El mandatario colombiano ha denunciado, después de un informe del CNE, un plan en marcha para su derrocamiento
PETRO Y EL GOLPE “BLANDO”
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E DE R

El presidente Gustavo Petro ha denunciado nuevamente la preparación por el Centro Democrático de los expresidentes Alvaro Uribe e Iván Duque, otros sectores de la oposición y seguramente fuerzas militares tradicionalmente adversas, un “golpe blando” o lawfare contra su gobierno. El origen serían las investigaciones del Consejo Nacional Electoral (CNE) por posible violación de “los topes electorales” durante la campaña presidencial; lo cual según el Artículo 109 de la Constitución de ser comprobada, ”será sancionada con la pérdida de investidura”.


 
Petro ha respondido llamando a la activación de los factores sociales que decidieron su triunfo en 2002, convencido que en el fondo se busca su derrocamiento por representar una gestión progresista contraria a la histórica hegemonía de los gobiernos liberales y conservadores; y además con políticas asociadas a los cambios que se registran en la actual reconfiguración geopolítica mundial.

De allí que la denuncia de Petro haya recibido el apoyo de los gobiernos de México, Honduras, Bolivia, Brasil, países del ALBA- TCP y especialmente de la vecina Venezuela que más allá de razones internas, suscriben el norte de su política exterior.

EL GOBIERNO

La victoria de Petro con pasado revolucionario y su vicepresidenta Francia Márquez, lideresa afrodescendiente de la región del Cauca, prendió las alarmas de los grupos oligárquicos dominantes bogotanos sin mayores cambios desde la Colonia. Si bien el triunfo de la fórmula presidencial del Pacto Histórico y sus dos años de gestión se inscriben en la reglas de juego convencional, persisten en algunos grupos aferrados a los odios de una larga e irreconciliable lucha armada, aprehensiones y sospechas sobre el verdadero rumbo del equipo gobernante, y más aún por su vinculación amistosa con el régimen venezolano de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, que se considera por éstos, como “un peligroso enemigo”. De allí que la sustitución de Petro por la via “blanda” o militar sea un objetivo prioritario de cara al futuro.


VENEZUELA: UN TEMA

Carlos Roque
 
Si bien entre los gobiernos de Bogotá y Caracas existieron tensiones e incluso riesgos de confrontación armada como en 1952 y 1987 por temas limítrofes, es a comienzo del nuevo siglo XXI cuando las discrepancias entre los gobiernos de Alvaro Uribe y Hugo Chávez esencialmente políticas, cobran mayor fuerza a propósito de la injerencia guerrillera y la aparición de brotes conspirativos cuyas estrategias y financiamiento se atribuyen en cada caso ambos gobiernos. En el climax de aquellas amenazas en 2010 se recuerda la advertencia airada de Chávez: “los sukhois venezolanos volarán el cielo de Bogotá”, antes de anunciar la ruptura de relaciones diplomáticas.



LA PAZ DE SANTOS

Juan Manuel Santos como sucesor de Uribe presidió un mandato que procuró, sin abandonar la lucha binacional contra la guerrilla y el narcotráfico y las consecuencias que ello conlleva, restablecer la normalidad de las relaciones diplomáticas y económicas con los gobiernos en la etapa final de Chávez y comienzo de Maduro, siendo Venezuela incluso uno de los países promotores de los Acuerdos de Paz con las FARC, negociados por Santos en La Habana con apoyo internacional en 2016.

 

DUQUE, LA GUERRA
 
En agosto de 2018 es electo Presidente Iván Duque del Centro Democrático con el regreso del “uribismo” al poder; y mientras en Venezuela, luego de la reelección de Maduro considerada “ilegítima” por la oposición, ya se conocían los efectos de las sanciones y restricciones impuestas por Donald Trump; y que el siguiente 23 de enero de 2019 condujeron a la declaración del “gobierno paralelo” de Juan Guiadó con apoyo directo de la Casa Blanca, la Unión Europea y el “Grupo de Lima” de países latinoamericanos, todo lo cual convertía a Bogotá en la sede de facto del nuevo gobierno, en una grotesca e insólita caricatura de la “ Gran Colombia” de Simón Bolívar. Aprovechando la presencia militar norteamericana en su territorio, una creciente diáspora venezolana y el amparo incondicional de Estados Unidos, en cuatro años se planificaron invasiones armadas, ataques económicos, y conspiraciones contra el régimen de Caracas, mientras en lo interno Colombia conocía una ola de violencia social, de masas, y no la habitual refriega contra la guerrilla y el narcotráfico, pero que ahora abría paso por primera vez a un gobierno anti-oligárquico y apuntalado en nuevos factores de la sociedad civil.
 

 
Y PETRO

Cuando Gustavo Petro por fin es electo Presidente de Colombia en 2022 junto a su Vicepresidenta Francia Márquez, se dibuja un escenario político interno con la emergencia de nuevas fuerzas y liderazgos políticos. El presidente Joe Biden jugaba a la negociación y posibles acuerdos en la crisis política venezolana, desvanecida la etapa Guaidó con los recientes procesos electorales legislativos y regionales de 2020 Y 2021 con participación opositora y el cuestionamiento generalizado a la imposición de sanciones económicas por sus efectos colaterales y consideradas ya además, como “armas de destrucción masiva”. “Gustavo Petro aparecía como el facilitador ideal entre Biden y Maduro para avanzar en la normalización entre los factores de la crisis venezolana”. En pocos meses, Petro comprometió el apoyo de otros gobernantes como Macrón y Lula en la tarea de recomponer las relaciones políticas y económicas entre dos naciones hermanas suspendidas durante cuatro años por intereses ajenos a sus pueblos. El 29 de agosto de 2022 Gustavo Petro y Nicolás Maduro firmaron el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, económicas y consulares entre Colombia y Venezuela.       





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