Con apenas la mitad de los premiados y acechada por la pandemia, se celebró las más solitaria de las premiaciones del Principado. Más que presidir el acto, la familia real parecía aguardar una tempestad... o un desenlace
Princesa de Asturias en la tormenta
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Por Karina Sainz Borgo


Sin gaitas ni fastos, con apenas público, la mitad de los premiados presentes y un aire rocoso y desangelado. Así se celebraron los Premios Princesa de Asturias 2020. Pese a la segunda ola de coronavirus que azota a toda España, el acto tuvo lugar en Oviedo, ya no en el acostumbrado teatro Campoamor sino en una sala del hotel Reconquista, el lugar donde se creó la fundación hace cuarenta años, y en la que se reunieron alrededor de cincuenta personas, entre galardonados y autoridades.

Sólo un elemento se mantuvo invariable: la presencia de los reyes Felipe VI y Letizia, por segundo año consecutivo acompañados por la princesa Leonor y la infanta, así como doña Sofía. Fue un acto frío, embozado y contenido. Y no por la ausencia de los dos o tres mil invitados de costumbre, sino por una soledad aún mayor: el efecto espejo que tuvo la ceremonia de la España en la que se conceden estos premios. La ceremonia tuvo algo de responso. Más que presidirla, la familia real parecía aguardar una tempestad o un mal desenlace. 

Mientras la nación atraviesa una crisis sanitaria en medio de la segunda ola del coronavirus, el Poder Judicial resiste el asedio del Ejecutivo y la monarquía procura sobrellevar las embestidas del gobierno de coalición, el Princesa de Asturias intentó mantener una continuidad que, dada las circunstancias, ni siquiera luce clara para la Corona que los concede. Esas han sido las circunstancias de un acto cuya sola celebración, aun suponiendo una victoria en tiempos de pandemia, mostró un paisaje agreste, casi de intemperie.

Tampoco este año acudió el presidente de Gobierno (en 2017 Mariano Rajoy fue el primero en asistir tras 36 años), que estuvo representado por los altos cargos del poder Ejecutivo y Legislativo. Los primeros en cruzar la alfombra azul fueron, por orden de aparición: Pablo Casado, el líder de la oposición; Carlos Lesmes, presidente Consejo General del Poder Judicial y sólo después la presidenta del Congreso Meritxel Batet y la vicepresidenta Carmen Calvo. Tras ellos, la familia Real.


LAS (POCAS) PALABRAS

Hubo pocas palabras, tanto de los premiados como de la institución que concede estos reconocimientos. El discurso de la Princesa de Asturias, Leonor de Borbón, fue correcto y comedido, como suelen ser los discursos de la monarquía en estas ocasiones: frases parcas e inofensivas, anémicas casi. Así han sido, incluso más que de costumbre, considerado el tiempo agrio de una Corona que debe afrontar desde los desplantes de un gobierno que se nutre de las fuerzas políticas que ansían su desaparición (Unidas Podemos y ERC entre ellos) hasta la nube judicial que se cierne sobre el emérito Juan Carlos I.

En su segundo discurso para presidir la entrega de estos reconocimientos, la Princesa Leonor tuvo las palabras justas. Habrían servido para inaugurar un puente o la sala de un hospital. Frases intercambiables, correctas, distantes, virutas de una Corona obligada a recuperar un territorio que otros actores pretenden arrebatarle. La heredera destacó el sentido de la responsabilidad, aludió a la crisis del coronavirus. Fue una alocución fugaz y sintética, tan fría como la ceremonia que clausuraba. 

"La experiencia de los últimos meses son la experiencia de que nada ha sido fácil", la relevó su padre, el rey Felipe VI en el cierre del acto. El monarca resaltó la necesidad de "amor y esperanza", también de "colaboración mutua" para asegurar el futuro de España y Europa ante los retos que propone la covid-19. Llamó a la concordia y la unidad. "Todos tenemos que pensar en seguir adelante, sin dejar que nos invada el desánimo (...) Que sea la voluntad de construir entre todos el futuro que anhelamos", aseguró. 

El monarca dedicó palabras para cada galardonado, sin salirse de un guion institucional. Lamentó el fallecimiento de Ennio Morricone, Plácido Arango (miembro de la Fundación Princesa de Asturias), Quino (Premio Comunicación y Humanidades 2017) y del hispanista Joseph Pérez. También resaltó la relación directa de los premios con la democracia española, forjadas casi en paralelo. "Hay momentos en los que la realidad de los pueblos nos pone a prueba (...) Cuando muchos ciudadanos sufren incertidumbre económica y social es ensayo un gran entendimiento nacional de entendimiento y de concordia", dijo para exigir a las instituciones que estuviesen junto a los españoles "con la máxima rectitud". 

 
LA MITAD DE LOS GALARDONADOS

Sólo la mitad de los premiados acudieron: Carlos Sainz (Princesa de Asturias de los Deportes), Andrea Morricone, en representación de su padre Ennio Morricone, fallecido poco después del anuncio del Princesa de Asturias de las Artes para él y John Williams; Emmanuel Candés, en nombre de los cuatro galardonados al premio Investigación Científica, así como Cristina Fuentes y Sheila Cremani, del Hay Festival, encuentro cultural galardonado junto con la Feria del Libro de Guadalajara en la mención Comunicación y Humanidades.

A ellos se sumaron quince sanitarios (entre ellos la madre de una doctora fallecida), en nombre de los miles de profesionales de la medicina distinguidos con el Princesa de Asturias de la Cocordia. Los representantes de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Dani Rodrick, premio de Ciencias Sociales; Anne Carson, premio de Letras y la organización Gavi the Vaccine Alliance, premio de Cooperación Internacional Gavi, participaron a través de discursos grabados en video.

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