Por Faitha Nahmens Larrazábal: Jorge Ruiz Cano o la animación traza futuro en Caracas
Disney, dulzura que no papayita
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Frisaba los10 cuando la maestra le decomisó el cuaderno. Otra vez el distraído de la clase volvía a dibujar en las esquinas de cada hoja los gestos y movimientos en progreso de un muñeco o un barco o del sol para luego abanicarlas rápido y ver su propia película. “Señorita… ¿y cuándo me lo devolverá?”. La pregunta se toparía con una respuesta que intenta la sorna pero resulta, ay, profecía. “!Cuando trabajes en Disney!”. El venezolano Jorge Ernesto Ruiz Cano tiene ya ocho años en la nómina de los celebérrimos estudios californianos de Walt Disney. En Caracas, a donde regresa cada Navidad, por ahora, ofreció varias charlas magistrales sobre cine de animación —una en la universidad Santa María—y reveló intimidades del formato.

La luz cenital lo ubica ahora sobre las tablas del Teatro César Rengifo de Petare; sonríe cuando Carmen Sofía Leoni lo presenta como un animador, pero no como los que van de pajarita conduciendo los maratónicos programas de variedades de los sábados, aclara ella. Animación es dibujo en movimiento, hecho a lápiz o de manera digital “y no es un género, es arte: séptimo arte”, precisa él. “Da Vinci hubiera sido un gran autor en este formato, y con él todos los renacentistas que, antes de esculpir sus obras,dibujaron las formas del cuerpo y de todas las cosas; sin duda esos bocetos que son moldes y prefiguran las proporciones son el lenguaje de la animación”.

Lo cierto es que animados salen todos de la tertulia, y ninguno más que el mismo Jorge Ernesto Ruiz Cano a quien asombra la perspicacia de las preguntas de los muchachos que repletan el aforo, estudiantes de los liceos cercanos así como jóvenes en condición de calle que llegan de El Paraíso, interesados todos al parecer en el dibujo y en el arte. “¿Cómo se crea un personaje para que sea coherente y creíble?”, “¿Qué es más difícil la historia o la psicología de los personajes?”, “¿Cómo comienza una cinta de animación, cuál es la primera idea, cómo saber si esta es buena?”, “¿La forma tradicional de trabajo, el dibujo a lápiz, está obsoleta?”. Mientras contesta, proyecta cortos archivados y en cocción.

Recomienda sentir pasión por lo que se hace, esforzarse por ser creativo, original e imaginativo, darse esa libertad, y sin duda tener disciplina. “Todos tenemos talento, pero la constancia será la que decida, a veces es el dibujo número 30 mil el que es, por lo que toca hacer 29.999 antes, y no podemos cejar, así como tampoco perder la confianza”, desliza el pelilargo de blue jeans y mocasines sin medias. “Ser humildes es importantísimo no creer que ya llegaste a la meta porque entonces no avanzarás más, hay que soñar todo el tiempo y más”, dice el conspicuo miembro del equipo de creativos que es la crema de la crema de Disney, “pero no dudar de que podemos, es más, hay que sentir orgullo de lo que uno es, yo estoy orgulloso de ser lo que soy ¡y de venir de donde vengo:de Venezuela!” (mueve las caderas, se dibuja pues), “podemos conquistar cuanto nos propongamos, nunca lo dudemos, miren a Cruz-Diez”. Aplausos.

Se fue imberbe a la quimera del Norte, y luego de aprender inglés, inglés con acento venezolano —“porque es lo que soy, y es perfecto”, sonríe—, y después de cursar estudios de animación en Fortloderdale, hacer una maestría en California y comenzar a trabajar en las grandes agencias donde fue contratado,llega a la Meca donde es miembro de un equipo élite, una suerte de laboratorio de fantasías integrado por un puñado de genios que en horas pico —cuando está en la recta final una producción— pueden ser 40 o más. Se trata de la unidad de desarrollo de talento en el que han sido concebidas historias que son pivotes de la industria del entretenimiento tales como Frozen, Zootopia o Moana, esa en la que el grandulón mueve las cejas a modo de saludo, como queriendo decir “!epa, pana!”, y luego arranca a salvar a la princesa que va a zamparse el tiburón. Gesto que es su sello —el de levantar las cejas— y su travesura, “es una idea que he colado por ahí aunque los jefes no lo entienden mucho”, ríe. Lo de no cejar acaso esté vinculado con su tesón así como por esa obsesión que tiene con las cejas de los personajes que dibuja.

Quizá veamos pronto a un personaje proyectando la boca como los venezolanos para señalar dónde está aquél o aquella, umjú.

- ¿Tendremos pronto una peli sobre Venezuela, no solo con sus tepuyes como telón de fondo?
- En el cine todo es posible.

Y verdad; sea que la trama provenga de la tierra de la fantasía o enarbole el hiperrealismo, que es, también, otro invento. Sea que los juguetes hablen cuando están a solas y vivan sus vidas, o que una noble y guapísima durmiente renuncie a ser defendida por un caballero con charm porque quien le gusta es el poco agraciado de los bajos fondos —los pantanos—, y no conforme con eso renuncia también a ser liberada del hechizo que la pone cada día a partir de las seis igual de poco agraciada que él, y no conforme con eso, renuncia encima a los títulos nobiliarios, y decide vivir en el bosque —fuera del castillo— y dejar las convenciones de la realeza por los avatares de la vida real, como la esposa de Schreck. O Megan Markel.

“Esta experiencia será imborrable y ya saben lo importante que es vivir y sentir para un creador, todas las emociones nos enseñan, no solo la tristeza, también las alegrías, y nos ayudan a conocernos, vivan sin dudar, y esmérense por saber, todo puede inspirarnos”, cierra la charla y acuden a él los muchachos que se funden en abrazos y se toman fotos por las calles del Centro Histórico de Petare, casi lo llevan en hombros, alentar —animar— siempre sienta bien. “Y vivan sabiendo que lo mejor es hacer equipo, de aquí saldrá algo maravilloso tanto para ustedes como para mí, me voy lleno de esperanza”. El enamoramiento fue mutuo.




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