Carlos Pérez-Ariza
PP-Vox son madera del mismo árbol, con matices. Albergan tendencias variopintas, eso que llaman centro-derecha, derecha o ultraderecha. Liberales, reformistas, socialcristianos, y otros añorantes de un orden pasado. Vaya, la fachosfera, como los han bautizado las izquierdas. Dos organizaciones que le plantan cara al falso dimitido Sánchez. Entonces, ¿por qué se tiran a matar en Cataluña o en Galicia?
Porque Vox es hijo descarriado del PP. Porque abandonaron su casa para abrir otra paralela, pero distinta. Tal vez, el impetuoso Abascal ha debido aguantar dentro del PP, para cambiar lo que no le gustaba. Escindirse deja heridas difíciles de cicatrizar. Hay sectores del PP que se les calienta el verbo ante Vox, éstos restriegan predicados al PP. Inquina por un puñado de votos.
La matemática de las urnas es implacable. O sumas con los parecidos a ti o no gobiernas. Sánchez es un ejemplo paradigmático de ese arte. El PP, a trancas y barrancas, ha tragado grueso y cogobierna con Vox en un ciento de municipios y en las CC AA donde no alcanzó mayoría absoluta. Un parlamentarismo implacable. El juego de las alianzas es un tablero endiablado tras acabarse el bipartidismo hegemónico.
Entonces, si gobiernan juntos y no les parece ir mal –Valencia parece sonreír–, ¿por qué no van unidos frente al adversario común? Es una estrategia eso de tirarse piedras entre ellos, para sumarse votos el PP, restándoselos a Vox. Pero, a la hora de gobernar a España habrá pacto, me asegura un viejo dirigente popular. Si ya lo hacen juntos en municipios y señeras CC AA, ¿por qué no en España entera?
No hay otra forma de vencer electoralmente a Sánchez. Las cabezas pensantes del PP meditan. Las de Abascal también. El PP solo no llegará a una mayoría parlamentaria. Vox mucho menos. Ambos saben que la historia los ha puesto en esa coyuntura incómoda, pero son hermanos de leche y tendrá que reconciliarse, aunque no puedan casarse. Si no, seguirán en esa penosa forma de estar en la oposición por mucho tiempo.