Karina Sainz Borgo
Siempre la lengua fue compañera del imperio, reza una frase de Antonio de Nebrija estampada en la Biblioteca Casa Cervantes del
Real Colegio de España de Bolonia, una joya del Renacimiento cuyo vigor intelectual es igual de intenso o incluso más potente que el de algunas instituciones actuales abocadas a la irrelevancia, a pesar incluso de gozar de todos los medios públicos y oficiales para existir y mantenerse.
Importa una lengua, decía Nebrija, y no porque el imperio al que acompañe sea una empresa de dominación. No es ese su sentido. Al hablar de imperio, apela Nebrija a su sentido de civilización y empresa cultural. En una lengua se habla, se crea, se investiga y se piensa. Todo ocurre en ella y a través de ella. De ahí la importancia y la urgencia de la frase de Nebrija. El imperio es el lugar del intercambio.
La idea de tradición como base es lo que da sentido a este edificio español en Emilia Romaña. Fundado como Colegio Mayor católico y masculino por el cardenal Gil de Albornoz, en 1364, el Real Colegio de España surgió con el fin de acoger a jóvenes para que estudiaran en la Universidad de Bolonia, la más antigua del mundo y eje de la conversación jurídica, científica y humanística. Seis siglos y medio después, sigue ofreciendo becas a universitarios españoles, ahora también mujeres, quienes son seleccionados a través de un riguroso concurso nacional de méritos, para que realicen sus estudios de doctorado en el Alma Mater Studiorum. Importan sus expedientes académicos, su excelencia y su capacidad de trabajo.
La vida en el Real Colegio de España transcurre con la lentitud y el sosiego del que piensa. Constituye el único testimonio vivo en la Europa continental de los antiguos colegios medievales y se sigue manteniendo como institución privada sin recibir subvenciones públicas de ningún tipo. Su autosuficiencia la hace valiosa y quizá por eso también apetecible. Por increíble que parezca, en muchas ocasiones la administración pública prefiere entorpecer lo que ya funciona, que es lo que conseguiría el Ministerio de Asuntos Exteriores si prosperara en su intento de hacerse con el Colegio. Lo convertiría en algo decorativo e ineficaz como el Instituto Cervantes.
Erigido en un palacio, acoge seminarios y congresos universitarios, también conciertos de música y eventos sociales. Es el lugar desde donde los estudiantes se relacionan con la vida cultural de la ciudad y actúa como espacio desde el cual proyectar una creación y un pensamiento no sólo español sino iberoamericano. De ahí que la frase de Antonio Nebrija cobre aún más peso. Siempre una lengua acompaña un imperio.
El Real Colegio conserva las estancias que habitaron colegiales como el propio Nebrija o el balcón de la capilla desde donde Carlos V escuchó música. En su Biblioteca Antigua alberga cerca de 3.000 libros, entre ellos manuscritos, impresos del siglo XVI.
Se puede ser de un idioma, de una cultura, de un sustrato común. Es eso lo que custodia este edificio desde hace seis siglos: un imperio de la razón.
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