Macky Arenas
Los indígenas Yakuana o Makiritares se entienden con él en su propio idioma. Nada sencillo de hablar y menos enfatizando las palabras de manera que cada una signifique lo que significa. Un leve trastabilleo fonético desencadena carcajadas pues lo que dice puede no parecerse en nada a lo que quiso decir. “Hay una palabra, explica, que dependiendo de cómo la pronuncies puede significar abeja, remo, miel… o vagina!”, dice divertido.
Lo habla fluidamente, a la perfección. Ha logrado hasta la entonación al punto de que, sin tenerlo al frente, no se podría identificar al verdadero Charles. La pronunciación es impecable. Parece un hombre de la selva. Los yekuana vienen de la selva a visitarlo en su casa de Caracas- “donde siempre son bien recibidos” asegura- y sólo hablan en su lengua nativa con este gran polímata.
Está incorporado a la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Es un constante conferencista. Lo llaman el nuevo Humboldt en referencia a un personaje universal, Alexander von Humboldt, un geógrafo, naturalista y explorador alemán, que se especializó en diversas áreas de la ciencia como fueron la etnografía, antropología, física, geografía, geología, mineralogía, botánica vulcanología y el humanismo.
Es considerado el “Padre de la Geografía Moderna Universal”. Los viajes del intrépido alemán por América y sus incursiones y descubrimientos en nuestros territorios fueron célebres. Este venezolano conoce al dedillo las hazañas de Humboldt en el Alto Orinoco las cuales ha emulado con creces pues las cuentas dan para afirmar que lleva, él mismo, 55 años de su vida explorando la selva.
Charles Brewer-Carías, descendiente de alemanes asentados en Venezuela, es uno de esos sabios de esta época, un erudito que conoce de muchas cosas y a profundidad. Es un tipo simpático, muy comunicativo, amable y siempre dispuesto a compartir sus conocimientos. Su más reciente libro -de los 14 profusamente ilustrados que ha publicado hasta ahora- es el producto de sus investigaciones y estudios donde reporta detalles geográficos, espeleológicos, botánicos, zoológicos, etnológicos y antropológicos que observó y recopiló a lo largo de sus periplos.
UNA BUENA NOTICIA
Este trabajo, es un hermoso libro de colección de 524 páginas titulado “Simbología de la Cestaría Yekuana”, una auténtica joya que preserva para siempre la memoria espiritual de la etnia, sus más caros recuerdos y su historia como pueblo.
El interés de Charles Brewer por la cestería de los indígenas makiritares comienza en 1961 cuando, durante una visita a su región, se quedó a vivir durante meses con los indígenas aprendiendo su costumbre y su lengua. “He comido de todo, me he bañado en cuanto río y cascada existe, he dormido en cuanta choza y cueva encontré”, relata. Fue en aquella época cuando tomó sus apuntes.
La galería neoyorquina “Juan Carlos Maldonado Art Collection”, se interesa en editar y exponer sus hallazgos sobre esta rica comunidad autóctona venezolana, la cual le agradece ese tesoro que no podrían ellos mismos haber reunido. Maldonado era un hombre entrenado para comprender estas cosas por lo que captó inmediatamente el arte abstracto indígena en contraste con el que conocemos y, en una exposición que realizó en Miami, abrió al mundo una nueva noticia: “que existe una cestería makiritare, de tradición caribe y arawak del norte de Suramérica, que no se consigue, en esa magnitud, en ninguna parte del continente ni del mundo -revela Brewer- y lo más triste es que nosotros lo desconocemos”.
SÍMBOLOS GUARDAN SECRETOS Y CUENTAN HISTORIAS
Acto seguido, nos señala en láminas que contienen los dibujos de la cestería, cómo las figuras son símbolos que utilizan para meditar y todos se refieren a la cosmogonía, cosa que todo el mundo ignoraba. Aparece la riqueza de toda una escritura en yekuana entre esas figuras, con vocales que no existen en castellano cuya pronunciación es compleja. Allí hay historias en medio de esos símbolos.
Se narra la historia de la esposa de Dios que fue raptada por un paují brujo. Dios quedó muy triste por no poder encontrarla cuando llegó un cigarrón y le dijo: “¿Por qué no haces tu esposa?”. Entonces montó la maraca sobre una petaca, un tipo de cesta donde había el dibujo de una rana a la que ordenó: “Se mujer” y ella se convirtió en mujer, sólo con su palabra, que era su poder. Apareció, entonces, una mujer tan bella que era muy coqueta y no prestaba atención a la casa, por lo que tuvo que salir de ella y hacer una de barro. Pero en el río se le disolvió; optó por la resina y cuando fue al sol se derritió, en fin, una larga historia. Esa simbología incluye la presencia de líneas de garzas y de lluvia además de otros elementos de su hábitat. Todo ello forma increíbles diseños pero quien ignora estas explicaciones no tendrá acceso a su significado y los verá como simples, aunque hermosos, dibujos y trazados.
Y cuando se sientan a comer el casabe -pan de yuca- sobre el piso de tierra, el cual colocan en esas cestas, al abrirlo, se revelan figuras que son parte de su sabiduría, que les advierten, por ejemplo, sobre situaciones que no deben descuidar en su hogar. Una especie de oráculo tejido que les orienta en la vida.
“Pero ya no se hacen cestas –se lamenta Charles- porque los jóvenes que son los verdaderos tejedores, ya no están interesados. Cada cesta toma un mes de trabajo y les pagan muy pocos por ellas. Los jóvenes prefieren irse a trabajar en las minas, donde obtienen más dinero. Poco importan los valores y la tradición”.
Brewer-Carías se percató pronto de que esas comunidades tenían una riqueza extraordinaria, expresada a través de las cestas, que les ayudaba a una forma de meditación referida a su cosmogonía “y vacié ese tesoro en 520 páginas”. Es un verdadero catálogo de historia de su pueblo. “Cuando van a mi casa y ven todo esto, se ponen a llorar por lo que han perdido puesto que los jóvenes ya no lo valoran”. Él está haciendo algo que ellos ya no tienen y que forma parte de su tradición pero que, al mismo tiempo, es de interés universal. De paso, es una memoria que habla sobre esa etnia, sus vivencias, sus costumbres y valores, que relata su historia.
“Un día comencé a revisar los apuntes que tenía de aquellos tiempos y me di cuenta que tenía tanta información que me decidí a hacer el libro”. Varias personas lo animaron y finalmente lo terminó. Su esposa es un gran apoyo, ella lo ayudó con todo el material fotográfico. Sus hijas lo acompañan en muchos de sus viajes.
Es explorador, escritor y fotógrafo. Ha dirigido 245 expediciones en la Guayana venezolana, de las cuales 69 han llegado hasta las cumbres de los tepuyes. En estas incursiones ha sido acompañado por un total de 274 científicos que han dedicado 29 especies nuevas que llevan el nombre del explorador venezolano.