Los Viajes de Montenegro
Ciudad Bolívar es una ciudad misteriosa y fascinante, porque vigila de una manera imperturbable al soberbio Orinoco en su parte más angosta, y porque además recoge los sueños perdidos y lejanos de muchas generaciones de guerreros y aventureros, que poblaron en tiempos remotos estas insólitas riberas.
Tuve la grata oportunidad de visitar Ciudad Bolívar antes de la pandemia, y debo confesarles que quedé fascinado de nuevo con el centro histórico y con la arquitectura colonial de sus casonas. La Casa del Congreso de Angostura me hizo soñar, la Catedral está ubicada en un sitio imponente, el muro donde fusilaron a Piar me conmovió, el puente de la calle Igualdad me trasladó a mundos y tiempos nostálgicos, los atardeceres con el río Orinoco en el fondo son sublimes, el Paseo del Orinoco con sus casonas balconadas y celosías de madera, me recordaron los fantasmas amables de mi niñez, que esperan las tinieblas de la noche para contar sus historias en el borde del río.
El centro histórico.
Además de histórica y serena, Ciudad Bolívar es una ciudad deliciosamente romántica. Nos alojamos en la posada Casa Grande, realmente espectacular y ubicada en pleno casco histórico. Al llegar nos arropó un invencible deseo de caminar por los alrededores, y escuchar las historias que cuentan las viejas paredes de las casonas coloniales. Aún antes de desempacar, tuvimos que entrar en la Casa del Congreso de Angostura. Allí el 15 de Febrero de 1819 se reunió el primer congreso de Colombia, y Bolívar decretó en su famoso discurso la creación de la Gran Colombia. La vieja casona está muy bien mantenida, y merece dedicarle un tiempo para recorrer sus ignorados salones.
Después de la visita obligada a la Catedral, para agradecer a Dios por la vida, recorrimos la bella Casa Prisión de Piar a un costado de la plaza, la Casa de Antonio Lauro, no muy lejos, y el Centro de las Artes, que originalmente fue concebido como un cuartel y luego fue una prefectura, para llegar a un mucho mejor destino en la actualidad.
Reloj en Ciudad Bolívar
Me sorprendió observar a una cantidad de jóvenes llevando instrumentos musicales en sus hombros, mientras caminaban despreocupados por el casco histórico; iban o venían de recibir clases en alguna de las aulas cercanas y exaltado por la ilusión, me convencí de que sin hacer el menor alarde, Ciudad Bolívar se ha convertido en una gran ciudad musical.
Puerto Blohm en Ciudad BolívarPaseando al borde del río Orinoco.Luego de una inevitable siesta y de hojear pocas páginas de
“Bonjour Tristesse” de la desaparecida Francoise Sagan, nos dispusimos a bajar un par de cuadras hacia el río Orinoco; el Paseo Orinoco tiene un carácter único en Venezuela, firme y delicado a la vez. Parece el altar de un culto misterioso al soberbio río, que lo ha mojado con sus leyendas a través de los siglos. Aquí ya no se ve la arquitectura colonial española del casco histórico, más bien una mezcla única de construcciones franco-caribeñas con edificios de dos pisos cuyo balcón superior, escondido tras celosías de madera, se convierte en un corredor sombreado para los caminantes de las aceras del paseo. La arena del río y las escalinatas de Puerto Blohm, donde se toman los bongos para cruzar a la población de Soledad, le alejarán de la vida real para empujarle a un torbellino de sensaciones y pensamientos desconocidos.
En Semana Santa hacen allí una representación de la pasión de Cristo con tres grandes cruces encajadas en la arena. Nosotros vimos a un hombre bajando apurado por las escalinatas hacia el río, para tomar un bongo con su herramienta de arreglar zapatos y una serpiente enrollada en su brazo. También había niños vestidos de domingo, listos para visitar a quien sabe cual pariente, y además una algarabía de gente comprando pescado y tomando bongos para cruzar el río, con ese invencible fastidio con el cual la cotidianidad recubre a las cosas más interesantes, después de un tiempo.
Vista de Ciudad Bolívar desde el fortín la Zamurera
Vista de la Catedral de Ciudad Bolívar desde el hotel La Cumbre
Noches tranquilas y románticas.
Agotados por la tantas impresiones y descubrimientos del día, nos fuimos caminando a nuestra posada para ducharnos. Descansamos un poco y al rato salimos a cenar al restaurante Tony, que nos habían recomendado en la posada. Volvimos a la vida real cuando probamos un churrasco de Lau-Lau sensacional, que acompañamos con una botella de Chateau Los Vascos Sauvignon Blanc, importado por la Casa Oliveira. El banquete fue celestial, y la compañía mejor. Del restaurante salimos indefensos por los deliciosos caminos del romanticismo, hasta llegar a las más intrincadas telarañas de la ternura. Fue una noche espléndida bajo una luna, que no podré olvidar jamás.
Venga a Ciudad Bolívar con su pareja apenas pase este confinamiento y disfrute usted también de los misterios del río Orinoco, como si estuviera retrocediendo en el tiempo a lugares desconocidos. Estoy seguro que le encantará este viaje y lo recordará siempre.
CARNET DE VIAJE:
Ciudad Bolívar queda a sólo 600 kilómetros de Caracas, 296 kilómetros de Barcelona y 130 kilómetros de El Tigre, así que le recomiendo salir bien temprano de casa y disfrutar de la carretera. El cruce por el puente sobre el Orinoco es espectacular.
La posada Casa Grande es súper-romántica, decorada como en un cuento colonial y muy bien ubicada en el casco histórico de la ciudad, por lo que desde allí podrá visitarlo todo caminando. Se la recomiendo ampliamente.