Estado, dándole a este último un 60% de lo que arrojara la explotación petrolera. Dicen las malas lenguas que la arrechera de Betancourt fue pírrica, ya que no le consultaron, por lo que parece que Sanabria respondió que lo habían nombrado Presidente para que gobernara y eso precisamente era lo que estaba haciendo. Cuando se acordó de su querida Universidad Central, el 5 de diciembre, decretó una nueva ley de Universidades y le devolvió su autonomía e inviolabilidad de sus recintos. Cuando se asomó desde su casa y vio el cerro del Avila, el 12 de diciembre creó en el mismo un Parque Nacional con más de 60.000 hectáreas, para que no lo convirtieran los políticos en un barrio más grande que Petare, o los constructores en una inmensa y caótica mega urbanización. Como guinda de la torta, decretó la creación del IVIC como un reducto de la ciencia, la investigación y la innovación.

MISIÔN CUMPLIDA

Cuando al fin, le entregó la banda presidencial a Betancourt, los políticos se tranquilizaron y se les pasó el culillo. ¡Que susto! Qué carajo tan peligroso, y eso que tenía una cara de pendejo que no podía con ella. Por eso no se puede confiar sino en pendejos certificados.

Posteriormente, fue embajador en El Vaticano en Austria y Suiza, para regresar a Caracas donde se retiró definitivamente de la vida pública, aunque de vez en cuando lo invitaban debido al protocolo a algún acto oficial o a incorporarse como invitado de piedra en alguna comisión presidencial, pero de lejitos. El carajo era peligroso, y su incorrección política podría ser contagiosa.

En las pocas entrevistas que dió, de una manera muy elegante, toreó el tema político, y finalmente murió en abril de 1989, luego de tener una relación matrimonial complicada la cual se había terminado dos años antes. Fue enterrado formal y materialmente unos días después, aunque tres décadas atrás ya sus coterráneos lo habían enterrado lejos de la memoria nacional. Era un mal ejemplo político.

Al final, aunque existe un olvido histórico sobre este extraordinario personaje, sus obras quedan y las disfrutamos, aun cuando no hay ni si quiera una plaquita, en la UCV, o en algunas de las entradas del Avila, o en el IVIC, que lo recuerden, allí están, y todavía, al menos mientras escribo estas líneas. No obstante, en los últimos tiempos hemos visto a un Maduro visitando de noche la Universidad Central, mirando a todos lados como pajarito en grama, posiblemente no la conocía porque la ruta de su Metrobus no pasaba por allí y sus conocimientos y preparación no le daban para poder ingresar a êsta como alumno y obviamente menos como profesor. Como todos sus actos de gobierno o desgobierno se hacen entre gallos y medianoche, nombrando una protectora a la UCV, para tratar de terminar con la autonomía de esta cuasi sagrada institución.

Ahora bien, no obstante de haber sido execrado de la memoria nacional, al final sus obras hablan por él. Quien se enorgullezca que todavía la UCV como universidad autónoma es un faro de luz, libertad y pensamiento libre frente al totalitarismo actual y piense en un momento por qué eso todavía es posible, y urge un poco en la historia, se encontrará con la sombra de El flaco, y eso lo hará salir de su entierro histórico. De igual forma, quien sudado y cansado al terminar la Subida del Diablo y llegar a Sabas Nieves y disfrutar el privilegio de tener algo como el Avila, indirectamente sacará a relucir la figura del enjuto personaje, todo lo cual impedirá que volvamos a enterrar al flaco. Sí bien, yo veo difícil que los políticos actuales, o más bien los politiqueros, saquen del ostracismo histórico a una figura como el Flaco Sanabria por su incorrección política, creo que los ciudadanos deberíamos hacer algo para evitar el segundo entierro de el Flaco. Esto se puede lograr al recordarle a los universitarios que su autonomía, todavía mantenida pese a los embates gubernamentales, se le debe en gran parte a este señor, así como la preservación del Avila como el “pulmón de la ciudad”, y la existencia, con toda su precariedad actual, del IVIC.

Finalmente, espero que la presente reseña lleve a alguno de mis escasos lectores a reflexionar sobre este personaje y comenten su historia y esta se esparza, para que en el futuro de una transición política, que de todas todas tendrá que llegar más temprano que tarde, salgan personajes de este estilo a reconstruir el caos y se multipliquen en la administración pública a todos sus niveles, de Presidente hacía abajo, la figura del Flaco o de otro parecido que surgió casi 40 años después, Ramón J. Velázquez. Necesitamos personas preparadas y que piensen en el país y no en su futuro personal, en lo necesario para la reconstrucción de nuestro estropeado país, aunque ello conlleve a acciones que puedan ser políticamente incorrectas, pero ayuden a la institucionalización y a la eficacia futura como nación pròspera y moderna, aunque los hundan en el ostracismo político y el entierro en vida, tal como le pasó a El Flaco.

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