El fútbol es un juego simple: 22 hombres corren detrás de un balón durante 90 minutos y, al final, los alemanes siempre gana. Gary Lineker
NACIONALISMO, PATRIOTISMO Y FÚTBOL INGLÉS
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Marcos Villasmil
Algo exagerado, sin duda, pero hay que entender que detrás de dicha afirmación está la frustración de toda una nación que, habiendo inventado el deporte, no gana desde el Mundial de 1966 ningún torneo importante -de varones, que las chicas inglesas se están destacando mucho, y han sido recientemente incluso campeonas europeas-.
Detrás de esa amargura está un problema fundamental: el patriotismo que sienten los anglos por su amado deporte. Sobre todo, cuando la venenosa ola nacionalista que está arrasando casi toda Europa, aupada por políticos sin escrúpulos, puede hacer mella en las bases culturales de la sociedad. ¿Por qué ocurre esto? Porque se están dando en estos días dos desarrollos que tienen muy preocupados a todos en la vieja Inglaterra -en especial la prensa amarillista-: la invasión financiera norteamericana de la Premier League, con una presencia que ya es muy potente, y la decisión de escoger como nuevo seleccionador de la selección de varones a un alemán, Thomas Tuchel.
Bien lo destaca Rory Smith en el New York Times: “El cargo de entrenador de la selección masculina de fútbol de Inglaterra se ha descrito durante mucho tiempo —con una pizca de exageración— como el segundo puesto más importante del país. En términos de prestigio, importancia y presión, según la teoría, solo es superado por la tarea aún más ingrata de ser primer ministro”.
“¿Por qué no podemos tener un seleccionador inglés?”, preguntó Nigel Farage, legislador de extrema derecha y un mendaz cantamañanas que engatusó al pueblo inglés con mentiras y promesas falsas para que votaran a favor del Brexit. Farage tiene tanto de nacionalista como poco de patriota.
Para evitar las arenas movedizas de las definiciones que a veces no definen, sino que enredan, veamos la diferencia entre nacionalismo y patriotismo.
Aunque a menudo se usan indistintamente los términos “nacionalismo” y “patriotismo”, los dos tienen connotaciones y objetivos diferentes, cruciales para analizar los movimientos sociales, políticos y culturales.
Patriotismo es sinónimo de amor y lealtad a la patria; es un sentimiento personal y voluntario que no se une a una ideología política específica; el patriotismo suele ser inclusivo, uniendo a personas con diferencias de todo tipo que comparten un sentido de pertenencia a una tierra. Por último, se enfoca en los elementos que unen a las personas, como la lengua, la cultura y la historia compartida.
El patriotismo, entendido como un amor respetuoso por la propia nación, un sentimiento positivo que fomenta la unidad, puede contribuir a la construcción de un mundo más pacífico y cooperativo.
El Nacionalismo va más allá, y postula la superioridad de una nación sobre otras, como se decía en el himno alemán (“Deutschland, Deutschland, uber alles, uber alles in der Welt” – “Alemania, Alemania, por encima de todos, de todos en el mundo”), la primera estrofa que el nazismo usara en su política de conquista y expansión universal. Hoy no se canta, prefiriéndose la tercera estrofa).
El nacionalismo sí se ha expresado históricamente en ideologías políticas, preferiblemente autoritarias, divisivas y excluyentes, promoviendo la idea de una identidad nacional homogénea y rechazando a quienes no encajan en ese molde. Para colmo, se centra en las diferencias entre las naciones y puede llevar a la xenofobia y al chauvinismo.
Varios autores han diferenciado entre nacionalismo y patriotismo dando al primer término un valor negativo y un valor positivo al segundo. Esta fue la posición, por ejemplo, del conocido y reconocido escritor británico George Orwell, que escribió en 1945, nada más acabada la Segunda Guerra Mundial: «el nacionalismo no debe ser confundido con el patriotismo. Entiendo por patriotismo la devoción por un lugar determinado y por una particular forma de vida… que no se quiere imponer…; contrariamente, el nacionalismo es inseparable de la ambición de poder».
Volviendo a nuestro tema futbolístico, es conveniente dar algunas cifras que lo ilustran:
Cuando la Premier League se separó del resto del fútbol inglés en 1992, sus 22 clubes generaron £205 millones en su temporada de debut, y el jugador promedio ganaba £2.050 a la semana. Treinta años después, a pesar de tener dos clubes menos, los ingresos de la liga han aumentado un 2.850% hasta los 6.100 millones de libras esterlinas y el jugador medio gana 93.000 libras esterlinas a la semana.
En el centro de este extraordinario crecimiento se encuentra una revolución estadounidense. En la temporada inaugural de la Premier League los propietarios solían ser del área local y con experiencia en negocios. El único propietario extranjero era Sam Hamman en Wimbledon, un millonario libanés.
Ahora, si se concreta la compra del Everton por un grupo tejano, 11 de los 20 clubes de la Premier League estarán controlados o serán parcialmente propiedad de inversores estadounidenses. Varios clubes gringos de béisbol están involucrados.
Cuatro de los “seis grandes” de la Premier League son de propiedad estadounidense (Manchester United, Liverpool, Arsenal y Chelsea), mientras que un quinto, el Manchester City, tiene una importante participación minoritaria estadounidense. Aston Villa, Fulham, Bournemouth, Crystal Palace, West Ham e Ipswich Town también tienen distintos grados de propiedad estadounidense.
Lo que más preocupa a los ingleses, alentados por la prensa amarillista, es una supuesta “americanización” del fútbol local. Lo que está detrás, como ocurre a menudo, es el llamado “vil metal”, la plata, en suma. Es evidente que el deporte que, en conjunto, mueve más dinero en el mundo es el fútbol, y si bien es un hecho que los precios que se pagan por los clubes de fútbol en toda Europa han alcanzado niveles récord, todavía se los considera inversiones baratas en comparación con las principales franquicias deportivas de Estados Unidos. La lista anual de Forbes de los equipos deportivos más valiosos del mundo tiene equipos del fútbol americano (NFL), béisbol (MLB) y baloncesto (NBA) ocupando la mayoría de las primeras posiciones, con sólo tres clubes de la Premier League (Manchester United, Liverpool y Manchester City) en la lista de 50 primeros.
En la encuesta más reciente, (2023) los dos clubes considerados más valiosos del mundo -en cuanto a su valor de mercado- son 1) Dallas Cowboys -fútbol americano, valuado en $9 mil millones-, y New York Yankees -béisbol, $ 7.1 mil millones-; el equipo de fútbol europeo mejor ubicado es el Real Madrid, en el puesto 11 ($ 6.07 mil millones).
¿Recuerdan cuando había la preocupación en Gran Bretaña ante la llegada de “inversionistas” rusos y de jeques del Medio Oriente? Con los gringos la preocupación sorprendentemente va por allí. En realidad, de lo que se trata es de abandonar la histeria y ver cómo mejorar el deporte local.
Lo mismo ocurre con el nuevo seleccionador alemán; en su primera aparición pública desde que aceptó el cargo, Tuchel —hablando un inglés impecable— reconoció la complejidad de su cargo, pero subrayó el afecto que siente por Inglaterra en general y por el fútbol inglés en particular (donde ya ha entrenado a varios clubes, incluso llevando al Chelsea a ganar la Copa de Campeones de Europa en 2021).
No es inusual que los países importen candidatos para dirigir a sus selecciones nacionales. El actual seleccionador de Portugal es español. El de Austria es alemán. De los 10 países sudamericanos que actualmente intentan clasificarse para el Mundial de 2026, siete están dirigidos por argentinos. Uno de ellos se hizo cargo recientemente de la selección masculina de Estados Unidos. La selección femenina estadounidense está dirigida por la inglesa Emma Hayes.
Así, con patrióticos orgullo y esperanza, sin chauvinismos nacionalistas trasnochados, los venezolanos alentamos a nuestra Vinotinto en sus aspiraciones de ir a un Mundial por primera vez en su historia. Y con un seleccionador argentino.