Por Iván Gil: Esta semana se han cumplido seis años de la fundación de dos fuerzas políticas que, desde posiciones antagónicas, han revolucionado la política española
Podemos y vox: nueva era política
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Esta semana se han cumplido seis años de la fundación de dos fuerzas políticas que, desde posiciones antagónicas, han revolucionado la política española. El lanzamiento público de Podemos y Vox se produjo con apenas 24 horas de diferencia y ahora los primeros han empujado el primer Gobierno de coalición desde la vuelta de la democracia y los segundos han irrumpido en el Congreso ahondando su fragmentación y polarización, además de haber sacado a España de la privilegiada lista de países sin formaciones de derecha radical en sus instituciones. El bipartidismo, las mayorías absolutas, el rodillo parlamentario o los Ejecutivos monocolor son ya parte del pasado tras un ciclo de seis años, acompañado de fuertes tensiones y transformaciones propias de periodos transitivos, que parece tocar su fin.

La XIII legislatura inaugura un nuevo ciclo político más líquido cuyo ritmo viene marcado por el relevo generacional de partidos que se lanzaron a la arena electoral en los comicios europeos de 2014. Podemos rompió todas las expectativas al sumar más de medio millón de votos y cinco eurodiputados. Una gesta que, con 138.000 euros de presupuesto (frente a los más de seis millones de PP y PSOE), situó a la formación liderada por Pablo Iglesias en el centro del tablero político. La formación liderada por Santiago Abascal se quedó entonces a 50.000 sufragios de obtener representación y tendría que esperar cuatro años y medio más, hasta las elecciones andaluzas de diciembre de 2018, para demostrar que su papel no sería testimonial en la política patria.

La apuesta gobernista de Podemos, ensayada primero en los niveles municipales y autonómicos, coincide en el tiempo con el auge y consolidación de Vox. Todo movimiento transformador tiene su reacción y la formación de Santiago Abascal no nació precisamente con sus actuales postulados rupturistas y de euroescepticismo. Vox se presentó en sociedad como una formación de “centro-derecha, moralmente conservadora, económicamente liberal y moderada en sus planteamientos”. Y lo hizo con un manifiesto fundacional con medidas que pasarían desapercibidas en un congreso del PP: contra el aborto y contra ETA y a favor de la familia y la unidad de España. Su viaje atrás en el tiempo se ha complementado con la importación de elementos característicos de la ola de populismos blancos inaugurados por Trump.

Vox se presentó en sociedad como un partido de "centro-derecha" y un manifiesto fundacional que pasaría desapercibido en un congreso del PP

El creciente radicalismo de Vox contrasta, por tanto, con el giro posibilista de Podemos, pero es también fruto de las reacciones propias que surgen ante los cambios. Y el hecho de que miembros de un partido a la izquierda del PSOE se sienten en el Consejo de Ministros no tiene precedentes desde la Segunda República. La inflación territorial es el otro gran impulso del partido. Desde el 1-O comenzó a adquirir gran visibilidad debido a que el partido se personó como acusación popular. Cataluña ha sido así una de las claves del éxito de esta formación.

A pesar de todo, existen no pocas analogías estratégicas entre ambas fuerzas de la llamada "nueva política" e, incluso, parte de sus diagnósticos, aunque sus recetas y fundamentos políticos sean opuestos. De hecho, antes de fundar Podemos Iglesias coincidió con Vidal-Quadras en los platós de Intereconomía planteando ambos que España estaba sumida en una crisis de sistema político. "Un tipo listo que me interesó desde el principio", reconocía el líder de Podemos sobre el excandidato de Vox en su libro de conversaciones con el periodista Enric Juliana, 'Nudo España' (Arpa).

Iglesias se presenta a un tercer mandato al frente de Podemos tras activar Vistalegre III
Iván Gil
Los impulsores de Vox fueron "desencantados de la política del PP" y los de Podemos de la vieja guardia de Izquierda Unida. Unos y otros se divorciaron de las cúpulas de sus partidos o formaciones de las que eran afines denunciando falta de participación interna, corrupción y reclamando más "valentía" en sus planteamientos. Podemos hasta lanzó una opa a Cayo Lara por no haber sido capaz de capitalizar el 15-M ni de renovar la organización. Ambos partidos enarbolaron también la bandera de la "regeneración democrática" y la división de poderes efectiva, atacando la "escandalosa politización de la justicia" (según recoge el manifiesto fundacional de Vox). La desilusión cundía entre sus respectivas bases, al tiempo que la desafección política tocaba techo y las ansias de regeneración política que impulsó el 15-M se extendían. Mismos términos, distintos significados.

Si la dirección de Podemos siempre se afanó en destacar que la ola reaccionaria que recorría Europa no había tenido traslación en España porque la formación morada servía como dique de contención canalizando la indignación social, las elecciones andaluzas supusieron su puerta de entrada. "Somos el partido de los indignados de Andalucía", proclamaba el líder de Vox en esta comunidad, Francisco Serrano, la noche electoral del pasado domingo.

El voto 'anti-establishment', en consonancia con la animadversión a las "élites" o las "oligarquías" de Vox, es evidente. Sin embargo, su liberalismo en lo económico, aun modulado de soberanismo capitalista, choca con estos discursos. Su gran caballo de batalla en este nuevo ciclo, independentismo mediante, apunta a que será Unidas Podemos, del que se alimentan como antagónicos. "No somos fascistas, somos antipodemitas y anticomunistas", aseguraba ya Abascal en su primera entrevista televisiva después de su éxito electoral en Andalucía.


Tomado de EL CONFIDENCIAL