Todos estos meses no hicieron más que avivar la llama de un debate iniciado hace ya medio siglo, cuando comenzó a notarse el impacto extraordinario de la industrialización en el medioambiente. La pandemia y el aislamiento obligatorio han mostrado las costuras rotas de una camisa de fuerza llamada consumismo. Millones de personas han debido repensar cuánto de verdad es necesario para vivir en armonía. La economía circular es un tema debatido como nunca.
El concepto, popularizado a finales de 1970, es en realidad propio de las comunidades no industrializadas que cumplen de modo tradicional con la denominada Regla de las 4R: Reducir, Reutilizar, Reciclar y Recuperar. Es la respuesta natural, aunque no divorciada de la idea de modernidad urbana, ante los desmanes de una explotación de recursos naturales y su impacto en la mente y espíritu humano: más consumo individual, menos nexo comunitario.
¿Cómo entender el concepto?
El medioambiente tuvo cierto alivio durante el confinamiento masivo. Los medios de información divulgaron una cantidad considerable de escenas “milagrosas” en el contexto natural. La economía circular, de alguna manera, volvió a surgir como tópico gracias a la reflexión de voceros con gran peso en la opinión pública. A partir de ese momento el tema, propio de ámbitos especializados, ya forma parte de las conversaciones familiares.
Lo primero sería pensar que una de las consecuencias del consumismo es la fragmentación de los grupos. Si cada miembro de una familia debe tener un televisor, una computadora, un celular, una Tablet, un servicio de datos y una cuenta de televisión por suscripción, ¿dónde queda el diálogo, la negociación, la discusión constructiva y la posibilidad de llegar a acuerdos? El primer paso es tomar conciencia sobre qué significa compartir.
¿Qué podemos hacer?
Ante las crisis los grupos humanos responden de distinta manera. Si bien gracias al confinamiento el medioambiente tuvo un reposo, las ganas de socializar y de salir harán que en la etapa de transición se incremente un pico en el consumo que afectará el medioambiente. Aquí sólo se puede hacer una labor constante de educación hogareña para que los niños y jóvenes aprendan a tener más conciencia sobre el uso de los recursos naturales no renovables.
Por otra parte, en el ámbito de los negocios es necesario valorar nuevos modelos que impliquen productos hechos con materiales reciclados, apostar por diseños novedosos y asumir la economía circular como uno de los valores de la marca. Sólo un trabajo sostenido conseguirá que productores y clientes tomen conciencia. De lo contrario, las amenazas al ecosistema serán cada vez mayores y habrá perjuicios para todos.