El mundo de la moda despertó el domingo 4 de octubre con la terrible noticia que anunciaba la muerte del llamado “samurái de la moda “, el gran Kenzo Takada, producto de complicaciones derivadas del Covid-19.
Y así, de la forma más abrupta, la industria perdía a una de sus mentes más prodigiosas que, irónicamente, emprendía su viaje a la eternidad en plena semana de la moda de París. Su legado trasciende los colores y estampados que lo caracterizaron y se convierte en una muestra tangible del verdadero poder de la creatividad y en un mensaje honesto que vocifera que el origen de una persona se vuelve insignificante cuando se habla el idioma universal de la vanguardia.
Nacido en Himeji, en las cercanías de Osaka, el 27 de febrero de 1939, cambió para siempre la industria de la moda y la relación entre oriente y occidente. Llego a Francia pensando en una corta estadía y la hizo su hogar para siempre. Y fue en el hospital Americano de Neuilly-sur-seine, en París, donde se apagó la luz del hombre que logró unificar la esencia de dos culturas para que naciera una nueva definición de arte.
La unión entre tradición y vanguardia fue su sello personal durante sus años como director creativo de su firma (Colección 1999)
Los inicios Desde muy pequeño leía apasionadamente las revistas de moda que pertenecían a sus hermanas, en ellas encontraba la inspiración necesaria para soñar que algún día iba a ser capaz de darle rienda suelta a su imaginario. Criado en el seno de una familia japonesa típicamente conservadora, sus padres ya tenían en mente un futuro planificado para el quinto de sus siete hijos.
Pero la rebeldía, tan característica de aquellos que están destinados a marcar la historia con su sello, hizo de las suyas, y luego de un corto tiempo en la Universidad de Estudios Extranjeros en Kobe, la suerte llegaría por primera vez a su vida con la noticia de que el Bunka Fashion College aceptaría estudiantes varones.
Luego de graduarse y ejecutar algunos trabajos para prestigiosas compañías de moda japonesas, emprendería el viaje que transformó para siempre su vida. En 1965 desembarcó en Marsella y pronto se instaló en París, y aunque la adaptación cultural supuso un gran esfuerzo y un gran cambio en sus costumbres, él ya tenía una meta fijada, conocía a la perfección sus deseos, lo que lo llevaría a construir una maniobra para darse a conocer y mostrar su trabajo con éxito.
Dibujaba y vendía bocetos para otros diseñadores, asistía a todos los desfiles que podía, estableció contactos y se presentó a las personas que sabía que podían ayudarle a darle notoriedad a su visión creativa… Y así, en 1970, pudo mostrar una colección bajo su rúbrica en la icónica galería Vivienne, alternando con la inauguración de su primera boutique a la que bautizó Jungle Jap, que mezclaba lo más puro de sus raíces niponas con la exuberancia y opulencia del mundo natural.
En 1971 viajó a Nueva York y a Tokio dando a conocer el espíritu de su marca, esa fórmula que contenía lo mejor de dos mundos, la tradición japonesa y la rebeldía occidental. Ya para ese momento los críticos y especialistas le guardaban un lugar especial entre sus favoritos, y al mismo tiempo establecían parámetros para evaluar su gran sentido estético.
El nombre del éxito
En 1976 abrió la primera tienda propia de la firma bajo su nombre, específicamente en el número 3 de la place des victories, y de esta forma iniciaría una época de expansión y prestigio que como escenografía de fondo tendría los extravagantes años 80.
Desfiles pomposos, fuera de lo común y con un toque de extravagancia, caracterizarían su estilo durante este tiempo, donde las asimetrías, los colores vibrantes y un conocimiento profundo de la fisonomía femenina le garantizaban una importante clientela, así como la devoción de la prensa que se rendía a sus pies.
Pero no solo las mujeres disfrutarían sus maravillas costurales. En 1983 lanzó su primera línea de ropa masculina, complaciendo a los hombres que también querían probar un poco del sentimiento vanguardista que suponía utilizar una prenda firmada por Kenzo. Cuatro años después salieron a la venta las colecciones para niños y para el hogar, una muestra de la increíble capacidad de diversificación de esta mente creativa que ya no solo buscaba vestir a sus clientes sino también acompañarlos en todos los aspectos de la vida.
Desde el año 2000, su fragancia Flower by Kenzo es emblema indiscutible de sus productos cosméticos
Este deseo de querer inundar todos los ámbitos con su propuesta fue la antesala perfecta para que, en 1988, llegara al mercado Kenzo by Kenzo, una fragancia que con sus notas florales conquistó rápidamente el mercado. Fue el éxito de este perfume lo que daría paso a otras fragancias presentadas por la casa que se volverían íconos de la industria, como es el caso particular de la soberbia Flower by Kenzo, que desde el año 2000 es la abanderada como emblema indiscutible de sus productos cosméticos.
Takada ya estaba consagrado como una estrella internacional de la costura cuando en 1993 el prestigioso grupo LVMH adquirió la marca, asegurando a Kenzo la dirección creativa hasta que, en 1999, cuando celebraba 30 años de trayectoria, decidió retirarse para dedicarse a otros proyectos que tenía en mente y “descansar un poco”.
Una nueva etapa
Posteriormente a su retiro otros diseñadores asumieron el reto de continuar con su legado y crear bajo sus preceptos, siempre tratando de mantener viva esa llama cuyo brillo había iniciado Takada. Ellos han sido medulares en la evolución que ha tenido la firma hasta nuestros días.
En el año 2003 arribó a la dirección creativa el italiano Antonio Marras, quien durante ocho años reivindicó los principios estéticos básicos de Kenzo adaptándolos al nuevo milenio, labor que ejerció con maestría hasta que, en 2011, LVMH designara al dúo compuesto por Carol Lim y Humberto León como los encargados de revitalizar la marca y hacerla más atractiva al público juvenil.
Lim y León lograron atinadamente conquistar a un público diverso con su propuesta de moda urbana y cómoda, con aires alegres y vibrantes, hasta que anunciaron su retiro en 2019, dejando como legado una colaboración con H&M y una campaña publicitaria protagonizada por Britney Spears. Fue en ese momento cuando Felipe Oliveira Baptista hizo su entrada triunfal a la lista de coutouriers que han pasado por la oficina principal de Kenzo.
Durante todo este tiempo Kenzo Takada, el hombre, se había dedicado a diferentes proyectos en los que demostró su capacidad camaleónica de adaptación a los nuevos retos y su incomparable visión artística. Todo el tiempo libre que obtuvo luego de su retiro lo volcó en otra de sus pasiones, la pintura, donde una vez más su mirada cultivada hizo de las suyas, logrando conseguir el éxito con cada pincelada. El diseño de interiores también se convirtió en una parte remarcable de su trayectoria, labor que le permitió viajar por el mundo y llevar consigo el mensaje de arte sin barreras que lo caracterizó siempre.
Kenzo se convirtió en un ave exótica de mil colores que recorrió el mundo compartiendo el poder transformador de las artes, demostrando que no hay lenguaje más universal que el de la belleza y la originalidad. Emprendió muchos viajes durante su vida, pero ninguno tan lamentable como el que acaba de hacer rumbo al mito, en que ahora se convierte su nombre.