Cuyo norte sea el fortalecimiento de la sociedad, donde gobierno y sociedad puedan encontrarse en forma civilizada pensando en el bien de todos
LA IDEOLOGÍA EN UN ESTADO CIUDADANO
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Carlota Salazar Calderón

Norberto Bobbio ha propuesto darle a la palabra ideología un significado relacionado con la creencia del sistema, régimen político y formas de gobernar: un conjunto de ideas y valores concernientes cómo se debe guiar el comportamiento colectivo, dirigido al bien común. Ideas que se revelaron con mayor fuerza en tiempos de la revolución francesa, cuando los girondinos, conservadores, en apoyo a la monarquía se sentaban del lado derecho y sus contrarios, los jacobinos, revolucionarios, se sentaban a la izquierda, querían cambios profundos. En el marco de unas mayorías empobrecida y una burguesía que pretendía poder político.
 
Lo que esta escritora ve con preocupación es que desde ese tiempo la humanidad se ha quedado anclada, discutiendo sobre derecha e izquierda. Pretendiendo reavivar estas corrientes incluso a nivel mundial, como es el caso del Foro de Sao Paolo.

Aunque es entendible, ya que esas ideas han utilizado un tiempo importante de la historia de la humanidad, debemos ir saliendo de esa camisa de fuerza. Porque las ideas nacen de la realidad social. Así como el comunismo -sus versiones en Rusia y China, que dejaron una lección al mundo de hambre y miseria-, fue producto de la explotación y deshumanización que significó la primera revolución industrial, colándose por allí el socialismo y el anarquismo. Pero también, el sindicalismo y el gremialismo… e ideas que contrastaron el capitalismo, liberalismo, libre mercado, competencia, la mano invisible… de Adam Smith.


 
La derecha y la izquierda vivieron su mayor esplendor cuando la guerra fría: dos bloques enfrentados el occidental (derecha) vs. el oriental (izquierda), con ello la creación de la OTAN (1949) vs. el tratado de Varsovia (1944). Cuando el marcartismo (1947), que representó una cacería de brujas en los Estados Unidos, confrontó al comunismo. Incluso con el duelo de titanes ente Keynes (intervención del Estado en la economía) y Hayek (libre mercado), que ha sido expresión de esa misma dicotomía.
 
Siento que las posiciones ideológicas se han empleado más como una bandera para obtener o mantenerse en el poder, que para dar satisfacción a la colectividad. Porque ellas pueden suavizarse, como sucedió con el comunismo gulash húngaro (1960-1989), con elementos de economía de mercado que supuso un distanciamiento con Stalin. La política de Deng Xiaoping, cuando en la década de los 70 lanzó el programa Boluan Fanzheng, para eliminar el caos y volver a la normalidad, que corrigió los horrores de la revolución cultural, en medio de una frase célebre “No importa que el gato sea blanco o negro mientras pueda cazar ratones”. Incluso, el planteamiento de Teodoro Petkoff de Las Dos Izquierdas (2005), cuando marca la diferencia entre los gobiernos socialdemócratas progresistas o capitalistas con rostro humano.
 
Fíjense que como las ideologías atienden al espíritu de los tiempos (Zeitgeist) y a una realidad social, como ya hemos dicho, han ido surgiendo movimientos como lo es la igualdad del voto, luchas feministas, ecológicas por el medio ambiente, diversidad sexual, igual trabajo igual sueldo, educación, salud…; pero sigue siendo la derecha y la izquierda la que predomina y minimiza las luchas sociales. Siendo muchas de ellas descalificadas, sin observar su raíz social.

 

Entonces, se cae en la radicalización sin oír el sentimiento social que lleva el reclamo. Cuando se han manejado mixturas o intermedios. Véase que la socialdemocracia a pesar de su reciente declinación en Europa, ha sido el sistema que mejor ha conciliado el capitalismo con la gobernabilidad democrática. Todos los países nórdicos, que fueron su cuna, integran el «top 10» en la mayoría de los indicadores con que se evalúa el desempeño de un país, liderada por Dinamarca.
 
La razón de su éxito se entiende sólo con observar el nivel de vida de sus habitantes y el liderazgo político: sin lujos, sin escoltas, sin chofer, sin restregarle a los demás su posición de poder y dominio. Sin ir tan lejos en América latina tenemos un ejemplo en Uruguay, donde la izquierda ha tenido una presencia importante sobre todo entre el 2004 y el 2010 con Tabaré Vásquez y Pepe Mujica. El último recordado por su honestidad, reconocida por propios y extraños, con la imagen de cómo entró y salió del gobierno con el mismo Volkswagen.
 
El discurso dominante, en términos de Touraine, sigue siendo confrontativo, pero son las élites las que polarizan: ¿Todo o nada? ¿Estás conmigo o eres mi enemigo? Y la sociedad de lado. Así como el reclamo social que es visto por quienes gobiernan como enemigos a vencer.
 
De allí, la importancia de un Estado cuyo norte sea el fortalecimiento de la sociedad. Donde gobierno y sociedad puedan encontrarse en forma civilizada pensando en el bien de todos. En la dialéctica, para oírse, discutir y buscar espacios de encuentro y consensos… respetando el pensamiento del otro.
 
Realmente, el siglo XXI llegó con la movilidad, el conocimiento y la información, como un activo de todo el mundo y al mismo tiempo. Lo cual permite nuevas formas de ver el mundo e ideas que claman por reconocimiento. Con ello, las protestas no son de derecha o de izquierda, son por inequidad, maltratos, derechos, exigencias sociales… ideas que no están siendo atendidas.
 
Todavía las élites pretenden que todo el mundo esté quieto en espera de que les impongan la agenda: de lo que hay que hacer y cómo pensar, sin dar respuesta a los problemas reales de las grandes mayorías: desigualdad, pobreza, ineficiencia, corrupción … generando desconfianza e insatisfacción, sentimiento que crece en el mundo entero.
 
Esas diferentes ideas serían reconocidas por un Estado que tenga una sociedad fuerte con canales institucionales de expresión, un Estado Ciudadano.


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