José Miguel Rodríguez
Para Julio César Vivas la música es una pasión que descubrió desde muy pequeño cuando tocaba sin ningún tipo de coordinación las teclas de un piano que compró su papá. Su madre, quien se convirtió en su manager artístico y principal admiradora, notó su interés y a los 8 años lo hizo ingresar en uno de los núcleos del Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, proyecto liderado por el maestro José Antonio Abreu, conocido por su impacto social en el mundo y que tantos talentosos exponentes ha dado internacionalmente.
Allí se preparó para ejecutar la flauta dulce, el violín y el corno francés hasta llegar al saxofón, instrumento que se convirtió en un apéndice de su cuerpo y con el que se conecta con el público y ha regalado energía y esperanza.
Julio es muy joven, no llega a los 20 años, pero habla con madurez y se nota su formación académica y familiar. Es bastante delgado pero parece crecer cuando está en un escenario. Indiscutiblemente tiene un ángel particular que se proyecta cuando toca el saxo.
Es cercano y responde con fluidez. Cuando le preguntamos con cuál comida compararía a la música dijo, entre risas y sin dudar, que con las tajadas, que dice amar y que le traen muy buenos recuerdos, ya que lo trasladan a su niñez, cuando viajaba a Michelena, en los andes venezolanos, a visitar a su abuela, quien compraba con antelación muchos plátanos para ir madurándolos y dárselos fritos a su nieto y así consentirlo.
El artista, que reside en San Antonio de los Altos, reconoce que la música llegó a su vida también para sustituir deportes como el beisbol y el fútbol, que soñaba con jugar como profesional, pero que una lesión en la cabeza del fémur lo obligaron a abandonar y a concentrarse por completo en las partituras, los acordes y las melodías.
Actualmente sigue estudiando música de forma particular y simultáneamente Comunicación Social en la UCAB, carrera que dice se presta a sus intereses de proyección internacional como ejecutante del saxofón.
Música desde las alturas
La música siempre ha sido un lenguaje universal, un instrumento para conectar con la alegría, la tristeza o la esperanza. Ese espíritu de regalar momentos de sano esparcimiento y de impactar positivamente a sus vecinos en tiempos de pandemia, motivó al joven a subir a las azoteas para dar conciertos gratuitos.
A esta buena causa se sumó otra más tecnológica, ya que perdió su cuenta de Instagram, lo que le dio una razón para reinventarse durante el distanciamiento social. “Empecé por hacer covers y postearlos pero no pasaba nada y me deprimí bastante porque el Instagram era una forma de conectar con el público y mucha gente no sabía que había perdido la cuenta. Fue entonces cuando le dije a mi mamá que me grabara un video tocando ‘Color Esperanza’ y ‘Venezuela’. Mientras interpretaba los temas, los vecinos, que obviamente estaban encerrados en sus casas, salieron a sus ventanas y comenzaron a aplaudir, y fue entonces cuando pensé que este tenía que ser mi aporte para regalar música y sentirme activo durante el confinamiento”.
Lo que comenzó como un ensayo para redes se fue convirtiendo en una necesidad y en un ejercicio altruista que ha llegado a numerosas urbanizaciones de los municipios Los Salias en Altos Mirandinos, Chacao, Baruta y El Hatillo en la Gran Caracas, incluso hasta Higuerote y Río Chico.
“Siento que es una forma de conectar con la gente. De llegar a sus corazones. Cuando pido que enciendan las luces de sus celulares y me acompañen no puedo ver sus caras pero los movimientos de sus teléfonos me hacen sentir que están allí conmigo, cerca a pesar de la distancia física. Pasa lo mismo cuando hacemos un live y vemos al público conectado a la transmisión”, argumenta sobre las nuevas maneras de hacer música durante el confinamiento.
El saxofonista nos contó que no llega a los lugares con un repertorio definido, sino que más bien va improvisando durante los 60 minutos que dura su ejecución con el feedback que le da el público.
En sus interpretaciones suele incluir temas de todas las generaciones, desde lo más clásico a lo más urbano, por lo que no es descabellado escuchar una canción de Frank Sinatra o lo más reciente de Nacho.
Para él la pandemia ha sido un ejercicio de crecimiento profesional y personal que lo ha fortalecido en todos los aspectos, calificando este 2020 como un año para reinvención y una apuesta a las cosas que parecen simples, pero que llenan el espíritu. “A pesar de todo lo sucedido no cambiaría este año porque me ha regalado muchas experiencias. He conocido muchas personas que me han nutrido como ser humano. Este año me ha hecho amar más aún la música”.
Referentes con mensaje
Julio César se dice orgulloso de ser venezolano y le gustaría ser embajador de nuestro país en otras latitudes, por lo que tiene contemplado como meta viajar en un futuro no muy lejano. “Me encanta Venezuela, pero creo que para dar a conocer lo que hago debo necesariamente trascender”.
En cuanto a sus referentes musicales nos señaló que son completamente variados, ya que admira a artistas de generaciones muy antepuestas a la suya y que podrían considerarse clásicos, como Frank Sinatra, y a otros de quienes sigue sus carreras y cuyos géneros varían entre el pop, la balada, la salsa y lo urbano, como Luis Miguel, Charlie Parker, Franco de Vita, Porfi Baloa, Nacho, el Pollo Brito y Jorge Luis Chacín.
Este joven dice que para él la clave del éxito es apostar a ser el mejor en lo que se emprenda. “Es algo así como vivir con pasión a diario. Es creer en ti. Es ponerle amor a cada sueño o meta que tengamos”.
Para conocer más sobre Julio César Vivas visita su Instagram @juliovivassax