Entre 1968 y 1979 Perú conoció los gobiernos de los generales Juan Velasco Alvarado y Francisco Morales Bermúdez inscritos en un proyecto de inspiración nacionalista y revolucionaria
Perú y Gobiernos Militares
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Por Manuel Felipe Sierra


Hugo Chávez solía recordar que el origen de su propuesta política fue inspirada en el “Plan Inca” del general peruano Juan Velasco Alvarado, quien junto a ocho generales más ejecutaron un golpe militar contra el gobierno de Fernando Belaúnde Terry en octubre de 1968. El pronunciamiento militar se dio a partir de un acuerdo con todas las ramas de la institución, siendo Velasco el Comandante General del Ejército. Su gobierno se inauguró con un Gabinete totalmente castrense; anunciando y ejecutando medidas como la expropiación de los campos petroleros y la expulsión de las compañías estadounidenses; la nacionalización de industrias, bancos, ferrocarriles, pesca, minería y comunicaciones, algunas de ellas para fusionarlas con empresas estatales. Las inversiones extranjeras fueron reguladas y el Estado se convirtió en el principal inversionista. 

Fue reivindicada también la diversidad racial del país y se crearon fiestas nacionales para revalorizar y elevar la autoestima colectiva, como los días del campesino y el indígena; se amplió el sistema nacional de jubilación; se crearon planes de salud y se construyeron redes de agua y electricidad para los barrios pobres de Lima y también se proclamó el “quechua” como el idioma oficial. Se trataba de un modelo nacionalista inspirado en buena medida en el estilo de Gamal Abdel Nasser en Egipto, que entusiasmaba a muchos países del Tercer Mundo en su lucha contra las Grandes Potencias. Sin apoyo de partidos consistentes ni respaldo de una fuerza popular organizada, el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas promovió el Sistema Nacional de Movilización Social (SINAMOS) para asegurar la participación directa de los peruanos en el proceso revolucionario. Velasco, a diferencia de las dictaduras militares que se esparcían en el continente, restableció relaciones con Cuba, compró armas a la Unión Soviética, y despertó sospechas de que su plan armamentista procuraba un conflicto militar con Chile para reparar un viejo despojo territorial.

Era inevitable entonces que el régimen sufriera las restricciones y amenazas de Estados Unidos y de la mayoría de los países latinoamericanos comprometidos en el dilema de la Guerra Fría, y más todavía cuando en septiembre de 1973 Augusto Pinochet derrocaba a Salvador Allende en Chile y con ello desataba una onda sísmica en los cuarteles suramericanos. Frente a las críticas de una oposición todavía severamente debilitada, el gobierno desató una represión que si bien fue selectiva, afectó directamente a los periodistas y a los medios de comunicación, muchos de los cuales fueron estatizados, mientras se cerraba toda posibilidad de ejercer el derecho al voto popular.

En agosto de 1975 el general Francisco Morales Bermúdez, su compañero de gobierno, encabezó un Golpe de Estado en la ciudad de Tacna, en la frontera chilena. Se dijo entonces que con ello se evitaba un ataque militar planificado por Velasco para el 5 de octubre de ese año, y para el cual Perú se había apertrechado con más de 2.000 millones en compra de armas soviéticas, además de ser clara su supremacía militar en la zona. Velasco Alvarado ya había enfermado, para algunos colaboradores como producto de un envenenamiento, y era notorio el deterioro de su salud. Años después el general Jeremías Rodríguez, uno de los miembros de su equipo de gobierno y responsable de los planes sociales, en una entrevista en el restaurant El Hato en Caracas me contaba que recibió una sorpresa cuando visitó a Velasco en la clínica y éste aparentemente sin reconocerlo se levantó y comenzó a gritar:”¡comunista!, comunista!, ¡fuera comunista!”.

Morales Bermúdez, acosado por la situación económica y las circunstancias políticas, si bien formalmente asumió la continuidad del proyecto revolucionario, en la práctica abrió un período de flexibilización. El mandato de Velasco que había significado un cambio político notable, condujo sin embargo a una crisis económica agravada por las restricciones del comercio externo, el bloqueo comercial de Estados Unidos, el cierre de empresas y altos niveles de desempleo; pero sobretodo asfixiado por un cuadro internacional que resultaba favorable a las tendencias militaristas de derecha que comenzaban a dominar los países vecinos.

Al mismo tiempo, las protestas populares se hicieron violentas y en consecuencia se incrementó la represión y la persecución política y Morales como respuesta inició una etapa de rectificación y moderación del ritmo inicial impuesto por Velasco. En 1978, acorralado por el malestar nacional, optó por la fórmula de la Asamblea Constituyente contemplada en su programa Túpac Amarú” que había sustituido el “Plan Inca” de Velasco. La Constituyente fue presidida por el fundador y líder del APRA Víctor Raúl Haya de la Torre, enemigo histórico del militarismo. Aprobada una nueva Constitución en 1978 se convocó a elecciones generales al año siguiente, en las cuales resultó electo Fernando Belaúnte Terry, el mismo mandatario que doce años antes había sido derrocado por la jerarquía castrense. El gobierno de los generales peruanos fue producto de la acción violenta en los cuarteles y no de la voluntad popular y careció además de soporte de las masas y de aliento ideológico como procesos similares y finalmente fue estrangulado por las tenazas de la confrontación geopolítica Este-Oeste. Un claro ejemplo de lo que el escritor nicaragüense Sergio Ramírez llama “revoluciones malversadas”.

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