Para mí, es el estado que experimentamos cuando nos sentimos a gusto con quienes somos, con lo que hacemos, con el lugar donde estamos y con las personas con las que tenemos la oportunidad de encontrarnos, reunirnos o compartir.

La felicidad no está afuera sino dentro de nosotros. Es una decisión. Y podemos sentirla cada vez que elegimos conectarnos con nuestros mejores sentimientos, emociones y pensamientos, ojala la mayor parte del tiempo.


¿Quiénes nos roban la felicidad?

• La autocrítica constante. Vivir con un juez implacable instalado en nuestra mente que constantemente nos critica, nos juzga y nos exige, o que nos compara con otros y hace que nos sintamos desvalorizados e incapaces de cumplir nuestras metas y alcanzar nuestros objetivos. Esta voz interior que a manera de saboteador siempre nos lleva a sentirnos menos que los demás o en una condición de desventaja permanente.

• Sentirnos victimas. En lugar de sentirnos victima de los demás y de la vida, quedándonos atrapados en la queja y en el lamento, aprovechemos las experiencias vividas para reflexionar, aprender y convertirnos en una persona más madura, segura y sabia. Tomemos las lecciones de cada situación difícil para alcanzar la decisión de sanar, recuperarnos y fortalecernos, de manera que en el futuro podamos protegernos, tomar mejores decisiones y estar más preparados para no repetir las malas experiencias.

• Olvidarnos de nosotros. Si eres de las personas que se ha pasado la vida complaciendo a otros o viviendo en base a la opinión o al juicio de los demás, es el momento perfecto para dejar de hacerlo. Con esto no me refiero a que debas olvidarte de los demás, se trata simplemente de incluirte en la lista de las personas a quienes quieres suavizar la vida. Comencemos por valorarnos, sentirnos capaces, apreciados por nosotros mismos, dispuestos a hacer lo necesario para cambiar programaciones, actitudes y hábitos negativos, en aras de experimentar un mayor bienestar y felicidad.

• Necesitar el reconocimiento de los demás. Atrevámonos a vencer la necesidad que tenemos de buscar la aprobación, la aceptación, la compañía y el reconocimiento de otras personas, pensando que de esa manera seremos felices, y que si no nos lo dan quedaremos atrapados en un ciclo de expectativa, frustración, vacío, tristeza y resentimiento. Dejemos de esperar y comencemos a darnos nuestro propio reconocimiento, motivación y valoración que necesitamos para sentirnos a gusto con quienes somos y con lo que hacemos. Más importante: que la opinión de los demás es lo que pensamos de nosotros mismos.

• Pensamientos y creencias limitantes. Esas frases negativas y pesimistas que nos repetimos mentalmente, y que refuerzan nuestros temores y limitaciones, son la causa primordial de cómo nos sentimos. Lo primero que debemos hacer es crear y repetir una serie de frases afirmativas de nuestros derechos y posibilidades, que nos sirvan para reforzar nuestras capacidades y cualidades, tales como “soy valioso y capaz”, “merezco ser feliz”, “puedo superar cualquier circunstancia por difícil que sea”, “merezco ser querido”, etc. Recordemos que lo que nos decimos a nosotros mismos una y otra vez activa las emociones que nos acompañan y afecta la forma en la que vamos a actuar.