Durante años la globalización constituyó un paradigma incontestado. Al amparo de la misma, China alcanzó la antesala de la supremacía económica mundial, numerosas economías de mano de obra barata (particularmente en Asia) emergieron con fuerza
LATINOAMÉRICA ANTE LA CRISIS DE LA GLOBALIZACIÓN
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Alfredo Toro Hardy

La globalización económica, tal como la conocemos, es producto de la imposición de la ideología neoliberal por el mundo, que sucedió al colapso soviético. El proceso globalizador cobró forma a mediados de los años noventa y se identifica con el firme respaldo brindado al mismo por líderes como Bill Clinton y Tony Blair, particularmente el primero quien comandaba la mayor economía del mundo. Sus expresiones más emblemáticas serían la creación de la Organización Mundial de Comercio en 1995, el ingreso de China a la misma en 2001 y el Consenso de Washington, resultante de la convergencia de posiciones entre el Departamento del Tesoro estadounidense y los organismos financieros internacionales con sede en esa capital. Lo primero implicaba la homogenización global de las reglas de juego en materias tan diversas como manufactura, agricultura, servicios, estándares laborales o propiedad intelectual, así como el abandono de las políticas industriales y el proteccionismo por parte de sus miembros. Lo segundo entrañaba la inserción al mercado laboral global de más de mil millones seres humanos, la presencia dentro de este de una mano de obra cotizada a una fracción del costo en los países desarrollados y la convivencia con un sistema político antitético a la democracia liberal prevaleciente en Occidente. Ello sería aceptado y aún promovido por Estados Unidos bajo la convicción de que una China abierta al mundo terminaría finalmente por abrirse también a los valores de la democracia liberal. Lo tercero se traduciría en un recetario llamado a poner en marcha la liberalización y apertura económicas de los antiguos países comunistas y de aquellos en vías de desarrollo.



La importancia de la ideología neoliberal como factor determinante del proceso anterior resultaría clave. De hecho, por largo tiempo Estados Unidos se caracterizó por sus políticas industriales, por el proteccionismo y por la integración vertical de sus corporaciones. Las primeras hicieron del gobierno federal un catalizador del desarrollo económico, bien fuese a través de sus inversiones y esfuerzos directos en investigación y desarrollo o por vía de sus estímulos al sector privado para orientarlo en una dirección determinada. Los innumerables productos o servicios incorporados al acervo tecnológico estadounidense resultantes los esfuerzos de investigación y desarrollo de la NASA, constituyen un buen ejemplo de ello. Lo segundo cobró forma a través de barreras arancelarias llamadas a proteger a su producción doméstica. Lo tercero se expresó por vía del control de sus empresas sobre sus canales de producción y distribución. Es decir, por la gestión directa de las diversas fases involucradas en la manufactura y venta de sus productos. Valga agregar que, de acuerdo a Rana Foroohar, el propio Presidente Reagan, a pesar de su cruzada desreguladora, no sólo apoyó las políticas industriales de su país sino que impuso barreras protectoras frente a la competencia japonesa (Homecoming, New York: Crown, 2022).





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