Mucho se ha hablado de la famosa conjunción Júpiter-Saturno que ocurrió el 21 de diciembre de 2020. Una conjunción que se repite cada 20 años y que trae eventos sociales importantes, a veces transformaciones trascendentales.
La repetición se da en signos del mismo elemento por aproximadamente 200 años, con lo cual, durante ese largo período de tiempo, la humanidad se ve regida por una cierta escala de valores asociada a dicho elemento. Pero, en un momento dado, ocurre una transición que trae consigo un cambio de paradigmas.
Es así como en el periodo de 1424-1644, cuando el elemento predominante fue el Agua, hubo cambios religiosos: la Inquisición, la división del cristianismo en católicos y protestantes, las guerras por motivos religiosos.
En el periodo de 1663-1822, con el elemento Fuego, predominó el pensamiento científico. Fue el tiempo de los pioneros, exploradores, conquistadores, la expansión de fronteras y las guerras por expansión, incluyendo las de independencia en América.
Durante los años 1842-2020, el elemento que signó nuestra escala de valores fue la Tierra: la dominación del mundo material, la explotación sistemática de recursos para obtener energía, la aparición del consumidor y el consumismo. Fue el período de las guerras por los recursos naturales, el control del dinero, el apego a las cosas.
A partir del 2020 hemos entrado en el elemento Aire. Se espera una sustitución de los principios materiales por los intelectuales, con mayor énfasis en las relaciones humanas. Es tomar conciencia del poder de la mente, acompañada de los avances tecnológicos y de comunicación. El nuevo paradigma viene de la mano de Acuario, signo en el que se dio la conjunción, el signo de la humanidad, la conciencia grupal, el trabajo en equipo, la fraternidad y la libertad, el respeto por los otros seres vivos, el ecologismo y la protección del ambiente. Es también el signo de ruptura de fronteras y de toda la modernidad: internet, robótica, inteligencia artificial, interacciones virtuales, monedas virtuales, el futuro inimaginable.
Pero Acuario es también un signo asociado al viento frío y seco de la montaña, del poco contacto sensorial. No le gustan las expresiones de cariño, ni los abrazos, ni caricias, ni ser parte de un rebaño: somos amigos por un rato, pero luego cada quien para su casa.
El 2020 fue un buen anuncio del nuevo paradigma: el distanciamiento social, no poder tocarnos ni abrazarnos. Fue también un año para aprender a valorar la importancia del elemento Aire: el Covid-19 atacó precisamente el sistema respiratorio y nos vimos obligados a usar mascarillas. El confinamiento de la humanidad liberó animales, limpió el aire y el mar, mostró el gran daño que hicimos con la contaminación y el gran poder de recuperación de la naturaleza. Un primer paso para tomar conciencia de la energía acuariana.
Y así empezó la transición. A partir de este año 2021 estaremos más centrados en esta nueva forma de pensar y actuar.
¿Qué podemos esperar?: Una carrera por aprovechar la tecnología de la forma más eficiente, para hallar la cura del virus y de tantas otras enfermedades, como las autoinmunes y el cáncer. Mientras esto ocurre, tendremos que seguir usando las mascarillas, desarrollando inmunidad de rebaño contra el virus y haciendo ensayos de la vacuna. No será un proceso fácil ni rápido, y habrá una férrea competencia entre grandes empresas farmacéuticas para ver quién lo logra primero.
Al mismo tiempo, la naturaleza es sabia. Mientras más el ser humano encuentra curas para enfermedades, aparecen otras nuevas más complicadas, para restablecer el equilibrio. Esto incentiva a los científicos a buscar nueva información sobre cómo funciona el cuerpo, las reacciones bioquímicas, las funciones cerebrales que siguen siendo un gran misterio. Los avances en tecnología y medicina serán vertiginosos, pero solo los países que tengan los recursos económicos para trabajar en ello serán los beneficiados.
Por otro lado, todo el tema de la educación se desarrollará de manera virtual, con grandes salas digitales para impartir el conocimiento, congresos de especialización con participación masiva de todo aquél que tenga conexión, sin fronteras. Una vez más, los países menos desarrollados quedarán atrás respecto a los más modernos. En lugar de lograr la tan ansiada igualdad acuariana, se podrían profundizar las diferencias, hasta que la tecnología llegue a toda la población.
La economía, sin duda alguna, dará un vuelco. Dejarán de tener valor los objetos, las joyas, tener muchas casas y carros, aviones y yates, o colecciones de vestidos y zapatos. Este cambio de paradigmas hará que se derrumben viejas empresas dedicadas a estas actividades. El nuevo valor estará en el conocimiento y en las formas de lograr la conexión entre seres humanos sin importar en qué parte del mundo esté cada quien.
Significa que los emprendimientos que aportarán más ingresos estarán relacionados con las entidades didácticas y todo lo relativo a redes sociales, ventas on line, páginas para buscar amigos y parejas, y toda la red de tecnología de la información para dar y obtener conocimientos. Y podría implicar que las guerras estarían relacionadas con el control de la información: la información es poder. Pasaremos del “tanto tengo, tanto valgo”, al “tanto sé, tanto valgo”.
Con la robótica y la tecnología, muchas personas tendrán que trabajar desde casa. Esto obligará a la gente a ser más creativa, pues ya no tendríamos que ir a oficinas o fábricas a cumplir un horario y hacer actividades repetitivas y aburridas.
Se podría esperar que, por ahora, seguirán teniendo prioridad las empresas relacionadas con alimentos, medicinas, vestido y vivienda, que son las necesidades básicas del ser humano. El lujo pasará de moda. Y es posible que surjan nuevas actividades que den más fuerza al reciclaje, la descontaminación del aire y el agua, el turismo de aventura.
En cuanto a las interrelaciones personales, puede ser difícil entender cómo se desarrollarán. Es una prueba muy dura estar aislados, pues somos seres sociales por naturaleza. El núcleo familiar se fortalecerá, pero la red de contactos podría ser un tanto fría. El ser humano deberá aprender a fortalecer vínculos y lograr intimidad sin el contacto físico, algo difícil de imaginar para las personas mayores. Sin embargo, la nueva generación encontrará el camino para lograrlo.
¿Será un mundo mejor? En principio, la humanidad ha ido evolucionando para ser cada vez mejor, aun cuando haya tenido que superar duras y dolorosas pruebas. Esta vez no tendría por qué ser diferente. Al principio la transición será caótica, habrá resistencia al cambio, intentarán imponer restricciones y censura a la información. Pero, finalmente triunfará la “libertad, igualdad, fraternidad”, el lema de la revolución francesa que ocurrió justamente cuando se descubrió Urano, el regente moderno de Acuario.
Una cosa más: cuando hay cambio de elemento, se pronostican cambios de religiones, dinastías y paso de soberanía del mundo de una nación a otra. Así las cosas, es bastante probable que veamos el declive del actual imperio americano, surgiendo en su lugar un nuevo imperio, probablemente asociado a China. También el catolicismo estará tambaleando, para dar paso a otra religión, una basada en el ser humano, con conciencia del poder personal para transformar su entorno en un mundo mejor, no porque Dios castigue o premie, sino porque todos tenemos los mismos derechos y merecemos las mismas oportunidades.
El nuevo período de Aire durará 200 años. Los primeros 20 podrían ser extraños, y el 2021 será de ensayo y error. El cambio no será inmediato sino progresivo, y los resultados podrían verse en el próximo Katún del 2040, que se dará en Libra, el signo del restablecimiento del equilibrio. Debemos ser optimistas pero también realistas: es una transición. Y no se da con frecuencia, somos privilegiados porque somos los protagonistas. Está en nuestras manos construir este nuevo y mejor futuro.
(*) Ariadna Flores Vitelli